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Cielo y tierra

4 virtudes para cultivar este Adviento: la caridad (cuarta de cuatro partes)

¿Qué es caridad? Amor que se concreta en una actitud o acción. Por eso este artículo sobre caridad, ofrece 3 propuestas concretas para amar:

19 diciembre, 2020
4 virtudes para cultivar este Adviento: la caridad (cuarta de cuatro partes)
La caridad para los cristianos es importante porque al ejercerla cumplimos la voluntad de Dios. Foto Ricardo Sánchez
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Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años. 

¿Qué es caridad? Amor que se concreta en una actitud o acción. Por eso este artículo sobre caridad, ofrece 3 propuestas concretas para amar:

Amor a Dios

Cada año celebramos que Jesús nació, lo contemplamos pequeñito en el pesebre, y pocos días después, el tiempo navideño termina en la fiesta del Bautismo de Jesús, a quien el Evangelio lo presenta de “unos treinta años” (ver Lc 3, 23). ¿Qué pasó entre Su infancia y edad adulta? La Biblia no lo dice, pero ello no impide que podamos imaginar cómo fue. Sabemos que cuando Jesús se hizo Hombre, renunció a los privilegios de ser Dios, así que de seguro no llamaba la atención, pero Su bondad e inteligencia eran inocultables, lo que tal vez despertaba envidia; que no dijera mentiras, ni aceptara hacer maldades, que no se burlara, sino acogiera a quien todos despreciaban, probablemente provocaba rechazo de algunos maldosos que tal vez le hacían burla; quizá sufrió ‘bullying’. Quién sabe cuántas cosas vivió en esos años de los que no platicó nada ni se quejó nunca, pero en los que sin duda tuvo que soportar muchas cosas difíciles, y lo hizo por amor a nosotros, a ti y a mí.

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Propone san Juan: “Nosotros amemos, porque Él nos amó primero” (1n 4, 19). Con nuestro amor al Señor, correspondemos a Su amor. Así que la propuesta concreta para comenzar a practicarla este Adviento es corresponder a lo que Él tuvo que aguantar en Su vida cotidiana durante esos treinta años, ¿cómo?, soportando nosotros lo que nos toque vivir cotidianamente. Por ejemplo: ¿Tienes frío o te agobia el calor?, ofréceselo por amor a Él, que también lo sufrió pues vivió en regiones de clima extremo. ¿Te critican, no te comprenden?, ofréceselo por amor a Él, que también fue criticado, incomprendido. Jesús sabe lo que se siente estar triste, pasar necesidad, ser extranjero, ser perseguido, perder un ser querido, realizar labores agotadoras o simplemente aburridas, ser ofendido, discriminado. No hay nada que tú vivas que no haya vivido. Ofrécele con amor cada cosa que te toque vivir. Solidarízate con Él, que se solidarizó contigo.

Amor a los demás

El amor a otros puede tener muchas expresiones, y en este período de confinamiento la propuesta es amar a quien padece soledad, en especial a los adultos mayores. Muchos no tienen computadora ni celular y llevan meses deprimidos, sin ver a sus seres queridos. Hay que llamarles por teléfono. ¡Tienen tanta necesidad de que alguien les oiga! Supe del caso de una viejita en un asilo. Le dio covid y su familia no pudo entrar a verla. Pero quien la atendía puso su celular en el oído de la viejita y pudo oír a sus hijos, que le hablaron, le cantaron, rezaron, la hicieron sentir acompañada. Anímate a llamar a la tía solitaria y gruñona, al vecino viudo que vive solo, ponles su villancico favorito, cuéntales algo divertido, pídeles que te platiquen anécdotas de su vida, ¡les harás el día! Haz de tu celular un instrumento para amar.

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Amor a nosotros mismos

A esta altura de la pandemia mucha gente perdió un ser querido, y al dolor de perderle añade el de sentirse culpable. Se pregunta si le contagió; si debió hacer algo más para ayudarle; siente frustración por no haberse podido despedir. Y el remordimiento y los ‘hubiera’ no le dejan vivir. Por eso esta tercera propuesta consiste en amarnos, y, en concreto, en perdonarnos.
No tiene caso dar vueltas y vueltas a preguntas que lastiman y no tienen respuesta: ‘¿y si le hubiera llevado al hospital?’ o al contrario: ‘¿y si le hubiera dejado en casa?’, ‘¿por qué no noté lo que necesitaba?’, ‘¿por qué no reaccioné antes?’ ¡Basta! Al dolor del duelo no hay que cargarle culpas, porque se vuelve insoportable. Si acaso hicimos mal a propósito, pidamos perdón a Dios, pero lo más probable es que hicimos lo mejor que pudimos por nuestros seres queridos fallecidos. Dejemos de atormentarnos imaginando si otra cosa hubiera sido mejor. Trabajemos en recuperar la paz, pongámoslos y pongámonos en las manos del Señor, encomendándonos a Su perdón y a Su amor.

 

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Autor

Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años.