Posadas: la creatividad pastoral en un novenario evangelizador
Las posadas navideñas son un novenario que podemos aprovechar para hacer llegar el mensaje del Evangelio con frescura y novedad.
Estamos celebrando el tercer domingo de adviento, domingo de la “alegría”, pues nos encontramos más cerca de la Navidad. También nos encontramos en la segunda parte de este tiempo fuerte, en donde vamos recordando a personajes centrales que esperaron la llegada del Mesías.
Los evangelizadores de nuestras tierras, hombres de gran talante misionero, han ideado una forma creativa y al mismo tiempo sencilla para adentrar a sus interlocutores en el misterio de la Encarnación, del Nacimiento del Hijo de Dios y las consecuencias de la Redención del género humano: las posadas.
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Muchos de nosotros seguramente hemos tenido contacto con el nombre de esta experiencia e incluso desde niños participamos de la alegría de una posada. Es cierto que, en muchos ambientes, las posadas han degenerado en una especie de fiestas decembrinas que poco reflejan el “espíritu” de lo que los misioneros quisieron entregar a través de este ejercicio espiritual festivo.
La dinámica de una posada es sencilla, son cada uno de los días previos al Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, y con ello se quiere por un lado recordar a los protagonistas de la espera del Nacimiento: María y José, a lo largo de 9 meses; y también la angustia previa al alumbramiento que muy seguramente fue al no encontrar un sitio para que la Virgen María pudiera dar a luz a su hijo primogénito, y José, el varón justo, sin poder ofrecer lo necesario a su Esposa y al Niño que está por nacer.
La espera y el drama se conjugan en un ambiente reflexivo y de oración que se inaugura con el Santo Rosario, en la parte de las letanías (muchas veces cantadas en latín) se propone un movimiento procesional encabezado por los así llamados “peregrinos”, que no son sino María y José, migrantes de aquel tiempo por necesidad del empadronamiento ordenado por el Emperador.
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La meta de esta peregrinación es encontrar un alojamiento para María y José, y por supuesto para el Niño Jesús. Con esta experiencia volvemos a recordar que Dios quiere venir a nosotros, y lo hace no con la fuerza de su Omnipotencia sino con la simplicidad de los medios humanos a su alcance, superando toda clase de obstáculos y casi granjeándose el favor de los hospederos: esto lo recordamos con los versos compuestos para pedir posada.
Con la llegada de los peregrinos María y José, humildes y bondadosos padres de Jesús, el ambiente se torna en festivo y lleno de regalos y bendiciones. Aguinaldos, ponche, comida, todo para poder manifestar que la llegada de Dios se experimenta en la sencillez de los peregrinos de Nazaret.
Por supuesto que no podemos dejar de lado un elemento importante dentro de la posada, que es precisamente la piñata, adornada de manera “atractiva” y “seductora” para recordar que la tentación forma parte de la vida del cristiano pero que Dios da los medios para poder combatir contra el mal, que su gracia nos guía, que la fe, la esperanza y la caridad son virtudes que hemos de practicar para salir victoriosos en el combate día a día, cuyo resultado son las gracias que se siguen repartiendo y signo de ello son los dones que salen de esa “piñata seductora” que se ha roto gracias al combate del cristiano perfectamente armado por Dios.
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Con el correr de los años, las posadas se han convertido en una hermosa tradición, parte de nuestra cultura que, con diferentes experiencias de secularización se han “contaminado” con el ambiente consumista, los motivos para convivir por medio del baile y la bebida, perdiendo mucho de su sentido original.
Me parece que estamos en el tiempo en el que necesitamos de la creatividad de aquellos primeros misioneros para rescatar no solo la tradición sino el sentido auténtico de preparar de manera inminente la llegada de Jesús a nuestras vidas, a nuestras familias y nuestras comunidades. Hoy más que nunca debemos pedirle al Señor su luz, para aprovechar todo lo que la cultura de nuestro tiempo nos ofrece para hacer llegar el mensaje del Evangelio con la frescura y novedad que por si mismo posee y que solo espera lo pongamos en los “vehículos” pertinentes y así tocar el corazón de nuestros contemporáneos.
Mons. Salvador González Morales es obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México.