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COLUMNA

Compromiso social de la fe

Nuestras guerras

Nada bueno ha dejado la polarización social; al contrario, es el campo propicio para debilitar a la sociedad.

3 noviembre, 2023
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Autor

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios. 

El mundo está en conflictos constantes. Nos preocupa cuando un país declara la guerra a otro porque implica un grado de violencia mayor, y es especialmente doloroso encontrar entre las víctimas a niños o a personas mayores o enfermas, porque las guerras no respetan límite alguno.

Lo vimos el año pasado en la injustificada agresión de Rusia contra el pueblo ucraniano, que afectó directamente a la sociedad civil tocando lugares tan sensibles como hospitales o espacios habitacionales; guerra sin final, provocada por la soberbia de un gobernante sin sentido cristiano, no obstante
la ostentación de sus rezos.

Lo vemos ahora en la absurda agresión al pueblo de Israel por terroristas que se escudan en ideologías pseudo religiosas para ocultar sus odios, provocando la muerte de familias enteras. La reacción por parte de los actuales gobernantes de Israel también merece la reprobación del mundo, porque la violencia no se resuelve con más violencia. Sigue presente la dureza de corazón en esa región a la que llamamos con toda razón Tierra Santa porque Jesús recorrió esos caminos y pueblos, proclamando el fin de la ley de la venganza: “ojo por ojo, diente por diente”, para construir una nueva humanidad.

El Papa Francisco nos convoca a intensificar nuestra oración para pedir el don de la auténtica paz, que comienza en el corazón de cada persona y se extiende a nuestras relaciones sociales. La paz para Ucrania,
Tierra Santa, Siria y distintos países de África, pero también la paz para terminar con las guerras al interior de nuestros países, provocadas por la ambición de políticos sin escrúpulos que dividen a sociedades manipulando a los más sencillos con dádivas y mentiras, y manejando a otros con la amenaza o la corrupción, como sucede en muchos Estados de Latinoamérica: Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Argentina y ahora también en México.

Nada bueno ha dejado la polarización social; al contrario, es el campo propicio para debilitar a la sociedad y fortalecer al crimen organizado bajo el manto protector de la corrupción.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.


Autor

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.