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Comentario al Evangelio

Evangelio y lecturas de la Misa del IV Domingo de Adviento 2024

María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre”.

3 diciembre, 2024
Evangelio y lecturas de la Misa del IV Domingo de Adviento 2024
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. Foto Especial.

Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa del IV Domingo de Adviento 2024. ¡Conócelas!

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Lecturas y Evangelio del 22 de diciembre de 2024

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Miqueas (5, 1-4)

Esto dice el Señor:
“Y tú, Belén Efratá,
pequeña entre los clanes de Judá,
de ti voy a sacar
al que ha de gobernar Israel
;
sus orígenes son de antaño,
de tiempos inmemorables.
Por eso, los entregará
hasta que dé a luz la que debe dar a luz,
el resto de sus hermanos volverá
junto con los hijos de Israel.
Se mantendrá firme,
pastoreará con la fuerza del Señor
,
con el dominio del nombre del Señor, su Dios;
se instalarán, ya que el Señor
se hará grande hasta el confín de la tierra.
Él mismo será la paz”.
Palabra de Dios.

Salmo

Salmo 79, 2ac. 3c. 15-16. 18-19

R/. Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hombre que tú has fortalecido. R/.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

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Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (10, 5-10)

Hermanos:
Al entrar Cristo en el mundo dice:
“Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas,
pero me formaste un cuerpo;
no aceptaste
holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo
—pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí—
para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad”.
Primero dice: “Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un
cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias”, que se ofrecen
según la ley. Después añade: “He aquí que vengo para hacer tu voluntad”.
Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad
todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo,
hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas (1, 39-45)

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá”.
Palabra del Señor.

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Comentario al Evangelio:

El cuarto domingo de adviento siempre cae dentro de los nueve días anteriores a la navidad. Por lo tanto nos presenta un relato muy próximo al nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Esta vez tenemos la narración de la visitación de la virgen a su prima Isabel.

Lo primero que nos llama la atención es que las personas de fe viven conectadas entre sí por la gracia del Espíritu Santo, por este motivo hablamos de palabras o discursos proféticos ¿Cómo pudo saber Isabel que Dios había hecho promesas a María? ¿Cómo supo María que era oportuno visitar y ayudar a su prima si esta había decidido ocultarse durante su embarazo?

Todo esto solamente es posible comprenderlo a partir de la inspiración que viene del Espíritu. Nosotros, desde el día de nuestro bautismo, poseemos los dones del Espíritu, somos templos vivos del Espíritu ¿Será posible que entre nosotros cristianos de a pie también opere el Espíritu como lo hizo con la Virgen y su prima Isabel?

La respuesta no es difícil, el Espíritu siempre nos inspira. Desgraciadamente muchos de nosotros no damos crédito a dichas inspiraciones, tenemos una cantidad impresionante de distractores que oscurecen mucho la Palabra divina. Al acercarnos a la solemnidad del nacimiento del Señór, resulta muy adecuado concentrarnos en el valor sobrenatural de aquello que celebraremos, de tal manera que escuchemos con mayor claridad las mociones espirituales que Dios nos inspira.El cuarto domingo de adviento siempre cae dentro de los nueve días anteriores a la navidad.

Por lo tanto nos presenta un relato muy próximo al nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Esta vez tenemos la narración de la visitación de la virgen a su prima Isabel. Lo primero que nos llama la atención es que las personas de fe viven conectadas entre sí por la gracia del Espíritu Santo, por este motivo hablamos de palabras o discursos proféticos ¿Cómo pudo saber Isabel que Dios había hecho promesas a María? ¿Cómo supo María que era oportuno visitar y ayudar a su prima si esta había decidido ocultarse durante su embarazo?

Todo esto solamente es posible comprenderlo a partir de la inspiración que viene del Espíritu. Nosotros, desde el día de nuestro bautismo, poseemos los dones del Espíritu, somos templos vivos del Espíritu ¿Será posible que entre nosotros cristianos de a pie también opere el Espíritu como lo hizo con la Virgen y su prima Isabel?

La respuesta no es difícil, el Espíritu siempre nos inspira. Desgraciadamente muchos de nosotros no damos crédito a dichas inspiraciones, tenemos una cantidad impresionante de distractores que oscurecen mucho la Palabra divina. Al acercarnos a la solemnidad del nacimiento del Señór, resulta muy adecuado concentrarnos en el valor sobrenatural de aquello que celebraremos, de tal manera que escuchemos con mayor claridad las mociones espirituales que Dios nos inspira.