Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 17 de noviembre 2024. ¡Conócelas!
En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el Libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horno eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
Palabra de Dios.
R/. Protégeme, Dios mío,
que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.
Ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar los pecados. Él, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies. En efecto, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados. Ahora bien, donde hay remisión de estas cosas, ya no hay más oblación por el pecado.
Palabra de Dios.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Más de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”.
Palabra del Señor.
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“Alégrense siempre en el Señor. Se lo repito ¡alégrense! El Señor está cerca. (Filip 4,4-5)
Dos de los capítulos más grandes de toda la Biblia, son los primeros de San Lucas, que dedicó a todo lo relacionado con el anuncio y nacimiento de Jesús, no por nada le apodan el Evangelista de la Virgen María; hay quien incluso sostiene que seguramente se tuvo que entrevistar con ella, porque ningún otro de los evangelios sinópticos hablan de los detalles narrados por él.
Después de estos extensos capítulos llenos de tradición, con himnos, con cánticos que llevarían años en la usanza judía, porque hablaban del Mesías: El Esperado por los pueblos; San Lucas dirige al querido Teófilo, que a final de cuentas somos tú y yo, los que queremos amar a Dios, los teófilos, los que aman a Dios, los amigos de Dios, los que quieren estar con siempre con Él.
A Teófilo entonces dirige esta narración, donde el capítulo 3 comenzará con el ministerio de Juan el Bautista, nada fácil ya que le toca percibir la cercanía, la brevedad de los tiempos a los que se enfrentaba su vida; vida que llegaba al punto del no retorno, porque la opción hecha por el reino de Dios, el que habría de predicar su primo Jesús, era ya inminente. Con razón le fueron a preguntar a Él si era el Mesías y supo reconocer Juan, que él bautizaba con agua, pero vendría quien bautizaría con fuego y a Aquél, ni siquiera era digno de desatar la correa de sus sandalias.
Así que a Juan le toca presentar la llegada del Cordero de Dios, quien quitará el pecado del mundo, por lo que en la mayoría de la iconografía, al Bautista se le identifica con esa frase, diciendo o señalando: “Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi”, ¡He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo!
Seguramente muchos nos preguntamos y ¿cómo hizo Juan, para saber que ya era el tiempo, que ya era la hora de comenzar todo? Seguramente estimaba mucho a su primo Jesús, pero de eso a darse cuenta de que Él era el Mesías, quien cumpliría las promesas hechas por Dios a través de los profetas, de los cuales él era el último.
Y para responder a esto, qué bueno que el III Domingo de adviento nos recuerda la Alegría, el domingo de la Alegría, le apodan a éste en particular. ¡Qué buena respuesta, saber que cuando Dios va a cumplir su promesa, primero viene la alegría!
Con razón he visto en el umbral de la muerte a personas con una sonrisa, que saben que ya van a Dios; con razón he visto llorar mujeres cuando van a dar a luz, pero no dejan de sonreír al estar viendo a su hijo, aún en medio del dolor que el parto supone. Con razón veo sonreír todavía personas que van a su trabajo, aunque la situación dicen sus compañeros: está de la patada. Con razón celebro hoy este Domingo Gaudete, con alegría, no porque todo esté resuelto, no porque todo acabe como fábula, de “vivieron felices por siempre”; sino porque Jesús está cerca, de mí y de tí, querido Teófilo lector.
Con este comentario al evangelio, termino más de dos décadas de escribir para Desde la Fe, contento no por terminar, sino porque preparar los comentarios al evangelio, siempre me recordó lo que el Domingo III de Adviento: El Señor está cerca, el Señor llega ya! ¡Ven Señor Jesús!
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