¿Por qué necesitamos una Fiscalía autónoma?
En esta columna invitada, Leonardo García Camarena reflexiona sobre la importancia de fiscales autónomos.
Si las leyes mexicanas nos concedieran a los padres de familia un “objetor general de conciencia” o un “defensor del derecho que tenemos los padres de educar a nuestros hijos conforme a nuestras propias convicciones”, lo primero que le pediríamos al presidente electo y a su bancada, es que no lo eligiera él, que nos diera oportunidad de proponerlo a nosotros o por lo menos, que juntos: padres de familia y gobierno, definiéramos unas reglas, unos requisitos y una metodología adecuada.
En el caso de combatir la corrupción, no necesita pedirnos proponer un fiscal general a modo de nuestros intereses y derechos, pues cuenta el Estado Mexicano con un andamiaje jurídico listo para que, respetando esas reglas y adecuándolas al derecho y modo de todos los mexicanos, pueda junto con sus bancadas elegir a uno eficaz, autónomo e independiente del poder político.
La clave está en la reforma al artículo 102 constitucional, pues si el presidente electo es congruente con todos los discursos y compromisos, tiene en ella la oportunidad de desligarse de quienes lo tildan de megalómano, dispensador de bienes, ignorante pleno o con incapacidad intelectual. Sólo tiene que instruir a su partido y a los legisladores federales de ambas cámaras para que consoliden una Fiscalía General de la República eficaz, autónoma e independiente del poder político.
Todos sabemos que la ósmosis milagrosa no existe y que, por ende, pensar que tendrá un fiscal general eficaz sólo porque él lo pronuncie o elija, es un pensamiento demasiado alejado de la realidad. Así lo demostró cuando afirmó que cancelar el proyecto del nuevo aeropuerto en Texcoco no traería consecuencias negativas para el país, y las pérdidas económicas siguen cuantificándose.
Si uno de sus principales compromisos tiene que ver con erradicar la corrupción, sólo podrá ser factible si el país, no el presidente, cuenta con un fiscal autónomo e independiente, ya.
Por ello, un buen paso hacia la contención de un hiperpresidencialismo que en nada beneficia al país, es la elección de un fiscal general, que esté al servicio de las necesidades de los mexicanos.
Para decírselo con contundencia y suficiente fuerza, diversas organizaciones nos hemos sumado a este extraordinario, serio y profesional esfuerzo de juntar firmas, acorde a las reglas del INE, para decirle al presidente electo que reforme el artículo 102 constitucional y elija un fiscal eficaz, autónomo e independiente del poder político.
Me uno a la exhortación que el pasado 8 de noviembre escribiera en su columna Catón: Cuidado con generar “un régimen fincado en el poder de un solo hombre. Un gobierno así es por sí mismo antidemocrático, y por lo tanto peligroso. Prevengámonos entonces contra los riesgos del caudillismo autoritario, del populismo demagógico”.
Si tú no has firmado, qué esperas, todavía estamos a tiempo.
Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión, y no necesariamente representa el punto de vista de Desde la fe.