Educación: Pacto global

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COLUMNA

Granito de mostaza

Violaciones a la dignidad humana

A nadie menosprecies por su apariencia externa, o porque es de una cultura distinta a la tuya, o porque no sabe tanto como tú.

21 agosto, 2024

MIRAR

En México, según el Censo de 2020, con más de 120 millones de habitantes, existen 23.2 millones de personas de tres años y más que se autoidentifican como indígenas, lo que equivale a 19.4 % de la población total de ese rango de edad. De esos 23.2 millones, sólo 7.1 millones (30.8 %) hablan alguna lengua indígena y 16.1 millones (69.2 %), no. Las entidades con más indígenas son: Oaxaca (31.2 %), Chiapas (28.2 %), Yucatán (23.7 %) y Guerrero (15.5 %). Estas cuatro entidades acumulan 50.5 % del total de hablantes de lengua originaria. Se hablan 68 lenguas indígenas; las más frecuentes son náhuatl (22.4 %), maya (10.5 %) y tseltal (8.0 %). De cada 100 personas de tres años y más que hablan alguna lengua indígena, 12 no hablan español.

¿Por qué se han ido perdiendo varios idiomas originarios? Por el racismo persistente y generalizado contra ellos; se les menosprecia, como si fueran ignorantes y cerrados de mente y de costumbres, siendo que son muy inteligentes; la mayoría habla al menos dos idiomas; muchos de nosotros apenas hablamos el castellano. Como han tenido que enfrentarse a un mundo adverso a su cultura, se han desarrollado más y son muy capaces; pero les hemos hecho sentir que no valen tanto, y por ello se menosprecian a sí mismos y ya no quieren aparecer ni hablar como indígenas.

Cuando ejercía mi ministerio pastoral en la formación de los candidatos al sacerdocio, en mi diócesis de origen, diez años como director espiritual y diez como rector (1971-91), había seminaristas de alguna de esas culturas originarias, pero casi todos se avergonzaban de su cultura y no se valoraban a sí mismos.

Les ofrecíamos talleres para escribir y hablar mejor su idioma, pues lo hablaban, pero muchos no lo sabían escribir, y preferían inglés u otras opciones. Hasta la fecha, algunos no promueven su idioma, que no es un dialecto, ni hacen lo necesario para que no desaparezca su cultura; incluso hay quienes no quieren trabajar pastoralmente en comunidades de su propia etnia. Todo esto por el racismo que han sufrido.

Me he explayado más en este punto, pero habría que tomar también muy en cuenta a tantas personas que son menospreciadas en su dignidad, como migrantes, campesinos, obreros, empleadas del hogar, los de capacidades diferentes, presos, ancianos, e incluso alcohólicos y drogadictos, los que tienen preferencias sexuales diferentes, los recién concebidos, los desahuciados, etc.

DISCERNIR

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe, en su Declaración Dignitas infinita, antes de analizar en particular diversas violaciones a la dignidad humana, reafirma este principio fundamental y enumera algunas situaciones muy concretas:

“Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo tiene aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones. Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser. Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad. Por otra parte, no deja nunca de señalar a todos las violaciones concretas de la dignidad humana en nuestro tiempo, llamando a todos y cada uno a una sacudida de responsabilidad y de compromiso activo” (33).

“Queriendo señalar algunas de las muchas violaciones de la dignidad humana en nuestro mundo contemporáneo, podemos recordar lo que el Concilio Vaticano II enseñó a este respecto. Hay que reconocer que se opone a la dignidad humana ‘cuanto atenta contra la vida – homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado’. Atenta además contra nuestra dignidad ‘cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena’. Y finalmente ‘cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana’. Será necesario también mencionar aquí el tema de la pena de muerte: también esta última viola la dignidad inalienable de toda persona humana más allá de cualquier circunstancia. Por el contrario, hay que reconocer que ‘el firme rechazo de la pena de muerte muestra hasta qué punto es posible reconocer la inalienable dignidad de todo ser humano y aceptar que tenga un lugar en este universo. Ya que, si no se lo niego al peor de los criminales, no se lo negaré a nadie, daré a todos la posibilidad de compartir conmigo este planeta a pesar de lo que pueda separarnos’. También parece oportuno reiterar la dignidad de las personas encarceladas, que a menudo se ven obligadas a vivir en condiciones indignas, y que la práctica de la tortura atenta contra la dignidad de todo ser humano más allá de todo límite, incluso si alguien es culpable de delitos graves” (34).

ACTUAR

A nadie menosprecies por su apariencia externa, o porque es de una cultura distinta a la tuya, o porque no sabe tanto como tú. Somos hijas e hijos de Dios, aunque no siempre valoremos nuestra propia dignidad. Respetémonos y ayudémonos a valorarnos por lo que somos: imagen y semejanza de Dios. ¡Ni más ni menos!