San Ernesto.
En plena época de las Cruzadas, cuando la fe cristiana impulsaba a muchos a defender y custodiar los lugares santos, surgió la figura de San Ernesto de Zwiefalten, abad benedictino alemán que dejó su monasterio para unirse a los cruzados como capellán. Su vida dedicada al Evangelio, su espíritu de servicio y su martirio lo han convertido en un referente de fidelidad y perseverancia cristiana.
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Aunque se desconoce su fecha exacta de nacimiento, San Ernesto nació en Alemania en el siglo XII, en el contexto de la Primera Cruzada (1099), que abrió el acceso a los lugares santos y dio origen a cuatro estados cristianos: Jerusalén, Antioquía, Edesa y Trípoli.
En su juventud ingresó al monasterio benedictino mixto de Zwiefalten, donde fue elegido abad durante seis años (1141-1146). El monasterio, fundado en 1089 por los condes Kuno y Liutold, contaba entonces con una importante comunidad: 70 religiosos de coro, 130 hermanos conversos y 62 monjas.
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En 1146, Ernesto renunció a su cargo para acompañar a los cruzados. Un año después se incorporó al ejército alemán liderado por el emperador Conrado III, no sin expresar a sus hermanos su duda de regresar con vida.
La Segunda Cruzada (1147-1149) —predicada por san Bernardo de Claraval— terminó en desastre. De los 200 mil peregrinos y soldados que partieron, regresaron muy pocos; entre los ausentes estuvo San Ernesto, cuya entrega se convirtió en testimonio de fe.
Aunque no se conservan datos precisos sobre la fecha y el lugar de su muerte, la tradición señala que fue hecho prisionero y llevado hasta La Meca, donde intentaron obligarlo a convertirse al Islam. Ernesto se mantuvo firme en su fe cristiana, razón por la cual fue martirizado y ejecutado por los sarracenos.
La Iglesia lo venera como mártir por Cristo, y su fiesta litúrgica se celebra el 7 de noviembre.
Su nombre, Ernesto, significa “perseverante” o “tenaz”. En la abadía de Zwiefalten todavía se conserva una estatua suya en el altar de San Esteban, recordando su vida de entrega, su valentía y su testimonio de fe en tiempos de persecución.
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