Este domingo 1 de diciembre la Iglesia Católica da inicio al Adviento, un tiempo litúrgico destinado a preparar el corazón para celebrar el Nacimiento de Jesús.
Una de las tradiciones más hermosas de este tiempo es la ¿Ya tienes lista tu Corona de Adviento?
La Corona de Adviento es, como su nombre lo indica, es una corona hecha con follaje verde y cuatro velas, una por cada domingo.
El verde es la esperanza por la venida del Salvador y cada una de las cuatro velas, tres moradas y una rosa para el Domingo de Gaudete, nos recuerdan la luz de la fe.
Como buena tradición centenaria, la Corona de Adviento tiene su rito para encenderla. El Bendicional explica que hacerlo un sacerdote o un laico. Te explicamos cómo es el Rito de la bendición en la familia.
El ministro, al comenzar la celebración, dice: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden: Que hizo el cielo y la tierra.
Monición introductoria: Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.
Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la sagrada Escritura, por ejemplo: ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!
Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oremos. La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado.
Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del bosque y la ha adornado con luces.
Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor, que, mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
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