‘Estúpido’, la respuesta de Voltaire a uno que quería ser ateo como él
¿Saben que es peor que ser ateo?: ¡decir que se cree en Dios y vivir como si no existiera! Voltaire lo tenía muy claro.
Voltaire, el enciclopedista, el genio de la edad de la razón, el que quitó del altar mayor a Dios para poner a la diosa Razón, era, ¡desde luego!, ateo. Según él, no creía en Dios.
Un día se presentó ante él uno de sus alumnos con el deseo de congraciarse con su eximio maestro:
– Maestro, yo también soy ateo.
– Estúpido, -contestó Voltaire– yo he pasado largos años de estudio y he tenido que realizar un gran esfuerzo para poder decir que soy ateo, y tú vienes y me dice que eres ateo sin más ni más.
Indudablemente ser ateo con sinceridad ha de costar mucho trabajo, si es que se puede serlo.
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¿Qué es el ateísmo?
El ateísmo, fenómeno de cansancio y de vejez de la humanidad, es más un problema cultural y psicológico que un problema religioso.
Para algunos es una pose, como la de una modelo que ensaya diversos vestidos para verse bonita.
Para otros es un desquite contra una religión a la que consideran opresora y, así, ser ateo es un grito de libertad.
Otros son ateos a medias porque no creen en un Dios institucional, pero creen en “algo” que debe andar por allí.
Y nosotros, los que creemos en Dios, somos en mucho culpables del ateísmo creciente en nuestro ambiente por nuestra falta de testimonio. Vivimos nuestra creencia en Dios de una forma poco airosa y así, ¿a quién le van a dar ganas de creer?
Para los que creemos, ser ateo es una desgracias, pero ¿saben que es peor que ser ateo?: ¡decir que se cree en Dios y vivir como si no existiera!
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El ateísmo militante
Hay ateos tranquilos e, incluso, respetuosos de la fe de los demás.
Hay ateos rectos que cifran su moral en una alta estima de su dignidad y en una filantropía nacida de su amable corazón. Los hay que hasta llegan a desear tener fe como los demás.
Pero hay ateos combativos, proselitistas, fanáticos e intolerantes. Odian a Dios y a todo aquello que les suene a religión. Prohiben a los suyos la práctica de la religión, pasando sobre sus derechos y educan a sus hijos en un ateísmo intransigente.
De estos últimos tenemos tristes recuerdos en nuestra Patria por las constantes persecuciones contra la Iglesia, que terminaron no sólo en robo y destrucción de templos y conventos, sino en destierro, cárcel y asesinato de buenos cristianos.
Y, aunque usted no lo crea, todavía hay por allí de ese tipo de ateos dispuestos a atacar la religión en la primera oportunidad que se les presenta.
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Escuela laica = Escuela atea
A mí me admira que el pueblo mexicano conserve todavía su fe después de más de 150 años de escuela laica, es decir, atea.
Todos nosotros hemos tenido la experiencia de maestros que se burlan de nuestra religión de una forma prepotente, amparados en su autoridad y en su prestigio. ¡Hay de aquel buen católico que se atreva a defender su fe!, será objeto de burla para el maestro y para sus compañeros y, posiblemente, sufrirá represalias en sus calificaciones.
Y aquí entra la incoherencia de los mexicanos: ese mismo maestro que atacó a sus alumnos por ser creyentes, se presenta como padrino al Bautismo del hijo de algún amigo.
Así es el hombre por naturaleza: un Animal Religioso. Esa es, precisamente, una de las características que los sabios buscan para definir la humanidad o no humanidad de algún interesante hallazgo.
El hombre, por naturaleza, busca a Dios sea el que sea el motivo.
Tendemos espontáneamente hacia la divinidad como una expresión de nuestros valores humanos. Y junto con la creencia en Dios está la creencia en la espiritualidad del alma, en la otra vida, y en la necesidad de hacer el bien. ¡Cuánto le debe la humanidad a la religiosidad!
Aunque también es cierto que muchas de las grandes guerras han tenido un tinte de fanatismo religioso y entonces vemos a los hermanos matarse entre sí ¡en el nombre de Dios!. Ni modo, así es el hombre.
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La virtud de la religión
Por naturaleza creemos en Dios. Pero esa creencia debemos hacerla consciente en nosotros y aceptarla comprometidamente. Si aceptamos a Dios como a creador nuestro, aceptaremos que tiene derechos que nosotros debemos respetar. A la relación justa entre el hombre y su Creador la llamamos “Religión”. Y la Religión se considera una virtud.
Un hombre rectamente religioso es un hombre maduro en su integridad. Un hombre que no cumple con su Dios, difícilmente cumplirá otros deberes para con sus hermanos los hombres.
A Dios le debemos un culto, de preferencia en unión con otros creyentes. A Dios le debemos la obediencia de las leyes que él escribió en el corazón de cada uno de nosotros.
El ateísmo ofende a Dios y lastima a aquellos que lo aman.
Recetas para ser ateos
1.- Lea toda la literatura liberal y comunista contra Dios y la religión. De preferencia novelas que desprestigien a la Iglesia y que usted aceptará como si fueran rigurosamente históricas.
2. Dé oídos a cuanto cuento haya sobre los escándalos de la Iglesia y de los sacerdotes y después repita una y otra vez: “por eso perdemos la fe”
3.- Júntese con “intelectuales” de esos que proclaman la total libertad de hacer lo que dé la gana, y considere esclavos y anticuados a los que se rigen por una moral.
4. Atibórrese de películas “de arte”, de ésas de muchas equis, y admire y coleccione las fotos de esas revistas que los hipócritas timoratos llaman pornográficas.
5.- Ame mucho el dinero, tanto si lo tiene como si no lo tiene. Jesús decía que nadie podía servir a Dios y al dinero. Por eso, cuando lo inviten a alguna obra piadosa, conteste “¿Y yo, qué gano con eso?”.
6.- No tenga tiempo para Dios. Aléjese de su Parroquia o vaya sólo cuando “le nazca” procurando, eso sí, tener un gran control de esos nacimientos.
7.- Peque y enamórese de tal modo de su pecado que, puesto a escoger entre Dios y él, usted prefiera decir “soy ateo”, para poder conservar su derecho a pecar.
7.- Use su ateísmo como venganza contra sus padres que lo obligaban a ir a Misa.
8.- Use su ateísmo como señuelo para atraer el interés de los demás. Notará inmediatamente cómo se gana la admiración de los bobos
9.- De ninguna manera haga silencio en su corazón porque a Dios, en quien usted no quiere creer, suele hablar en el silencio. Llénese de ruido y evite quedarse a solas con usted mismo. ¡No se le vaya a ocurrir orar!
10.- Evite practicar algún arte con seriedad, porque los artistas que aman la belleza y la buscan, terminan por encontrar a Dios. Si es artista, cultive lo grotesco, disonante, cacofónico y absurdo.
Finalmente, evite a toda costa la amistad sincera, el sano amor, los buenos sentimientos, el deseo de ayudar, la contemplación de la belleza, el sufrimiento de los que usted ama, su propio dolor…, porque esas trampas pone Dios para entrar en contacto con usted.