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¿Por qué nos persignamos al pasar frente a una iglesia?

26 abril, 2022
¿Por qué nos persignamos al pasar frente a una iglesia?
Persignarse frente a una iglesia es un gesto que aprendemos desde pequeños en familia.

Entre nosotros los católicos se acostumbra que cada vez que pasamos frente a una iglesia nos quitamos el sombrero en señal de respeto, o nos santiguamos o persignamos. Pero, ¿por qué hacemos esto?

Mi papá nos platicaba una anécdota de su pueblo, de aquellos tiempos en que los católicos sufrieron tanto por la persecución del gobierno; nos decía que tenían un paisano que presumía de anticatólico, pero que cada vez que pasaba frente a la parroquia se quitaba el sombrero. Cuando le preguntaban por qué lo hacía si él no creía en Dios, contestaba: “Que no seamos amigos no quiere decir que no nos saludemos”.

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En mi parroquia no hay atrio, la puerta del templo se abre directamente sobre la banqueta y muchas personas pasan por ahí todo el día. A mí me gusta ver cómo casi todos los que pasan se detienen un momentito y se santiguan, y me gusta mucho más ver cómo los papás enseñan a sus hijos pequeños cómo persignarse y santiguarse. Otros pasan sin saludar.

Santiguarse devotamente es una forma de saludo a Dios, de quien decimos que todo templo es su casa.
Pero no solamente nos santiguamos cuando pasamos frente a un templo; lo hacemos frecuentemente para significar nuestra fe en Cristo Jesús y para ponernos bajo la protección de Dios uno y trino.

¿Qué es la señal de la Cruz?

En el Catecismo de la Iglesia Católica, No. 2157 leemos: El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades.

Este texto no hace más que hacer patente una costumbre universal de todos los católicos, de nuestros hermanos ortodoxos y, según parece, de los anglicanos.

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Los demás protestantes y las sectas que han salido de ellos no se persignan ni se santiguan porque “no está en la Biblia” y ellos sólo aceptan lo que está en la Biblia renunciando a las tradiciones de los 16 siglos anteriores a su fundación.

Todo nos hace ver que el persignarse y santiguarse es una tradición apostólica porque ya a finales del S. II y principios del III, el escritor Tertuliano, escribía: “En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz.”



Nos recuerda nuestro Bautismo

En el ritual del Bautismo al niño se le signa en la frente de una forma muy solemne antes de aceptarlo en la Iglesia; al catecúmeno mayor de siete años se le marca con la cruz en la frente, en los ojos, en los oídos, en la boca, en el pecho y en la espalda para indicar que todo él es de Cristo.

Esta cruz simboliza la marca indeleble del Bautismo en nuestras almas, es la marca de la redención de Cristo en la cruz que recibimos con gratitud y en la que nos gloriamos.

San Pablo decía: “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo”. (Gal 6, 14).

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Y estas palabras de san Pablo bastan para responder a todos aquellos que insisten en que perdamos la devoción a la santa cruz “porque es un instrumento de castigo” o “porque Jesús ya resucitó y ya no está en la cruz”.

Persignémonos

¿Por qué algunos ya no se persignan frente a las iglesias? Hay muchas respuestas: algunos van absortos en la música que escuchan por los auriculares; a otros les da pena con los demás; unos más han perdido su amistad con Dios; y otros, simplemente, porque les faltó una mamá que les enseñara a ser educados con Dios.

Nosotros volvamos a esa buena costumbre y hagamos la señal de la cruz con devoción y con cierto orgullo porque queremos gloriarnos, como san Pablo en la cruz, de nuestro Señor Jesucristo.

Nos persignamos para recordar nuestro Bautismo por el que quedamos marcados para la eternidad. Porque es una profesión de fe en Dios uno y trino. Porque ponemos toda nuestra vida y nuestra persona bajo la cruz de Cristo. Porque imploramos sobre nosotros la bendición de Dios. Porque creemos y amamos.

Cuentan que cuando Rusia era comunista cerraron muchos templos y los convirtieron en museos y que los guardianes veían cómo los ancianos campesinos entraban a los museos y se persignaban valientemente frente a los bellos iconos que, para los comunistas sin Dios, no eran más que obras de arte, pero que para ellos eran objetos sagrados que los llevaban al encuentro con lo divino.

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