Dos frases tomadas de los salmos para aclamar a Dios en las noches difíciles
Parecería que cuando una persona está enferma o sufre por alguna razón, los momentos más difíciles ocurren en la noche.
El Evangelio de Lucas (18,1-8) aborda el tema de la perseverancia en la oración: En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. “Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: ‘Hazme justicia frente a mi adversario’. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme'”. Y el Señor añadió: “Fíjense en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante Él día y noche?; ¿o les dará largas? Les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”.
Ya desde el Antiguo Testamento la oración es un medio privilegiado para procurar la relación con Dios. En el libro de los Salmos encontramos particularmente dos ejemplos que nos hablan de la oración en tiempos de sufrimiento.
El primero es: “Busqué al Señor en el momento de la prueba, de noche” (Salmo 77,2-3)
El segundo es: “Dios mío, de día te pido auxilio, y de noche grito en tu presencia” (Salmo 88,2).
Si bien el sufrimiento no conoce límite entre el día y la noche, parecería que cuando una persona está enferma, los momentos más difíciles ocurren durante la noche. De ahí estos salmos. Pero el orante no debe hacer distinción, sino perseverar en su clamor a Dios.
Por supuesto que Dios mismo invita a sus fieles a que oren, particularmente en los momentos de sufrimiento, comparables al tiempo de tinieblas de esta frase: “Busqué al Señor en el momento de la prueba, en la noche sin descanso…”.
Es verdad que muchos sufrimientos que debemos afrontar son comparables con la noche, por la incertidumbre sobre el futuro, por la incapacidad de saber hasta dónde llegará el mal.
Dios hace justicia a sus elegidos
Una vez aclarado esto, podemos comprender la expresión del Evangelio: “¿No hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche?”.
En este evangelio Nuestro Señor añade un acento de cercanía de Dios con el hombre, se trata de la frase “sus elegidos”.
Con este dato, se aclara plenamente que Dios no es nuestro enemigo; si suceden cosas tristes a las personas a lo largo de la vida, no es porque Dios se goce en hacernos sufrir, sino más bien cosas que a todos suceden, y que Dios atiende cuando oramos con insistencia para ser salvados por su mano.
Para concluir, no debemos dejar pasar la pregunta con que Jesús cierra el discurso: “… cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
Esta pregunta nos llega como un serio cuestionamiento para todas las generaciones cristianas. El Señor nos previene para que, eslabón por eslabón de las generaciones, seamos responsables en el ejercicio de la oración y en la transmisión del Evangelio.
Mons. Salvador Martínez Ávila es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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