La mujer con la que todos sueñan
Esta columna está dedicada a esas mujeres que, en lo pequeño y cotidiano, han cedido sus vidas con tal de ver crecer y triunfar a los suyos.
En el marco internacional del Día de la Mujer, hay mucho qué decir al respecto. Quizás convenga iniciar con las alarmantes cifras que todos los días nos recuerdan que cientos de mujeres son desaparecidas, violentadas y asesinadas; seguido de los micro machismos que hoy en día continuamos experimentando y que, para las afortunadas que no han vivido la violencia física, ni han sido víctimas de algún acoso, es la dosis diaria mínima a la que tenemos que estar expuestas porque: “así es la vida”.
Sin embargo, quisiera dejar este legítimo reclamo en manos de otras mujeres que sin duda lo harán de forma clara y contundente; y yo adentrarme a uno de los ejercicios más increíbles cuando se trata de imaginar algo grande y poderoso.
La imaginación es sin duda uno de los atributos que nos hace aspirar a lo grande, a lo bello y a lo perfecto, o por el contrario, nos puede invadir el miedo y la desesperanza de tan solo imaginar un escenario catastrófico.
Hay varios momentos de nuestras vidas que nos es fácil imaginar: el día en que recibimos nuestro título profesional, el día en que nos casamos, el día en que tenemos a nuestro primer hijo, el día en que nuestro negocio tiene el éxito que habíamos soñado. Así pues, esos momentos que anhelamos, y que primero Dios algún día veremos hechos realidad, toman más sentido cuando aprendemos a disfrutar de ellos mientras los vamos construyendo, mientras todavía no son aquello que en nuestra mente están llamados a ser.
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Exactamente lo mismo pasa con nuestro ideal de mujer. Todos quieren casarse con la mejor, todos quieren tener a la mejor madre, todos quieren a la mejor amiga y tener a la mejor profesionista en sus trabajos. Sin embargo, hemos perdido la capacidad de verla grande y como la soñamos en nuestro día a día. Nos acostumbramos a ver lo extraordinario en nuestra rutina diaria y aprendimos a tratarla como algo que debía estar ahí, sin reconocer el mérito, el esfuerzo y sacrificio que le toma a cada una de las mujeres estar en donde se sienten llamadas a estar.
Como sociedad, como mujeres y hombres, no sólo estamos llamados a reconocer la gran labor de las mujeres, especialmente ahí en donde se le hace menos, se le trata mal y es incluso menospreciada. Estamos llamados a reparar el daño que por mucho tiempo y que en circunstancias actuales, siguen lastimando a la mujer en lo más profundo de su ser, en aquel lugar, dentro de sus entrañas, en donde se encuentra su llamado, su esencia y su gran tesoro a la humanidad. Aquello que necesita florecer, pero que por tantos miedos e inseguridades, miles de mujeres han preferido silenciarlo, hacerlo chiquito y seguir con su vida.
En donde haya una pequeña señal de sueño y anhelo, es nuestro deber acrecentarlo en cada mujer. En donde haya una pequeña señal de miedo, es nuestro deber vestirla de fortaleza y en donde haya una pequeña señal de mentira sobre ella, es nuestro deber mostrarle la verdad con la que fue creada y el mundo que espera de aquello que sólo ella puede dar.
Esta columna está dedicada a esas mujeres que en lo pequeño y cotidiano han formado generaciones e incluso han cedido sus vidas con tal de ver crecer y triunfar a los suyos. Hoy es nuestro compromiso hacerles saber que ellas también están hechas para algo grande y que cada sacrificio suyo no habrá sido en vano.
*Alison González es vocera de la organización Pasos por la Vida.
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