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COLUMNA

La voz del Obispo

Rumbo a la Jornada Mundial de oración por la Creación 2024

La salvación cristiana entra en la profundidad del dolor del mundo, que no sólo afecta al ser humano, sino a todo el mundo, a la naturaleza.

9 agosto, 2024
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Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México. 

El próximo 1º de septiembre tendrá lugar la Jornada mundial de oración por la Creación, el Santo Padre nos ha regalado un hermoso mensaje basado en el fragmento de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos:

“Porque la creación misma aguarda con ansia la revelación de los hijos de Dios, ya que ella fue sometida a la frustración no por su propia voluntad, sino por aquel que la sometió, pero con la esperanza de que fuera liberada de la esclavitud de la corrupción, para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que, hasta ahora, la creación entera gime y sufre dolores de parto, y no solo ella, sino también nosotros, los que tenemos las primicias del Espíritu, pues gemimos en nuestro interior, aguardando con ansia la adopción como hijos y la redención de nuestro cuerpo. Porque si bien ya estamos salvados, lo estamos solo en esperanza. Ahora bien, una esperanza que ve lo que espera no es esperanza, puesto que, si ya lo ve, ¿cómo puede aún esperarlo? Al contrario, si esperamos lo que no vemos, lo aguardamos con perseverancia” (8, 19-25).

Y lo ha titulado “Espera y actúa con la creación”, pues el apóstol en este fragmento aclara lo que significa vivir según el Espíritu y se concentra en la esperanza cierta de la salvación por medio de la fe, que es la vida nueva en Cristo.

Da inicio el Papa a la explicación de porqué tenemos fe y a su propia pregunta nos responde desde san Pablo: “porque habita en nosotros el Espíritu Santo”. Afirma: “Sí, la fe es un don, un fruto de la presencia del Espíritu en nosotros, pero es también una tarea, que debe realizarse en la libertad, en la obediencia al mandamiento del amor de Jesús”; es por ello que la salvación cristiana entra en la profundidad del dolor del mundo, que no sólo afecta al ser humano, sino a todo el mundo, a la naturaleza. Ese gemido del que habla el apóstol, dice el Papa: “expresa confianza en Dios y abandono a su compañía afectuosa y exigente, con vistas a la realización de su designio, que es alegría, amor y paz en el Espíritu Santo”.

Nos dice el Santo Padre que: La esperanza cristiana no defrauda, pero tampoco da falsas ilusiones; si el gemido de la creación, de los cristianos y del Espíritu es anticipación y espera de la salvación que ya se está realizando, ahora estamos inmersos en muchos sufrimientos que san Pablo describe como “tribulaciones, angustias, persecución, hambre, desnudez, peligros, espada” (cf. Rm 8,35). Entonces la esperanza es una lectura alternativa de la historia y de las vicisitudes humanas; no ilusoria, sino realista, del realismo de la fe que ve lo invisible”

La humanidad y la creación (sin culpa) están incapacitadas para tener un sentido y finalidad duraderos. La creación está sujeta a la disolución y la muerte, que se agravan por el abuso del ser humano sobre la naturaleza. Es por ello, dice Papa Francisco: «que en la redención de Cristo es posible contemplar con esperanza el lazo de solidarida entre el ser humano y las demás criaturas».

Es por eso que el Espíritu Santo pone alerta a la comunidad de creyentes y la instruye permanentemente, invitándola a la conversión de estilos de vida, oponiéndose a la degradación humana del medio ambiente, manifestándose en la crítica social, la cual se convierte en testimonio de la posibilidad de cambio.

Papa Francisco explica a que se refiere con “Esperar y actuar con la creación”, en un primer momento, «es aunar esfuerzos y, caminando junto con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, contribuir a “repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su sentido, cuáles son sus límites” (Laudate Deum 28). Luego, la acción del Espíritu Santo es fundamental pues: «La obediencia al Espíritu de amor cambia radicalmente la actitud del hombre: de “depredador” a “cultivador” del jardín. La tierra se entrega al hombre, pero sigue siendo de Dios (cf. Lv 25,23). Este es el antropocentrismo teologal de la tradición judeocristiana. Por tanto, pretender poseer y dominar la naturaleza, manipulándola a voluntad, es una forma de idolatría».

Así pues, el Santo Padre expresa cómo el cuidado de la creación no es solo una actitud ética sino incluso teológica: «pues concierne al entrelazamiento del misterio del hombre con el misterio de Dios. Se puede decir que este entrelazamiento es “generativo”, ya que se remonta al acto de amor con el que Dios crea al ser humano en Cristo».

El cierre del mensaje deja la conclusión de los que significa “Esperar y actuar con la creación”: «vivir una fe encarnada, que sabe entrar en la carne sufriente y esperanzada de la gente, compartiendo la espera de la resurrección corporal a la que los creyentes están predestinados en Cristo Señor. En Jesús, el Hijo eterno en carne humana, somos verdaderamente hijos del Padre. Por la fe y el bautismo, comienza para el creyente la vida según el Espíritu (cf. Rm 8,2), una vida santa, una existencia de hijos del Padre, como Jesús (cf. Rm 8,14-17), ya que, por la fuerza del Espíritu Santo, Cristo vive en nosotros (cf. Ga 2,20). Una vida que se convierte en un canto de amor a Dios, a la humanidad, con y por la creación, y que encuentra su plenitud en la santidad».

Después de leer este mensaje, no podemos sino experimentar un gran compromiso para promover este Jornada de oración por la creación, y por supuesto, como cristianos sentirnos profundamente responsables de “esperar y actuar con la creación”, es parte de nuestra vocación y debe ser fruto de nuestra respuesta a Dios en el hoy de nuestra vida como seres humanos y como cristianos.


Autor

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.