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COLUMNA

Ángelus Dominical

Grandeza y miseria

Dios mismo es quien nos da sabor de gloria, que en las líneas de nuestras terribles miserias Dios mismo sigue escribiendo derecho y bonito

9 julio, 2023

EL DOMINGO PASADO aquí comenté sobre los miedos que todos traemos a la espalda, y acaso recordarás que terminábamos diciendo que son parte de la vida y hay que aprender a manejarlos para crecer, no para quedarnos atados y escondidos…

EL LUNES SIGUIENTE me dediqué a leer la carta apostólica del Papa Francisco con ocasión del cuarto centenario (19 de junio) del nacimiento de Blas Pascal, científico, filósofo y buen cristiano que –como tantos otros genios- supo calar en su tiempo y con su pensamiento se hizo universal…

CON ASOMBRO Y GRATITUD leo las palabras del Papa que busca poner en el candelero la experiencia profunda y crítica de un corazón humano en búsqueda sincera de Dios; aunque su carta sea discreta y pase sin hacer ruido, seguramente te hará mucho bien si la lees con el respeto que merece todo camino hacia Dios, como el de Pascal…

GRANDEZA Y MISERIA del hombre (en latín: Sublimitas et miseria hominis) es el título de la carta, y esas palabras nos remiten a los miedos y posibilidades que tenemos todos los seres humanos, pues –en palabras de Pascal- “el hombre no es más que una caña, la más frágil de la naturaleza, pero una caña que piensa”…

VIENEN A MI MEMORIA nombres de reales y ficticios, pero todos terminando por mostrar que la auténtica grandeza del hombre nace de su humildad, de reconocer su propia indigencia para poder remontar hasta cimas de heroísmo y entrega: Alejandro Magno, el Quijote de la Mancha, Gandhi, Juan Tenorio, el centurión del evangelio, Francisco de Asís…

A SU MODO Y EN SINTONÍA con lo que estamos diciendo, Salvador Díaz Mirón muestra la faceta por demás contrastante del ser humano en su poema “A Gloria”: A través de este vórtice que crispa,/ ávido de brillar, vuelo o me arrastro:/ oruga enamorada de una chispa/ o águila seducida por un astro…

HE ALLÍ UN RETRATO MÁS –otro más- de los muchos en donde hemos sido retratados los hijos de Eva (expulsada del Paraíso) e hijos de María (recibida en lo alto del cielo), los que somos síntesis de Dimas y Gestas (uno enfundado en su soberbia y desatino, y otro alcanzando la beatitud), los que emulamos a Pedro envalentonado y a Pedro cobarde: ¿así o más clarito?…

CON EL JWST (¿EL QUÉ?), con el “James Webb Spacial Telescope” –el telescopio de última generación lanzado el 25 de diciembre de 2022- nos hemos asomado a lo más lejano del Universo, a distancias que nos parecen incomprensibles, con el objetivo de buscar el origen de cuanto existe; y como si fuera irónico contraste, cuántos de nosotros seguimos sin querer ver a quien existe en la cercanía más inmediata (¡ya me da vergüenza/asombro aquello de lo que somos capaces!)…

LA NOBLE PRÁCTICA de un examen de conciencia al final del día tiene la finalidad directa de reconocer que somos pecadores y entonces pedir perdón a Dios con humildad, pero también es herramienta para retomar el camino correcto y -¡siempre con humildad!- pedir a Dios nuevas fuerzas para emprender el siguiente día en su presencia, para gloria suya…

TAL VEZ LO PERCIBES, paciente lector, que hoy estoy como en tono “contraste”, es decir, como en mezcla de ansiedad y esperanza, como si el amanecer y el ocaso confluyeran, como si la altura y la profundidad lograran encontrarse; y no, no quiero terminar sin atar dos cabos: que no obstante nuestra miseria y fragilidad, Dios nos ha creado –así dicta la memoria del catequista- para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida y gozarlo en la eternidad…

QUE VENGA EN MI AYUDA la palabra del Apóstol Pablo que no solo afirma que llevamos un tesoro en la pobre vasija de barro que somos (2 Co 4, 7), también nos retrata como atribulados en todo pero no angustiados, en apuros más no desesperados, perseguidos pero no desamparados, derribados pero no destruidos…

AL TERMINAR DE LEER esta columna, por favor busca en tu despensa un chocolate –si es oscuro es mejor- y llévalo a tu boca, y vuelve a darte cuenta que de la negrura más espesa Dios mismo es quien nos da sabor de gloria, que en las líneas de nuestras terribles miserias Dios mismo sigue escribiendo derecho y bonito, bonito, bonito…