Ángelus dominical

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COLUMNA

Ángelus Dominical

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UNA SOLA PREGUNTA se oyó en el Calvario de labios de Jesús, recordando el salmo 22, que constituye una plegaria en medio de la desesperación y el peligro, una pregunta válida desde la experiencia del abandono, desde lo tremendo de la opresión, bajo el peso de la injusticia: Dios mío, ¿por qué me has abandonado?… […]

7 abril, 2025

UNA SOLA PREGUNTA se oyó en el Calvario de labios de Jesús, recordando el salmo 22, que constituye una plegaria en medio de la desesperación y el peligro, una pregunta válida desde la experiencia del abandono, desde lo tremendo de la opresión, bajo el peso de la injusticia: Dios mío, ¿por qué me has abandonado?… TE RECOMIENDO TANTO que leas completo dicho salmo porque ahí mismo verás –implícita- la respuesta, clara y profunda, que resuena en los mismos labios de quien pregunta, pues lo hace con esperanza, sabiendo que su plegaria no es vana ni estéril, que es escuchada a pesar de que todo apunta a lo contrario… SIN DUDA QUE JESÚS recitó una y otra vez este salmo como parte de su oración habitual, pues la experiencia del dolor y del sufrimiento, de la soledad y el abandono, no son exclusivas de la situación crítica y extrema delante de la muerte; Jesús puso en sus labios –como bella flor- lo que tuvo constantemente en el corazón como semilla: una confianza infinita en el amparo que venía de su Padre Dios… EL NOMBRE PROPIO del domingo con que iniciamos la Semana Santa es Domingo de la Pasión del Señor, más que “de ramos”; es cierto que la dimensión festiva de la aclamación con palmas nos lleva –indirectamente- a dejar de la lado la lectura de la Pasión del Señor; dicho en términos “prácticos”: a tantos feligreses les hemos llevado a preocuparse más porque su palma quede bendita, aunque no insistamos en la debida atención a la impresionante lectura de la Pasión y Muerte de Jesús… Y COMO JUSTO ANTICIPO al relato de la Pasión del Señor, con el salmo responsorial de ese día repetimos la pregunta con que Jesús engloba todo el dolor humano, haciendo de portavoz nuestro, suplicando la atención de Dios; pero que el asunto no quede ahí: que si Jesús nos ayuda a elevar el grito de nuestra angustia, que asumamos la confianza en su Padre que siempre albergó en su Corazón Sagrado… PERMITE QUE TE PIDA –con buen ánimo y en toda confianza- que veas lo necesario para que tu Semana Santa no quede solo en un recuerdo de aquellos acontecimientos, que tampoco se reduzca a las devociones propias de estos días, menos aún en el disfrute de las consabidas vacaciones que oficialmente se dan en escuelas y centros de trabajo; todo eso sería una pobre semana y no tan santa… SI TE ANIMAS A ABRIR la Biblia y te centras en los relatos de la Pasión de Jesús, con el sosiego de quien hace suyos esos textos, con la atención de apersonarte cercano al Redentor, viendo en cuál de tantos personajes encajas (¿Pedro, Judas o Pilato?, ¿el cirineo, los soldados o los malhechores junto a Jesús?), entonces tu semana será mejor que tantas ya pasadas… DE UNA COSA TE PREVENGO, y considéralo como un pequeño consejo: no se te vaya ocurrir dejar todo como ya conocido, como mera costumbre, como ritual que se repite exteriormente, como si se tratara de poner sello a un documento que se debió tramitar, como si todo quedara lejano y frío… HAY ALGUNAS PELÍCULAS propias de estos días, como La Pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004), o como Jesús de Nazareth (Franco Zefirelli, 1977), o la muy mexicana El Mártir del Calvario (Miguel Morayta, 1952); te recomiendo que las veas pero como lo que son: películas, que finalmente echan mano de recursos cinematográficos pero que no suplen ni terminan de ilustrar lo que leas en el Evangelio… TE RECOMIENDO QUE busques en internet la musicalización del Salmo 22 hecha por Rafael Moreno y que lo escuches una y otra vez hasta que lo aprendas y puedas repetirlo: se podrá constituir en una oración propia para todos estos días; ¡y estoy seguro que no solo te gustará, sino que lo aprovecharás para saborear profundamente el sentido de tal plegaria!… Y QUE NO QUEDE FUERA -¡por supuesto que no!- lo que nos pide la Iglesia desde hace siglos: tu ayuno y abstinencia, tu oración y tus buenas obras, tu vivencia de estos días que sirvan para aprovechar los cincuenta próximos días de Pascua…