Peripecias de un Obispo Auxiliar.
Aquella tarde soleada, llegó muy orondo a la solemne visita pastoral, el obispo, enfundado en su elegante sotana negra con filetata y solideo, a una pequeña y remota capilla, en la periferia de la ciudad, y para recibirlo, como es debido, le salió al encuentro una humilde señora, con una corona de flores para ponérsela en el cuello y un crucifijo, para que lo besara, como debe ser, pero, que en años había visto llegar a un obispo en semejantes galas. Lo recibe, y le pregunta con tono de conmoción y de alegría:
– ¿Es usted el bueno?
– ¿Qué quiere decir, señora?
– Sí, quiero decir, ¿que si usted es el obispo primario o el secundario?
– Mmmh bueno no soy el primario,
– Entonces, ¿no es el oficial?
– Bueno no soy el primario, pero sí soy oficial,
– Pero, ¿es el legítimo?
– Bueno, sí, soy legítimo pero no el Ordinario.
– Mmmh, a ver, ¿es Usted el obispo titular?
– No, evidentemente
– Entonces ¿es el suplente?
– Tampoco señora
– Entonces, ¿qué es Usted?
– Soy obispo, pero Auxiliar
– Bueno, bueno, como quiera pásele pues, bienvenido
– Válgame Dios.
Mons. Alfonso Miranda
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