Consigna vigente
Más allá de quienes tenemos una fe y devoción católicas, los mexicanos mantenemos un espíritu religioso que no se borrará ni con ideologías, ni con tecnologías,
AYER: El domingo 16 de septiembre de 1810 la feligresía del pueblo de Dolores acudía a la Santa Misa en el marco de los festejos patronales. Los repiques de campana no eran raros ni extraordinarios. Se encontró con que el señor cura Miguel tenía un pendiente mayor que la fiesta: había sido descubierta la conspiración política de la que él mismo formaba parte. Era necesario movilizarse y ese domingo inició el movimiento de independencia. Hay poca certeza de lo sucedido (incluido un “grito” como tal), pues a nadie importaba tener registro seguro del acontecer. En lo que muchos relatores concuerdan es que las arengas repetían tres “vivas” y un “muera”: Viva la religión, Viva la Virgen de Guadalupe, Viva Fernando VII y Muera el mal gobierno.
HOY: La historia siempre se escribe después de que ha sucedido todo y no siempre se escribe todo lo que ha sucedido. Con sencillez y humildad hemos de aceptar que de ordinario la leyenda funciona primero como cuna y luego como casa permanente de lo que llamamos historia, más si luego la hacemos “oficial”. Y el Cura Miguel por supuesto que debía anteponer la religión y la devoción para dar fuerza a lo que políticamente veía conveniente (su fidelidad a la Corona) y lo que socialmente veía muy mal (el gobierno de entonces). De las cuatro consignas, las dos primeras siguen y seguirán vigentes en la conciencia y en el ser de muchos mexicanos, la tercera ya ha concluido, y la última parece que no tiene fin.
SIEMPRE: Más allá de quienes tenemos una fe y devoción católicas, los mexicanos mantenemos un espíritu religioso que no se borrará ni con ideologías, ni con tecnologías, ni con persecuciones políticas. Más allá de modelos o estilos de gobierno (monárquico, teocrático, republicano, dictadura) los seres humanos avanzamos hacia la libertad, el respeto, la igualdad de oportunidades, el progreso, la paz. No concibo que alguna sociedad –ni en este mundo ni en otros mil, ni en este universo o sus alrededores- esté feliz con un mal gobierno. Y esto no es cuestión de leyes locales, políticas partidistas o ideologías pasajeras, sino de lógica elemental. Así pues: muera el mal gobierno. Siempre.
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