El Espíritu Santo, en nuestro Bautismo, nos enriquece con sus siete dones y nos los da de una vez para siempre, todos a la vez, para toda nuestra vida de aquí y de allá en el cielo.
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No tenemos que escoger alguno de ellos, todos son nuestros y son para nuestra santificación. Estos dones sirven para dejarnos guiar dócilmente por ese mismo Espíritu que tiene como misión el santificarnos para ir al Padre por el Camino que es Jesús. Con estas oraciones, pidámosle a Dios que nos haga conscientes de ellos.
Dios mío, a veces me siento triste, deprimido, lleno de miedo. Siento que las circunstancias adversas me vencen y acaban conmigo. ¡Cómo necesito fuerzas para enfrentar la adversidad y poder salir victorioso!, ¡Cómo necesito tu ayuda para sobrevivir! Yo quiero vencer el mal para demostrar al mundo que, si tú estás conmigo, nada me vencerá. Espíritu Santo, hazme fuerte.
Dios mío, no sé qué hacer. Me siento como un niño sin experiencia y me cuesta trabajo tomar decisiones, aún en las cosas pequeñas. Necesito un mapa que me muestre el camino, sobre todo el camino que tú quieres para mí. Y junto a mí, hay personas que me aman o dependen de mí y que confían en mí. ¿Cómo no defraudarlos?, ¿cómo no llevarlas al precipicio? Espíritu Santo, llévame tú de tu mano, condúceme por el camino seguro y permíteme ser guía para los que confían en mí.
Dios mío. La fe es regalo tuyo y herencia de mis mayores. Yo te conozco como se conoce a quien se ama. Y entre más te conozco, más te amo. No me interesa llegar a ser un especialista y poder explicar los vericuetos de tu inmensidad. Me interesa acercarme cada vez más a ti y entablar contigo un diálogo amoroso. Concédeme, Espíritu Santo, aprender a escucharte y gozar la intimidad de tu eterna amistad.
Señor, es sabio, no el que conoce los misterios del universo y, además, sabe explicarlos; es sabio el que te conoce y sabe que lo amas, el que logra ver en este universo tu presencia amorosa y creadora, y se relaciona con tus creaturas como con hermanos, hijos de un mismo Padre. Es sabio el que lo sabe y el que lo vive. ¡Espíritu Santo, yo quiero ser sabio!
Dios mío, yo no te tengo miedo. ¿Cómo temerte si sé que me quieres mucho?; pero sí tengo miedo a hacer algo que te ofenda, precisamente porque te quiero mucho. Y ese temor me ayuda a ser prudente y a medir mis pasos. Espíritu Santo, yo quiero tenerte en cuenta en cada momento de mi vida.
Dios mío yo quiero ser piadoso, porque la piedad no es otra cosa que el amor. Y yo quiero amarte sobre todas las cosas y con el mismo amor, amar a mis padres, a mis hermanos, a mi cónyuge, a mis hijos. Espíritu Santo, dame tu amor para poder amar con un amor divino.
Dios mío, quiero aprender a discernir, tener una justa jerarquía de valores, darle a cada cosa su lugar, no hacerme ídolos, no poner nada ni a nadie en tu lugar. Espíritu Santo, te pido esto porque sé que así podré amarte mejor.
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