Celibato sacerdotal, ¿qué es y por qué es importante en la Iglesia?
Los sacerdotes deciden amar y servir a Dios con el corazón pleno, y el hecho de tener familia los puede distraer de su ministerio.
En la vida cristiana, la opción por el celibato es siempre un don de Dios y quien lo recibe está llamado a acogerlo como tal, a custodiarlo y a ponerlo al servicio del Reino (Mt 19,12).
Sin embargo, ante la escasez de sacerdotes en el mundo; ante la deserción de algunos más que optan por el matrimonio; ante la doble vida de otros que -permaneciendo en el ministerio- tienen en secreto pareja e hijos, y ante la soledad y el abandono de algunos sacerdotes ancianos, se alza una pregunta aparentemente humanitaria a la que hacen eco todos los medios de comunicación: “¿Por qué no se casan los sacerdotes?”
El celibato no es un mandato de Jesús
Iniciaremos diciendo que Jesús no mandó que los sacerdotes fueran célibes (solteros), pues posiblemente todos los apóstoles eran casados, a excepción de Juan y, posteriormente, de Pablo, quien hacía gala de su soltería.
Es precisamente este último quien comienza a dar una especial dignidad al orden sacerdotal cuando le escribe al obispo Tito (1, 6) diciéndole que los presbíteros y los obispos “deben ser hombres intachables, casados una sola vez, cuyos hijos sean creyentes…” De ahí proviene la doctrina actual de la Iglesia que señala que “el sacramento del orden consagra un estado de vida”.
Esto aún lo vemos en la Iglesia Católica Oriental en la que subsiste la tradición de ordenar como presbíteros a hombres casados, aunque para ser monjes u obispos se escogen a quienes optaron por ser célibes. En la Iglesia Oriental, antes de la ordenación sacerdotal los candidatos deben elegir entre el matrimonio y la soltería; una vez ordenados, los célibes ya no se pueden casar y los casados, en caso de que enviudaran, no pueden volverse a casar.
Algo similar sucede en la Iglesia Católica Occidental o Latina. Cuando se ordena diácono a un hombre casado (diáconos permanentes); si éste llega a enviudar, ya no se puede volver a casar. Hago la aclaración que la Iglesia Oriental es católica y está en comunión con el Papa; es decir, en una gran parte de la Iglesia Católica sí se puede ordenar a casados como diáconos y presbíteros. En la Iglesia Latina no.
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Entonces… ¿existe la posibilidad de que los sacerdotes se puedan casar?
¡No! En todo caso, si las leyes se modificaran para la Iglesia Latina, se podría ordenar a casados, pero los célibes ordenados sacerdotes ya no podrían casarse aunque cambiaran la ley del celibato, porque el sacramento consagró su estado de vida.
La ley del celibato sólo sería posible si a juicio del Papa y de los obispos fuera conveniente para la Iglesia.
¿Desde cuándo se prohibió el Matrimonio a los sacerdotes?
Más bien la pregunta sería: ¿Desde cuándo la Iglesia católica Occidental o Latina tiene la práctica de ordenar sacerdotes solamente a los que han optado por el celibato?
¡Desde el Concilio de Elvira en los años 300-306! En ese Concilio se ordenó a los sacerdotes ser célibes (D. 52 c). San Silicio, Papa entre 384 y 398, legisló también sobre el celibato de los sacerdotes. (D. 89)
En el primer Concilio de Letrán, año 1123, fue cuando se legisló definitivamente sobre el celibato de los sacerdotes (D. 360)
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¿A qué se debe esta legislación?
Indudablemente al anhelo de santidad de la Iglesia Católica, que considera que “…el hombre sin casar se preocupa de las cosas del Señor y de cómo agradar al Señor. Al contrario, el que está casado se preocupa de las cosas del mundo y de agradar a su esposa, y está dividido.” (1 Cor 7, 32-33)
La Iglesia tiene derecho de escoger a sus sacerdotes entre aquellos cristianos que deciden amar y servir a Dios con el corazón pleno, sin dividir.
Es muy importante tener en claro que de ninguna manera la ley del celibato condena el sacramento del Matrimonio, santo e instituido por Dios, ni considera que la familia humana es un impedimento para la santidad. Sólo dice que el permanecer célibe es un mejor camino para el ministerio (servicio).
El celibato sigue siendo un signo
A pesar de que la Iglesia no da marcha atrás en pedir el celibato a sus sacerdotes, gracias a Dios no deja de haber candidatos que desean abrazar el sacerdocio con un amor tan grande que están dispuestos a renunciar a la legitimidad de la familia humana. El sacerdote célibe es un signo del Reino en este mundo que ha perdido el sentido del recto uso de la sexualidad.
Es por ello que los fieles cristianos deben orar continuamente por sus sacerdotes para que sean fieles a ese carisma especial del celibato que el Espíritu Santo da al que lo pide.
La humanidad del sacerdote seguirá pesando sobre él y sólo con la ayuda de la oración de la Iglesia y de una propia vida de santidad, podrá ser un verdadero signo de aquél que lo deja todo para seguir a Jesús.
Y a aquel que todo lo deja por el Reino, Jesús le promete el ciento por uno y la vida eterna.
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