Cuando nos encontramos en nuestro camino a una religiosa, tenemos tres maneras muy definidas para dirigirnos a ellas, como madre, como hermana o como monja o monjita, ¿pero cuál es la manera correcta en la que nos debemos referir a ellas?
La hermana Patricia García Gil, de la Orden de las Hermanas de Santa Clara Clarisas Capuchinas Sacramentarias, explicó que no hay mucha diferencia en los tres términos en los que se refieren a ellas, “porque hermanas somos todas, pero solo en los servicios que cada una presta se da la diferencia”.
De acuerdo con la tradición católica, la forma en la que nos podemos dirigir a las religiosas varía según el contexto y la relación que se tenga con ellas, sin embargo, las tres formas mencionadas —madre, hermana y monja— tienen significados y usos específicos que reflejan tanto la jerarquía como la cercanía en la comunidad religiosa.
El término “madre” se utiliza comúnmente para referirse a las superiores de una comunidad religiosa, como la madre superiora, título que implica un reconocimiento de su autoridad y su papel maternal dentro de la comunidad. De esta manera, se le ve como una guía espiritual y un modelo de vida cristiana, que cuida y orienta a las hermanas bajo su responsabilidad.
Así, este término de madre superiora resalta la dimensión de maternidad espiritual que las religiosas ejercen, siguiendo el ejemplo de María, la Madre de Dios, quien es considerada la madre espiritual de todos los cristianos.
El término “hermana” se utiliza para referirse a las religiosas en un sentido más general y fraternal. Este título enfatiza la igualdad y la comunidad entre las religiosas, ya que a todas se les considera hermanas en Cristo.
La vida consagrada se basa en la vida en comunidad, donde el amor fraternal y la solidaridad son fundamentales. Al dirigirse a una religiosa como “hermana”, se reconoce su compromiso con la vida comunitaria y su papel en la edificación del Cuerpo de Cristo.
El término “monja” se refiere específicamente a las mujeres que han hecho votos en una comunidad monástica, por lo que este término puede ser utilizado de manera más técnica y formal, y se asocia con las religiosas que llevan una vida de clausura, dedicada a la oración y la contemplación.
Aunque “monja” puede ser un término más específico, en muchos contextos se utiliza de manera intercambiable con “hermana”, especialmente en comunidades que no están en clausura.
En entrevista con Desde la fe, la hermana Patricia García Gil, indicó que tanto los laicos, como las personas en general, se pueden dirigir a las religiosas de cualquiera de las tres maneras, sin ningún problema.
“Nos dicen hermanas y también nos dicen que somos madres, porque también en el sentido espiritual nuestra maternidad es muy amplia, tenemos hijos espirituales en la iglesia. Somos sostenedoras de todos los miembros vacilantes de la Iglesia y como tal nos dicen madres, pero entre nosotras nos tratamos como hermanas.
“Independientemente de las funciones que realizamos, las personas de fuera nos pueden decir madres o hermanas, no nos afecta en nada. Incluso es válido el término de monjas, porque algunas estamos en un monasterio, aunque el término viene desde el monacato, para referirse a las monjas en el claustro, encerradas por la misión que tenemos, que es la vida contemplativa”, concluyó la hermana Patricia.
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