Este 2025 es un año jubilar, situación que ocurre cada 25 años y el Papa Francisco lo ha denominado con el lema: “Peregrinos de la esperanza”, incluso en una carta de febrero de 2022 mencionó: “Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente”.
Hoy es necesario recuperar la paz y sobre todo voltear a ver con mucha más esperanza a la familia porque hay que reconocer que los valores que en ella aprendemos, la forma en la que nuestros padres nos enseñan a enfrentar los contratiempos o la compasión y solidaridad que intentamos brindarle al prójimo, son solo algunos de los cimientos que nos permitirán convertirnos en mejores seres humanos.
Y es que frente al incremento de la violencia y el crimen es necesario reconsiderar la importancia de los lazos familiares, los cuales sin duda se traducen en esperanza para la sociedad. Es un tiempo de inestabilidad, es por ello que el Papa Francisco mencionó:
“Por ello, no podemos resignarnos a su declive a causa de la incertidumbre, del individualismo y del consumismo, que plantean un futuro de individuos que piensan en sí mismos”.
¿En quiénes pensamos cuando realmente necesitamos ayuda? probablemente casi todas las respuestas concuerden en que papá, mamá o hermanos se encuentran en los primeros lugares, porque la familia no es una ideología, es una realidad que nos sostiene.
Es cierto que con el paso de los años esta importante institución ha hecho frente a diversas crisis y que los cambios han reestructurado su dinámica, sin embargo, a pesar de los momentos difíciles no podemos olvidar que como mencionó el Papa Francisco: “La familia es el primer lugar donde se aprende a amar.”
Ante un mundo mucho más vertiginoso, que incluso antepone cada vez más los aspectos materiales a los valores, al amor al prójimo y a los vínculos personales, la familia no solo es sinónimo de cohesión y compañerismo; sino que además nos recuerda que ante los grandes problemas siempre contaremos con ese apoyo real y necesario para seguir nuestro desarrollo.
Claro que no existimos los padres o hijos perfectos; los conflictos siempre estarán presentes, habrá dudas, diferencias, conflictos y miedos, pero resolverlos en la familia, escuchando sin juzgar y sabiendo que juntos podemos enfrentar todo es la respuesta para un mejor mañana, es una oportunidad para convertirnos en mejores seres humanos.
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
El autor es analista en temas de Religión, Seguridad, Justicia, Política y Educación.
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