¿Qué es el purgatorio y cómo se pueden liberar a las almas?
La oración por los difuntos tiene raíces bíblicas. En Macabeos 12,46 muestra que esta práctica ya era valorada en el pueblo de Dios y fue asumida por la Iglesia desde sus inicios.
El purgatorio, según el Catecismo de la Iglesia Católica, es un estado de purificación después de la muerte. Está destinado a aquellas almas que han muerto en la gracia de Dios, pero que aún necesitan ser limpiadas de imperfecciones antes de entrar al cielo.
¿Cómo describe el Catecismo al purgatorio?
El Catecismo lo explica así: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero no están completamente purificados, aunque tienen la seguridad de su salvación eterna, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. La Iglesia llama a esta purificación final de los elegidos ‘purgatorio’”. (CIC 1030)
¿Qué ocurre en el purgatorio?
En este estado, las almas no sufren el castigo eterno del infierno, sino una purificación temporal. Es un sufrimiento espiritual que prepara el alma para la comunión plena con Dios. Esta doctrina fue formulada especialmente en los Concilios de Florencia y de Trento (cf. CIC 1031).
“La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados” (CIC 1031).
Además, desde los primeros siglos, la Iglesia ha orado por los difuntos, especialmente mediante la Eucaristía, para que “una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios” (CIC 1032).
¿Cómo podemos ayudar a las almas del purgatorio?
La Iglesia enseña que podemos colaborar en la purificación de las almas del purgatorio a través de:
- La oración, especialmente el rezo del Rosario o el ofrecimiento del Santo Rosario por los difuntos.
- La celebración de Misas en su nombre.
- La obtención de indulgencias aplicadas a las almas del purgatorio.
- Las obras de caridad, como la limosna, el ayuno o los actos de penitencia, ofrecidos por su descanso.
“La limosna, las indulgencias y las obras de penitencia… pueden aplicarse a los difuntos” (CIC 1032).
TAMBIÉN PUEDES VER:
Novena por las benditas Almas del Purgatorio
¿Dónde se encuentra el purgatorio?
Nuestra Santa Madre Iglesia nos enseña que, al morir, nuestra alma inmortal recibe un juicio particular de toda nuestra vida en el que se define si pasaremos la eternidad en el cielo, en el infierno o en el purgatorio.
El cielo es el destino inmediato –nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica- de quienes mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven “tal cual es”, cara a cara.
El infierno, por el contrario, es el destino de aquellos que mueren en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”.
El purgatorio se considera un estado o una dimensión espiritual en la que las almas de los creyentes fallecidos pasan un tiempo limitado para purificarse antes de entrar en la presencia de Dios en el cielo. Por lo tanto, no se puede decir que el purgatorio esté ubicado en un lugar específico, como un destino terrenal o celestial, sino que es una condición espiritual o un estado de existencia intermedio.
Desde la Biblia hasta Trento: orar por los difuntos sí tiene fundamento
Una de las enseñanzas más antiguas sobre el purgatorio aparece en el Segundo Libro de los Macabeos (12,46), donde se habla de orar por los muertos para que sean liberados de sus pecados. Este pasaje fue clave para que la Iglesia afirmara desde tiempos antiguos que podemos ayudar a los difuntos con nuestras oraciones y sacrificios, y fue citado en los documentos de Trento.
Leer: 3 oraciones para pedir por el alma de los difuntos