¿Los católicos pueden practicar los rituales de prosperidad?
El padre Medel advierte que estos rituales pueden abrirle las puertas al mal.
¿Es moralmente aceptable hacer un rito de prosperidad, encender una vela de determinado color para limpiar “energías” o mejorar “vibras”, o bendecir un amuleto para alcanzar fortuna y bienestar? La respuesta simple es: ¡No! Hay muchas razones y también algunas advertencias.
El padre José Alberto Medel, responsable de Liturgia de la Diócesis de Xochimilco en la Ciudad de México, brinda una amplia argumentación al respecto y llama tanto a “confiar en la providencia de Dios”, como a hacer “lo que está en nuestras manos para salir adelante”.
Tras llamar a “no caer en el terrible pecado de la superstición”, el sacerdote advierte que estas prácticas son moralmente inaceptables, aunque se publiciten en distintos medios de comunicación y se amplifiquen en las redes sociales.
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Recordó que en las recientes fiestas del fin de año mucha gente llevaba borregos de la buena fortuna y se promovían “rituales relacionados con ponerse prendas de determinado color y hacer quién sabe qué tantas cosas para mantener la abundancia, o para que nos vaya bien en el amor, alcanzar buena fortuna, o ese tipo de cosas”.
El peligro de las peticiones supersticiosas o de chantaje
Igualmente, lamentó que incluso devociones válidas hacia la divina providencia, como el hecho de que bajo la piedad cristiana, cada primero de mes le pidamos a Dios que no nos falte casa ni vestido o sustento, “a veces también aparezca pervertida”, por lo que muchos hacen la petición “con un sentido supersticioso”.
En este aspecto, cuestionó la rigidez, cual rito mágico, de tener que hacer la súplica “el día primero”, bajo la amenaza de que “si no, entonces no me va a ir bien”.
En contraste, el padre Medel destacó la importancia de profundizar en la fe en Dios, e invitó a cultivar una auténtica “confianza en el Dios que tanto nos ama”. Dijo que esa es una de las insistencias de Jesús: “Primero nos invitó a llamar a Dios como padre”.
Para profundizar en ello, recordó una enseñanza bíblica: “Si uno de sus hijos a ustedes les pide pan, no le dan una piedra; o si les pide un pescado, no le dan una víbora. Si ustedes que son malos, o siendo pecadores, dan cosas buenas a sus hijos, ¡cuanto más les dará el padre que los ama!”.
Por ende, insistió, “no tengamos duda en la misericordia de Dios y en su compañía, especialmente en los momentos de adversidad. No caigamos en las trampas de la superstición, ni afinquemos nuestra confianza en esas cosas que pasan pero no son inocentes”.
Advirtió que los actos supersticiosos no permiten determinar el futuro, ni lograr la abundancia, ni la prosperidad “por cumplir esto o aquello”. En cambio, implican una gravedad particular: “Yo al hacer este tipo de cosas estoy dejando patente que desconfío de Dios”. Dijo también que con ese tipo de actos lo que pretende la persona es “manipular a Dios”, como si “haciendo estas dos o tres cositas, Él hará lo que yo quiero”.
Los chantajes a Dios abren puertas al Maligno
Lo que sí se puede lograr de esta forma, insistió el padre Medel, es que “le abrimos la puerta al Maligno”. Por otra parte, argumentó que ello conduce a desatender lo que sí está en nuestras manos: “Hacer un trabajo honesto”.
Sostuvo que en su hogar aprendió “que la vida se vive con la ayuda de Dios en primer lugar y con el esfuerzo, con el empeño que uno pone en la vida cotidiana; y esa enseñanza, insisto, es el tesoro de la vida”.
El sacerdote también dejó claro que el fin no justifica los medios. Aunque vivamos en un mundo muchas veces injusto “donde no basta ponerle todo el empeño al trabajo para salir adelante, los empleos no están bien remunerados, los derechos laborales no están bien garantizados”, esa realidad no implica responder con supersticiones, “ni mucho menos desesperanzándonos de aquello que sí está en nuestras manos realizar”.
Finalmente, reiteró en una necesidad: “¡No dejemos de confiar en la providencia de Dios! ¡No caigamos en el terrible pecado de la superstición! Le pido al Señor que siempre nos bendiga”.
La superstición viola el mandato de Dios
El Catecismo de la Iglesia Católica es claro al recordar los mandamientos de la Ley de Dios. Uno en particular se viola con este tipo de acciones: “No habrá para ti otros dioses delante de mí”.
En el artícuo 2110, se detalla cómo el primer mandamiento “prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo”; pero, además “proscribe la superstición y la irreligión”.
A renglón seguido, se advierte de forma clara: “La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias”.
Y añade: “Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22)”. (Catecismo de la Iglesia Católica, artículo 2111).