La virgen en alto
El 16 de septiembre del año 1810, en el Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco, el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, quien estaba al frente del recién formado Ejército Insurgente, decidió tomar un estandarte con la Virgen de Guadalupe que se encontraba en la sacristía de dicho templo. Pero… ¿Un estandarte tomado de un […]
El 16 de septiembre del año 1810, en el Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco, el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, quien estaba al frente del recién formado Ejército Insurgente, decidió tomar un estandarte con la Virgen de Guadalupe que se encontraba en la sacristía de dicho templo.
Pero… ¿Un estandarte tomado de un templo? Según el historiador, escritor y político mexicano Lucas Alamán: “Al pasar por el Santuario de Atotonilco, don Miguel Hidalgo, que hasta entonces no tenía plan ni idea determinada sobre el modo de dirigir la revolución, vio casualmente en la sacristía un cuadro de la Virgen de Guadalupe y, creyendo que le sería útil para su empresa en la devoción tan general a aquella santa imagen, la hizo suspender en el asta de una lanza y vino a ser desde entonces el ‘lábaro’, o bandera sagrada de su Ejército”.
Lucas Alamán no se equivocó al decir que don Miguel Hidalgo vio un “cuadro” (y no un estandarte) en la sacristía del Santuario de Atotonilco. Porque de un cuadro se trataba. Era una Virgen de Guadalupe pintada por Andreas López cinco años antes del inicio del movimiento. En el reverso del cuadro, aparece la siguiente leyenda: Andreas Lopez fecit Mexxici aº. 1805.
Este pintor tuvo la oportunidad de “tocar” el ayate del Tepeyac. Hidalgo tomó la pintura, le quitó el bastidor y la alzó con una pértiga. Emblema de la insurgencia y símbolo de la nueva mexicanidad que se dibujaba en el horizonte del siglo XIX. Hoy mismo espera volver a serlo, pero de otra “revolución”.
La revolución de la solidaridad.
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