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Entra la Epifanía y el bautizo del Señor

Entra la Epifanía y el bautizo del Señor
La Epifanía del Señor.
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Después de la celebración de la Epifanía del Señor cerramos el tiempo de navidad con la celebración del Bautismo del Señor.

El evangelio de San Lucas nos dice que después de que los pastores encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre y, habiendo cumplido con todo lo que estipulaba la ley, a saber, circuncisión del niño, purificación de María y presentación de Jesús en el templo; volvieron a Galilea, donde Cristo vivió su infancia de forma oculta. Sin embargo,  el evangelio según San Mateo nos da algunos datos extras que no son contemplados en lo narrado por Lucas: la visita de los sabios de oriente y la huida a Egipto.

En la Epifanía, o manifestación del Señor,  vimos como los reyes de oriente siguieron la estrella que los condujo a Belén en donde encontraron al niño: Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre. Entonces se postraron y lo adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra (MT 2,11).

Habiendo cumplido con todo lo establecido por la ley de Señor, y contemplados en el censo, que fue el motivo que los llevó a Belén, lo lógico sería que José y María regresaran a Nazaret, sin embargo, cuando ellos (los reyes magos) se fueron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Prepárate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.» Él se preparó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto. Y estuvo allí hasta  la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. (MT 2,13-15.)

Cuando José huye a Egipto con María y el niño, Herodes mandó matar a todos los niños que habían nacido por esa época,  con la intención de eliminar a aquel que los sabios de oriente llamaron Rey, y justo por estos niños es que conmemoramos a los santos inocentes.



Pasado el el peligro José fue advertido que regresara a Nazaret, donde Jesús crecía, se fortalecía y se iba llenando de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

Las Sagradas Escrituras no nos da muchos detalles de la infancia de Jesús,  por eso se le conoce como la “vida oculta en Nazaret”, sin embargo, encontramos un detalle más en el evangelio de Lucas, el momento en que Jesús,  a los doce años, cuando subieron a Jerusalén como cada año, se perdió y después de tres días lo encontraron en el Templo.

Después de estos acontecimientos volveremos a saber de Jesús cuando inicia su vida pública y su ministerio, descendiendo a las aguas del Jordán, para ser bautizado por Juan. No es que él necesitará un Bautismo para el perdón de los pecados, por eso Juan se resiste inicialmente a bautizarlo, pero Jesús le convence, y Juan le bautiza. Con este acto, Cristo preparaba el nuevo Bautismo, y se escucha una voz del cielo: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco.»





Autor

Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 24 de agosto de 2021. Es el primer obispo mexicano emanado del Camino Neocatecumenal. 

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