Hay varios errores que los católicos jamás deberíamos cometer con la Biblia, te presentamos 10:
En todo hogar católico debe haber al menos una Biblia. Las hay de precios muy accesibles, e incluso es posible conseguirla en donación. Sólo hay que asegurar que sea católica, pues su traducción no está alterada y tiene todos los libros bíblicos. Para saberlo buscar en la página legal el Imprimatur eclesiástico.
Una Biblia en un librero o dejada en un atril como decoración, está desperdiciada. ¡Hay que leerla, aprovecharla!
Practicar ‘ruleta bíblica’ (abrirla donde sea, señalar, sin ver, algún renglón y leerlo como si fuera mensaje directo de Dios), es una práctica muy riesgosa, porque puede ponerse el dedo en una frase que nos confunda o conduzca al error. Por ejemplo: “Judas se ahorcó”, ¿cómo tomarlo?, ¿como sugerencia divina de imitarlo? ¡qué disparate! La Biblia no se debe leer al azar.
La Biblia es una biblioteca, un conjunto de setenta y tres libros de muy diversos géneros literarios, escritos por distintos autores, en distintos tiempos y circunstancias. No está pensada para leerla de corrido de principio a fin, porque podemos topar con libros de difícil comprensión y abandonar la lectura. Es mejor comenzar por algún Evangelio, para conocer a Jesús.
Como la Sagrada Escritura se presta para distintas interpretaciones, Jesús otorgó a la Iglesia poder interpretarla sin error. Hay que leer la Biblia con ayuda de una buena guía católica. Hay estupendos comentarios bíblicos, por ejemplo de los Padres de la Iglesia, santos sabios de los primeros siglos del cristianismo; y desde luego está el Catecismo de la Iglesia Católica, que enseña la correcta interpretación de textos bíblicos que son clave para nuestra vida de fe, por ejemplo, sobre la Eucaristía.
Anotar en la Biblia no es faltarle al respeto. Subrayar un texto, poner una flechita, una indicación en cierto pasaje, nos ayuda a destacarlo y localizarlo. Claro, con lápiz que se pueda borrar, no pluma y menos marcador fosforescente porque mancha el reverso.
No hay que pensar que ya conocemos un texto por haberlo leído una vez. Nosotros cambiamos cada día, y la Palabra nos sigue el paso; tiene siempre algo que decirnos hoy. Podemos descubrirle siempre algo nuevo si la recibimos como por primera vez.
Preguntemos o busquemos en un diccionario, el celular, internet, qué significan los términos bíblicos que no conocemos. Ello nos permitirá comprender mejor lo leído.
“La Palabra de Dios es viva y eficaz y penetra hasta las junturas del alma y del espíritu” (ver Heb 4, 12). No nos conformemos con leerla. Hay que saborearla, reflexionarla, platicarla con Dios, guardarla en el corazón, memorizar alguna frase que nos conmovió, en suma, dejarla actuar en nosotros, transformarnos; permitirle ser “lámpara para nuestros pasos” (Sal 119,105).
Dice san Pablo que la Sagrada Escritura es “útil para enseñar, argüir, corregir, educar” (ver 2Tim 3,16). No la dejemos en el papel, tengámosla presente en nuestra vida cotidiana: comentemos en familia las Lecturas de la Misa; difundamos en redes sociales nuestras frases bíblicas favoritas, incluyámoslas en nuestras conversaciones. El mundo está en tinieblas, ¡contribuyamos a iluminarlos con la Palabra!
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