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COLUMNA

La voz del Obispo

¿Cómo ser una iglesia sinodal en misión hoy?

Este próximo octubre estarán reunidos por segundo año consecutivo 500 miembros de la Iglesia, entre laicos, consagrados y pastores; juntos buscarán encontrar las características de una iglesia sinodal

9 septiembre, 2024

Con la gracia de Dios, durante el mes de octubre del presente año, 500 miembros de la Iglesia se reunirán para la segunda sesión del Sinodo de la Sinodalidad. Muchos han mostrado sus preocupaciones sobre este sínodo y muchas más han sido indiferentes ante este gran acontecimiento eclesial; en lo personal considero que los frutos de este sínodo serán uno de los más importantes dones recibidos de Dios a través del pontificado del Papa Francisco. ¿Por qué pienso esto?

Hace 60 años vivimos un acontecimiento eclesial que guiará el camino de la Iglesia por más de 100 años, el Concilio Vaticano II. En él los más de 2,500 obispos reunidos durante 3 meses cada año, por 4 años seguidos, nos ofrecieron las claves para la renovación eclesial. Dentro de estas claves estaban:

  • El reconocimiento de que Dios no solo habló en el pasado, sino que continúa hablando a los hombres como amigos para invitarlos a su compañía. Es decir, que la misión de evangelización la continuaba realizando Dios, a través de su Espíritu, hablando al corazón de los hombres; y la Iglesia no es dueña, sino custodia y sierva de este diálogo vivo sostenido por Dios con los hombres.
  • Fundamentar la existencia de la Iglesia en la continuación de la misión del Hijo encomendada por el Padre y guiada por el Espíritu Santo, para la propagación del reinado de Dios (cf. LG 2 – 5), en lugar de situarla en la existencia de los Apóstoles. No se negaba la apostolicidad eclesia, pero se ponía a Cristo y su misión al centro, y a los apóstoles como custotodios y siervos de esta misión encomendada.
  • Abrir la iglesia al diálogo con el mundo, pues más allá de sus errores y antagonismos, el hombre es creación de Dios y está llamado a realizar con plenitud su única vocación, la divina. Por ello, la Iglesia fue llamada a dejar de condenar al hombre, para dialogar con él e invitarlo a alcanzar su plenitud en Cristo.
  • La apertura de la liturgia a la misión de la Iglesia y la cultura de los pueblos. Esto significaba que la celebración litúrgica no solo daba gloria a Dios, sino que también capacitaba a los fieles para cumplir su misión en el mundo y por ello debería de buscar la liturgia ser más comprensible a los fieles.

Buscando renovar este camino marcado por el Concilio Vaticano II, el Papa Francisco lanzó el reto a la Iglesia de escuchar con mayor atención y fidelidad a las mociones que el Espíritu estaba suscitando en la Iglesia. El Papa no solo a quería pedir una opinión o hacer consultas mundiales, él ha buscado renovar el camino de discernimiento, escucha y misión que la Iglesia emprendió hace 2 mil años y renovó hace 60. Para lograr esto, teníamos que abrirnos al Espíritu, escuchar sus mociones, ser dóciles a ellas; y precisamente esto fue lo que se ha intentado en estos 3 años de caminar sinodal.

Dentro de las experiencias más enriquecedoras que se han obtenido de lo que va del proceso sinodal, encontramos el modo de discernimiento a través de las “conversaciones en el Espíritu”. Este método ofrece una manera profunda y sencilla de escucha a Dios y al prójimo, para reconocer las mociones que el Espíritu está suscitando en los corazones de todos los fieles y pastores de la Iglesia.

Este método de discernimiento sin duda, si es vivido con fidelidad, renovará las formas de realizar la misión de la Iglesia, no por la fuerza de la voz del Papa, solamente, sino por la fuerza del Espíritu que pondrá en sintonía muchos corazones en la Iglesia para mantener fiel la misión del Hijo.

Este próximo octubre estarán reunidos por segundo año consecutivo 500 miembros de la Iglesia, entre laicos, consagrados y pastores; juntos buscarán encontrar las características de una iglesia sinodal para cumplir con la misión en el mundo de hoy. Unámonos a ellos con nuestra oración y nuestro compromiso de poner de nuestra parte para que la Iglesia continúe siendo fiel, escuchando las voces que el Espíritu está suscitando.