¿Cuándo pedir ayuda como matrimonio?
Pedir ayuda como matrimonio no es fácil, pero Dios nos da la gracia para hacerlo porque nos ama y quiere vernos juntos y felices.
Como personas, Dios nos creó como seres inacabados y en relación; es decir, en esta experiencia de vida, estamos en constante desarrollo y crecimiento, en relación con los demás, con la libertad que Él nos concede para saber y descubrir quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos.
Es maravilloso reconocer cómo, desde nuestra concepción y hasta nuestra muerte, vivimos en relación con Nuestro Señor, con nuestro prójimo y con la Creación entera, y tenemos la capacidad de autodeterminarnos.
Así, vamos caminando hasta que llega ese momento en el que estamos dispuestos a entregarle nuestra vida a esa otra persona, él a ella, y ella a él, compartiendo el camino; ese día en el que nos encontramos con ese “otro” al que decidimos amar para toda la vida pues Nuestro Señor nos creó tan detalladamente como hombre y mujer que somos llamados por Él para complementarnos uno al otro y, el uno en el otro.
Cuánta dicha cuando nos damos cuenta de que ese es el Plan de Dios, ¡que vivamos en unidad con Él, con nuestro prójimo y con nuestro entorno!, en particular y de manera hermosa, con nuestro esposo(a); una tarea de vida que compartimos con “el otro” para ser uno solo. Bellísimo misterio de ser uno, sin perder nuestra individualidad.
Dios nos permitió coincidir
Estamos convencidos de que este encuentro, no es por azar, por pura suerte, sino que, precisamente, Dios en su inmensa misericordia nos permite coincidir y nos llama a vivir juntos, invitándonos a que nuestra relación y amor de esposos sea un signo vivo de Su Amor; es decir, un Sacramento.
Sin embargo, este camino no es fácil, la promesa de fidelidad, aceptación, amor y respeto que un día nos hacemos el uno al otro no es algo sencillo de sostener a lo largo de los años; presenta continuamente retos y distintas dificultades.
Y así como cada uno de nosotros somos seres inacabados, en aprendizaje y desarrollo, así también lo es nuestra relación de esposos, un sendero lleno de experiencias varias, en las que se presentan diferentes etapas de romance, de desilusión, de júbilo, en las que los distintos retos, éxitos, fracasos, dichas y congojas, nos invitan con frecuencia a reevaluarnos.
Hay etapas en las que -por ejemplo- nuestras relaciones sexuales son plenas, nuestro dinero y otros recursos son abundantes gracias a Dios, pero otras en las que los parientes políticos pueden ser un tema difícil de abordar o en las que nuestros hijos en lugar de ser un motivo de unión nos separan.
Y entonces, puede haber en esta hermosa experiencia humana de relación, en particular de relación de pareja, un cúmulo enorme de altibajos, y entonces, ¿cuándo recibir o pedir ayuda de otros, como personas, como Matrimonio?, ¿en qué momento hay que responder que sí a una inquietud muy nuestra, o a una invitación de un tercero, a mejorar nuestra comunicación, a conocernos más y mejor cada uno de nosotros y darnos a conocer al otro? Hay que tener valor para reconocer que, definitivamente, en cualquier momento.
Dios, en su inmensa misericordia, nos llama con insistencia, y no se cansa de tocar a la puerta de nuestro corazón para entrar en Él y en nuestra relación, darnos vida, y vida en abundancia.
Realmente no importa cuántos años de casados tengamos, cuánto patrimonio hayamos creado, cuántos hijos tengamos, si son menores o se nos dificulta con quien dejarlos para darnos un espacio para nosotros dos o si ya son mayores y ya no están con nosotros, o si nuestra sexualidad es vibrante o no, o si la salud aún nos acompaña o no, ¡es aquí y ahora!, no esperemos a un momento específico de nuestra vida que es frágil y efímera. Vivámosla al máximo, aprendiendo a amar más y mejor.
Gracias de Dios, Aydé y yo tenemos 27 años de casados, 19 años de pertenecer al Encuentro Matrimonial Mundial, dos hijas, Diana de 21 y María de 18. Cuando quieran, vivan el “Fin de Semana” en el que aprenderán un efectivo método de comunicación en pareja que mejorará, sin lugar a dudas, su relación matrimonial, sin importar el estado en el que ésta se encuentre; será para ustedes, con el favor de Dios, un recurso que les permitirá atender sus diferencias -grandes o pequeñas- y aprender a complementarse, aceptarse – así como son-, perdonarse -lo poco o mucho que se hayan lastimado-, sanar y seguir adelante con la alegría a la que Jesús nos invita a vivir.
¡En Dios siempre hay esperanza!
“El secreto para mantener viva la llama del amor,
ha sido caminar juntos hacia Dios Nuestro Señor,
estar conscientes del compromiso que adquirimos
desde que nos dimos el ‘Sí’ ante el altar el día de nuestra boda”.
Juan y Rosy Díaz
“Tenemos 23 años de casados
y seguimos tan enamorados
como cuando éramos novios.
Nuestro secreto ha sido favorecer nuestra
comunicación con amor y respeto,
unidos a Dios, haciéndolo parte de nuestra relación”.
Paty y Pedro Reyes
“Pertenecemos al movimiento
Encuentro Mundial Matrimonial,
que ha sido una gran herramienta
que nos permite vivir en unidad,
teniendo a Dios en nuestra relación.
Nos sentimos agradecidos y entusiasmados,
como cuando nos invitan a una fiesta
donde sabemos que encontraremos
muchos amigos”.
Gustavo y Alicia Piñeyro