El día en el que nadie se fue al infierno
Santa Faustina Kowalska, vidente de la Divina Misericordia, escribió en su diario la promesa de Jesús.
Esta es la historia de cómo Santa Faustina Kowalska, la vidente de la Divina Misericordia de Jesús, le pidió al Señor que, durante todo un día, nadie fuera al infierno, y Él se lo concedió.
Así lo platica ella en su Diario, en la página correspondiente al 8 de enero de 1937: “Durante la Santa Misa sentí de manera particular la cercanía del Señor. Después de la Santa Comunión miré con confianza al Señor y le dije: Jesús, deseo mucho decirte una cosa, y el Señor me miró con amor y dijo: ¿Y qué es lo que quieres decirme? Jesús, te pido por el inconcebible poder de tu misericordia que todas las almas que mueran hoy eviten el fuego infernal, aunque fuesen los pecadores más grandes”.
“Hoy es viernes, el memorial de tu amarga agonía en la cruz.; como tu misericordia es inconcebible, los ángeles no se sorprenderán. Y Jesús me abrazó a su corazón y dijo: Hija amada, has conocido bien el abismo de mi misericordia. Haré como lo pides, pero no dejes de unirte continuamente a mi corazón agonizante y satisfaz mi justicia. Debes saber que me has pedido una gran cosa, pero veo que te la ha dictado el amor hacia mí, por eso satisfago tu petición.”
Sor Faustina, quien fue beatificada y canonizada por san Juan Pablo II, tuvo constantes revelaciones privadas que fueron escritas en su Diario, por orden de su confesor, el Padre Miguel Sopocko, en su natal Polonia.
Su Diario, de más de 600 páginas, contiene importantes reflexiones acerca de la infinita misericordia de Jesús.
Sor Faustina constantemente le pedía al Señor por la salvación de las almas, y rezaba la Coronilla que ella misma le dio forma, de acuerdo a la voluntad de Jesús.
En cierta ocasión –dice su Diario – estaba tejiendo con ganchos, cuando le pidió a Jesús: “Te ruego, da la gracia de la conversión a tantas almas cuantos puntos haré hoy con este gancho. De pronto oí en el alma estas palabras: Hija mía, tus peticiones son demasiado grandes. Jesús, si para ti es más fácil dar mucho que poco. Es verdad, me es más fácil dar mucho al alma que poco, pero cada conversión de un alma pecadora exige sacrificio”.
“Y por eso, Jesús, te ofrezco este sincero trabajo mío; este sacrificio no me parece demasiado pequeño por el número tan grande de almas; pues, Tú, oh Jesús, durante 30 años salvabas las almas con el trabajo manual y como la santa obediencia me prohíbe penitencias y grandes mortificaciones, por eso te ruego, oh Señor, acepta esas pequeñeces con el sello de la obediencia como cosas grandes. Entonces oí en el alma la voz: Hija mía, atiendo tu petición.”
Estos ejemplos nos dan idea del trabajo misionero de Sor Faustina Kowalska, también llamada la secretaria de la Divina Misericordia, y su celo por la salvación de las almas. La fiesta litúrgica de la Divina Misericordia es este domingo, en la Octava de Pascua.
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