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COLUMNA

Ángelus Dominical

Ángelus dominical: Tú también tienes alas de águila

¿Por qué Dios permite que mueran tantos por la pandemia?; más bien Dios permite que recibamos “alas de águila” y nos libra del verdadero mal.

7 junio, 2020
Ángelus dominical: Tú también tienes alas de águila
Angelus Dominical.

ESTAMOS AL BORDE del precipicio y la altura descomunal parece engullirnos, la mirada se pierde buscando el fondo y parecería que ahí la fuerza de gravedad es el doble de lo natural; la orilla es la única y frágil seguridad a la que quisiéramos aferrarnos de cuerpo entero, pero nuestros pies son los únicos que caben en su diminuta medida…

EL VIENTO SOPLA como para todos lados, casi con la intención de desestabilizar la poca confianza que tenemos en el peso propio; arriba -el cielo- lejano, muy lejano, tan lejano y tan mudo como si fuera un único ojo cósmico que testificará nuestra perdición, buscamos de dónde sujetarnos pero en el borde del abismo hasta las piedras y peñas se hacen resbaladizas, el suelo no es capaz de darnos consuelo…

Y SI NO FUERA SUFICIENTE, vemos que el enemigo se acerca con armas desconocidas para nosotros, cerrando todo paso y cancelando cualquier ruta de escape; más que fiera hambrienta, más que bestia herida, más que fuego sin control, nos tiene como único objetivo de su fuerza destructora…

ES NECESARIO ABRIR una pausa en este momento para aclarar varios puntos: lo anterior no es narrativa de suspenso ni remedo de la situación socio- político-económica-sanitaria que estamos viviendo (¡la realidad siempre es más grave!); lo escrito evoca -por una parte- lo que ha sucedido con la humanidad a lo largo de los siglos, también es reflejo -por otra parte- de lo vivido por la Iglesia ante innumerables persecuciones bajo regímenes de todo signo, además -tercer sentido- refleja lo que tú y yo sentimos ante problemas que hemos supuesto como irresolubles…

TE SUPLICO QUE con toda calma y sosiego abras tu Biblia y leas con atención el capítulo 12 del Apocalipsis, pero centra tu atención en la mano de Dios que acude y da a la mujer “alas de águila” para que el dragón acechante no le haga mal alguno; termina por constatar que esa mujer apocalíptica eres tú, soy yo, es la Iglesia, es la Virgen María, es la humanidad, es cualquier hombre o mujer que se ha visto en aprieto mayúsculo y recibe la salvación de Dios, misericordioso y providente como siempre…

TEN TODO EL CUIDADO del mundo y procura las medidas necesarias para seguir adelante en la vida, aún cuando los llamados “semáforos de riesgo” los pinten de rojo, de naranja, de morado, de azul, o los pongan descoloridos e imprecisos con danzas de números que ya no sabemos a qué se refieren y además puede haber otros datos; constata de cualquier modo lo siguiente: el mal y la enfermedad, el riesgo y el problema, siempre estarán presenten pero hay Alguien que sabe darnos “alas de águila” para librarnos del mal…

SI QUIERES LEER estas líneas de manera infantiloide y superficializada (no, creo que así no se escribe) puedes quedarte en una falsa confianza o en una tonta seguridad (tú escoge), imaginando que Dios vendrá como el genio de la lámpara y entonces ¿para qué usas el cubrebocas o te pones gel antibacterial?, ¿para qué te previenes y te cuidas si Dios vendrá para cubrirte en una esfera protectora?, ¿por qué no andar del tingo al tango de paseo, de gira o de visita?; no, por ahí no va el asunto…

LA CONCLUSIÓN DEL RELATO inicial es muy sencilla y profunda, es tan actual y permanente que la entenderás enseguida: Dios ha dado “alas de águila” a la humanidad en su inteligencia y su conocimiento, Dios provee “alas de águila” cuando planteamos soluciones marcadas de generosidad, Dios nos asiste con “alas de águila” cuando hacemos el bien y le cerramos el hocico al monstruo tragalotodo; Dios no deja de darnos “alas de águila” cuando aconsejamos al hijo, cuando corregimos al que se equivoca, cuando compartimos el problema y nos abrimos a la solución que nos ofrecen…

QUÍTATE DE LA CABEZA que Dios acude con varita mágica y cumple caprichos (más bien acepta su voluntad), borra de tu mente que Dios busca fans, adeptos o acarreados y que para eso anda “milagreando” a diestra y siniestra, cancela de tu corazón la máscara frecuente que le ponemos a Dios como si él fuera abarrotero, guarura, niñera, comerciante, policía o “papi de niño fresa”…

ME ATREVO A DECIR -y ¡ay! de aquel que ose ponerme en duda, que ya lo dialogaríamos- que si por algo Dios es Dios, es porque siempre nos libra del auténtico mal, nos previene de estar lejos de Él, nos auxilia con su misericordia y bondad; si Dios es Dios (ya es Providente, Misericordioso, Creador, Redentor, Santificador) es porque jamás abandonará la obra de sus manos, a quienes nos ha hecho a su imagen y semejanza… YA ME VUELVEN a cuestionar con el argumento que golpea el corazón cuando andamos distraídos: ¿por qué Dios permite que mueran tantos por la pandemia?; más bien Dios permite que recibamos “alas de águila” y nos libra del verdadero mal, más bien Dios nos sigue dando “alas de águila” para prender el vuelo y dejar a la fiera con ganas de lanzarnos al precipicio; abre bien los ojos y mira tu espalda al espejo: ¡también tú tienes alas de águila!…

 

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