Humanae Vitae, una encíclica profética
Entre las graves consecuencias de los anticonceptivos, Pablo VI profetizó el camino fácil a la infidelidad conyugal, que hoy sufren muchos matrimonios.
La carta encíclica Humanae Vitae es un documento que escribió el santo Papa Pablo VI en un momento crucial para la Iglesia.
A mediados del siglo pasado, el avance tecnológico permitía al hombre, no solamente tener control sobre aquello que giraba alrededor de él, sino incluso se abría la posibilidad de manipular al mismo hombre en pro de la ciencia y la humanidad. Ya todo estaba bajo el control del hombre.
Unos de los asuntos medulares era y sigue siendo: la sobrepoblación y las reservas insuficientes para la supervivencia del hombre, así como la cuestión de la regulación de la natalidad. ¿Debía la Iglesia secundar los esfuerzos de la ciencia y la tecnología para el desarrollo del hombre? O ¿debía, por el contrario, ser oposición ante aquello, incluso pudiendo ser manipulado no debería haber sido tocado nunca en primer lugar?
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Todo era desconocido y un tanto confuso, realmente había material para considerar la contracepción como un bien para la humanidad. El trabajo de su Santidad Pablo VI resultó ser profético para nuestros días, pues gracias al trabajo de los cardenales encargados, entre ellos Karol Wojtyla, ahora San Juan Pablo II, la Iglesia tuvo la claridad suficiente para proteger la dignidad humana en todo momento, cuidando la forma en que todo ser humano merece ser concebido, así como para oponerse a los métodos de regulación artificial de la natalidad que causarían graves consecuencias en los matrimonios y la sociedad.
¿Por qué se dice que es un documento profético?
En una parte de la carta encíclica, el Papa Pablo VI anuncia las graves consecuencias que derivarían de los métodos anticonceptivos. En primer lugar, menciona que “se abriría un camino fácil y amplio a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad”. Haciendo más complicada la virtud de la fidelidad y arrebatando la confianza entre los esposos.
Por otra parte, el Papa menciona (No. 17): “Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada.”
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¿Infidelidades y cosificación de la mujer?
Esta es una realidad a la que se enfrenta el mundo entero, y no porque no hubieran existido estas situaciones anteriormente, sino porque algo que era considerado la excepción, una lástima a la que algunas familias se enfrentaban, hoy en día es la norma de convivencia.
El amor debe ser libre, total, fiel y fecundo. El amor multiplica alegrías, no causa desgracias. Un bebé en camino debería ser siempre una causa de gozo en nuestras vidas. Es el amor de la pareja encarnado, hecho una realidad concreta y tangible.
La Iglesia nunca podrá promover los métodos anticonceptivos artificiales, ni el aborto porque no solamente significaría la debilitación de la institución más importante para la sociedad: el matrimonio, sino porque es expresamente un atentado contra la dignidad de la persona.
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*Alison González es vocera de la organización Pasos por la Vida.
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