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‘Comer con manos impuras’, la controversia entre Jesús y los fariseos

29 agosto, 2021
‘Comer con manos impuras’, la controversia entre Jesús y los fariseos
Ritos de purificación. Foto: Pixabay.

Del santo Evangelio según san Marcos (Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23 )

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén.

Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?”. (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos!

Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres’. Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme.

Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.

Cultura Bíblica

Al mirar las prescripciones que exigían los fariseos a los discípulos de Jesús viene la pregunta: ¿Podemos reducir la religión a puros actos internos? ¿Los signos externos tienen algún valor?

El Evangelio de este día nos presenta la controversia entre Jesús y las autoridades judías a propósito del sentido de los signos de purificación, que no eran cumplidos estrictamente por sus discípulos. Lo primero que quisiera expresar es el sentido religioso de los ritos de purificación.

Pensar que los ritos de lavarse las manos y los brazos, lavar ollas y sartenes sea un asunto de higiene, sería un anacronismo en contra de la fe judía.



Para el pueblo de la Antigua Alianza, la comida está inmersa dentro del misterio de la vida, el comer es el medio por el cual vivo, pues de allí recibo los nutrientes que me dan energía; esto, por tanto, está dentro del ámbito de la relación con Dios.

Esto es muy palpable. Cuando el pueblo debió caminar por el desierto, Dios se comprometió a ser quien lo alimentara y le diera agua para beber (cfr. Ex 16,1-36).

Más adelante, cuando ya eran sedentarios, muchas veces sucumbieron a la tentación de invocar a divinidades de la fertilidad para lograr buenas cosechas, entonces Dios intervino por medio del profeta Oseas para reforzar la confianza en Dios, fuente de toda fecundidad (cfr. Os 2,16-25).

Esto también explica por qué hay tantas prescripciones sobre lo que está permitido y no está permitido, comer e incluso, sobre aquellos a quienes sí puedes o no debes invitar a tu mesa. Se ingresa al momento de la comida después de haberse purificado ritualmente. Después de haber trabajado o realizado compras, que no son consideradas acciones sagradas, los lavados son preparación para la comida.

Sin embargo, el Señor hace notar que estos actos rituales han adquirido una importancia y un peso excesivo, puesto que los ritos son expresión de disposiciones interiores de agradecimiento, reverencia ante Dios creador, etc. Por este motivo, hace un fuerte llamado a no dar más importancia a la purificación externa, sino a que las personas cultivaran actitudes de pureza internas, las cuales son expresadas por medio del lavado de manos y otras prácticas.

El ser humano no es solamente cuerpo, así como no es puro espíritu, por eso las actitudes y prácticas internas necesitan de acciones significativas externas que las expresen. Jesús nunca pretendió abolir las religiones o hacerlas asunto de intimismos individualistas.





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