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COLUMNA

El llamado de Dios

Los laicos también servimos a la Iglesia

A los 17 años ingresé al Seminario; tras siete años de formación llegué a México para hacer mis votos temporales. Pero en 2019, tras una experiencia externa como laico, decidí no regresar a la formación.

4 octubre, 2023

Mi nombre es Miguel Ángel Agüero Hernández, nací en Venezuela el 28 de febrero de 1997, y desde muy pequeño el Señor tocó mi corazón de forma muy especial. El 14 de enero de 2013, fiesta de la Divina
Pastora, siendo acólito participé en una procesión a la Catedral de Barquisimeto, y al llegar frente a la Virgen, escuché un claro llamado a ser sacerdote.

Al salir de la Catedral, tropecé con un padre, y al ofrecerle una disculpa, me dijo que tenía una cita con Dios el siguiente jueves para iniciar mi acompañamiento. El día señalado se presentó el padre escalabriniano José Plascencia, con quien llevé un acompañamiento de nueve meses.

A los 17 años ingresé al Seminario; tras siete años de formación llegué a México para hacer mis votos temporales. Pero en 2019, tras una experiencia externa como laico, decidí no regresar a la formación.

En diciembre de 2022, el Señor nuevamente tocó mi corazón por medio del padre Julio López Vivas, quien me invitó a acercarme nuevamente a ellos, pero teniendo como apostolado el apoyo a los migrantes; yo, con miedo y temor de estarle fallando al Señor, acepté regresar. Este nuevo llamado ya no era al servicio pastoral como sacerdote, sino como un laico.

Me preparé en la Pastoral de Movilidad Humana y en la Fundación Escalabrini para servir a mis hermanos migrantes. Después se me propuso servir en la Casa del Migrante Arcángel San Rafael en Iztapalapa, CDMX, lo que vi, más que como un trabajo, como un servicio maravilloso que el Señor me ofrecía. El 25 de octubre abrimos la casa por emergencia, y recibimos a los primeros 120 migrantes, en medio de grandes carencias.

Dios ha tocado los corazones de muchos hermanos que han aportado recursos a esta casa, en la que he vivido una experiencia profunda que me ha permitido proporcionar el auxilio, el abrazo, la escucha activa y el apoyo valioso, con el que las personas migrantes se benefician.