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COLUMNA

Compromiso social de la fe

¿Día de la raza o de la hispanidad?

Como hombres y mujeres de fe, indígenas o europeos, no podemos sino agradecer a Dios por un capítulo más de la historia humana de la que somos parte,  iluminada y redimida por Cristo.

12 octubre, 2023
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Autor

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios. 

El 12 de octubre se conmemora la llegada de Cristóbal Colón a las islas del Caribe en 1492 y con ello a nuestro continente. Para recordar este suceso en muchos países, especialmente en México, se ha celebrado durante mucho tiempo el Día de la Raza, aludiendo con ello a los pueblos originarios de estas tierras antes de la llegada de los españoles en particular y los europeos en general.

España celebra el Día de la Hispanidad en recuerdo al mismo suceso de Cristóbal Colón.

Al cumplirse los 500 años de este acontecimiento, comenzó el revisionismo histórico en medio de muchas discusiones marcadas por ideologías de todos los colores. Mientras que en todo el Continente americano se ha dado un calificativo negativo por lo que significó la violencia en la conquista de estas tierras por parte de los europeos, en España también se buscó dejar de lado aquella conmemoración.

Para los pueblos latinoamericanos comenzó a celebrarse sin pena ni gloria desde el año 2010 el Día de la Interculturalidad y Plurinacionalidad y en España desde hace un poco de más de tiempo la celebración de la fiesta nacional de España, con el consiguiente reclamo de los separacionistas.

La Iglesia Católica, desde la celebración de los 500 años en1992, a iniciativa del Gran Juan Pablo II, celebra la llegada del Evangelio al Nuevo Mundo, la llegada del primer anuncio de Cristo como Salvador y Redentor del género humano, presencia del amor de Dios para todos los pueblos, respetando sus diferencias y riquezas culturales y reivindicando su dignidad humana y su libertad interior.

Lo más rescatable y grandioso de este acontecimiento ha sido el encuentro de pueblos y culturas distintas que han forjado una realidad humana nueva en el mestizaje que nos caracteriza. No podemos negar nuestras raíces indígenas, ni nuestros orígenes españoles y europeos.

Lo más valioso ha sido la labor evangelizadora de miles de frailes y religiosas que fraguaron un catolicismo con la cultura de ambas partes, bellamente representado en el rostro de santa María de Guadalupe que nos ha dejado estampado en el ayate de Juan Diego.

El negacionismo histórico no nos ayuda a entendernos. Nosotros, como hombres y mujeres de fe, indígenas o europeos, no podemos sino agradecer a Dios por un capítulo más de la historia humana de la que somos parte,  iluminada y redimida por Cristo.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe


Autor

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.