Con qué rapidez, y sin tiempo para reflexionar como personas pensantes ni como sociedad, hemos pasado de un concepto del amor idílico, casi platónico, al concepto de un amor romántico, cursi, de película, y por lo tanto, irreal. Pero no nos hemos quedado ahí.
Seguimos resbalando en la pendiente porque el concepto del amor que hoy se promueve y se vive, en muchísimos casos es el de un “amor” pasional, lleno de erotismo y sensualidad, un “amor” que se deshecha rápidamente, cambiándolo por otro “amor”, porque no hay compromisos ni responsabilidades. Es ese tipo de “amor” que vemos, aún sin querer, porque nos llega indiscriminadamente. Lo vemos a cualquier hora, en cualquier sitio y en todos los medios.
Casi todas las relaciones hoy en día están contaminadas por esta avalancha que nos llega hasta con la manipulación del lenguaje, deformando el verdadero significado y sentido profundo del AMOR, así con mayúsculas. Porque no es lo mismo, por ejemplo ,“hacer el amor”, que amar. Y “darse” no es lo mismo que amarse.
Estos y muchos otros sucedáneos del amor, lo que traen, como efecto secundario y daño colateral, es una gran infelicidad. Y no es un cuento, es una realidad que nos brinca a cada momento, ya sea en la familia, los parientes, los compañeros de clase, de estudio o de trabajo, las amistades, los noticieros, las redes sociales, los chismes y murmuraciones. La infelicidad es consecuencia del amor mal entendido. Viene de su mano y nos puede echar a perder la vida presente y futura.
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Por eso es tan importante darnos cuenta de que el amor humano, inscrito en nuestra naturaleza, en nuestro propio cuerpo, es un don que va madurando poco a poco, pasando por diferentes etapas de vida, hasta llegar al amor maduro, que no se manifiesta con euforia, pero sí con verdadera alegría.
Deseos, sentimientos y emociones es lo que antiguamente llamaban “pasiones”. El ser humano tiende hacia otro naturalmente para sentirse completo, y todo lo que hace y busca está cargado de pasiones.
Como nos dice el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, experimentar una emoción no es algo bueno o malo en sí mismo. Comenzar a sentir deseo o rechazo no es pecado. Lo que es bueno o malo es el acto que uno realice movido por una pasión. Pero sí los sentimientos y sensaciones son promovidos, buscados y por su causa cometemos malas acciones, el mal está en la decisión de fomentar esos sentimientos y en los actos indebidos que realizamos.
El hombre y la mujer se atraen sexual y espiritualmente. La igualdad en dignidad y derechos no significa uniformidad. No podemos olvidar que ser varón o mujer, marca profundamente al ser humano, es un modo diferente de sentir, una forma diferente de amar, una vocación diferente en relación con los hijos; otro camino de fe.
La forma del cuerpo de una mujer es diferente a la del hombre. Hasta hay diferencias en el sistema endocrino entre hombres y mujeres, que radica en las glándulas sexuales o gónadas, unas glándulas mixtas que producen los gametos o células reproductoras, y distintas hormonas. Existen principalmente 3 hormonas sexuales en el ser humano: dos en la mujer y una en el hombre. Éstas son las sustancias que fabrican y segregan las glándulas sexuales, el ovario en la mujer y el testículo en el varón.
Con todos estos elementos e ideas ya puestos sobre la mesa, hagamos un recorrido por las diferentes etapas de la vida de una persona, tomando en cuenta que Dios creó al hombre y la mujer, el uno para el otro, para que se complementaran en el amor.
El bachillerato es una etapa en cierto sentido más agradable y tranquila; claro, si es que hemos trabajado en la autoestima y el autocontrol, y en la secundaria no corrimos tras pasiones y compañías dañinas, que no pudimos controlar.
Si hemos superado esa etapa de desconciertos y desilusiones, ahora entramos con un poco más de experiencia y madurez a la preparatoria. Tenemos otra edad y enfocarnos en nuestras metas es importante, prioritario y trascendente. Ahora es cuando empezamos a descubrir nuestra vocación.
Es en esta etapa donde se amplía el círculo de amistades: conocemos a otras personas y observamos a todos para empezar a seleccionar a los amigos. Es muy importante porque las buenas amistades nos acompañarán en el proceso de ser mejores personas, y nosotros haremos lo mismo por ellas. Estamos hablando de elegir compañeros y compañeras valiosos, aunque tengan defectos, porque nadie es perfecto.
En esta etapa se vive una forma de amor que no es exclusiva ni acaparadora, que admite que el amigo o amiga tenga muchas otras amistades. Y es por la amistad que encontramos a personas que nos respetan, nos apoyan, y no nos exigen ni condicionan su amistad. ¡Es en estos grupos afines a mis valores donde puedo encontrar a esa persona que anhela mi corazón, aunque no sea el momento de iniciar una relación formal!
Pero no es suficiente “sentir cosas” por una persona. Sentir algo no significa amar. Muchas veces nos creemos capaces de un gran amor sólo porque estamos necesitados de afecto; pero no sabremos luchar por la felicidad de los demás si vivimos encerrados en nuestras necesidades y deseos. Cuidado con el egoísmo. Eso no es amor.
El exceso, el descontrol y la obsesión por ciertos placeres terminan por volverse enfermedad. Así que la educación sexual implica también gobernar los sentimientos.
Como dice el Papa Francisco, de verdad se puede hacer un hermoso camino con las pasiones, si las sabemos orientar hacia la auto donación y la plena realización de uno mismo. Captar el valor de la sexualidad es hablar del amor como lo debe hacer el ser humano.
La sexualidad se vuelve madura, personal y auténtica cuando está integrada en una relación de persona a persona, de donación recíproca, a fondo y sin límites. Una vocación primera del ser humano es el amor, que significa buscar lo mejor para la otra persona. Por eso debemos tener muy claro que siendo tan jóvenes en bachillerato, NO estamos preparados para “hacer el amor”, porque no tenemos la madurez necesaria para ejercer la sexualidad, para realmente amar.
Esta etapa es crucial para tu futuro: no hagas nada contra ti o contra otro dejándote llevar por el ambiente, la moda, los cantantes, los influencers, las tendencias y las redes sociales. ¡Toma el control de tus instintos!
En esta etapa de transición entre la niñez y la juventud, etapa sumamente compleja en la que entran en juego el cambio corporal, la psicología y las hormonas, lo que ya en sí es una batalla, interviene también todo el bombardeo de supuestas formas de ser aceptado, admirado y deseado que le llegan del ambiente en el que se mueve. El adolescente quiere pertenecer a un grupo que ya no sea exclusivamente familiar.
Hay atracción entre ambos sexos, lo cual es normal. Las niñas pueden soñar con un galán de película y los niños con mujeres de cuerpo escultural. Cantan lo que no entienden, admiran lo que no deben y bailan lo que otros bailan sin el menor pudor.
Y es entonces cuando se dedican a buscar los medios de seducción que les llegan por las redes sociales y que consideran los mejores. Fotos intimas, poses eróticas, frases insinuantes, actitudes y opiniones que no tienen contenido, pero son altamente sexuales, suben y bajan de sus redes. ¡Y todo el mundo los ve!
En estos momentos es cuando el adolescente se arriesga y se pone en peligro: no analiza al objeto de su elección, y la mayoría de las veces no ve ni pros ni contras, sólo siente una pasión llena de hormonas e impulsos sexuales que lo llevará a una situación extrema, en la que con seguridad va a terminar con un fracaso que lo hará infeliz.
Sus expectativas no están claras, en raras ocasiones tienen planes a futuro y, aunque aparentemente dicen que éste es el amor de su vida, por tener algún argumento cuando alguien les hace ver los inconvenientes y peligros de su relación, en realidad ni siquiera están enamorados. Sólo viven una sexualidad desenfrenada que dura lo que les dure la pasión inicial.
¡Y ahí es cuando vienen las consecuencias! Porque este tipo de “amor” es como las drogas. Usa las mismas vías neuronales y cuando se rompe la adicción, el sufrimiento es tan fuerte que puede desembocar en graves conductas depresivas y obsesivas. ¡Se les rompe el corazón!
El adolescente NO debe vivir así su sexualidad. Aunque se crea capaz, autónomo, responsable y libre, aún no lo es. Le faltan las herramientas y un largo camino que recorrer. Veamos cuántos adolescentes truncan sus vidas por embarazos de una relación efímera, y cuántos más optan por el aborto sin medir las consecuencias de sumar un error a otro. Las estadísticas en nuestro país lo dicen todo. Y una educación sexual mal impartida los ha llevado al precipicio.
Pero no todo es negativo: los planes de Dios son perfectos y por eso jamás serán obsoletos. Por eso, la sexualidad bien entendida, esperando a ejercerla con un amor maduro, está presente. Si nos lo proponemos, siempre habrá una oportunidad para hacer las cosas bien, encontrando EL AMOR.
Seguimos recorriendo las diferentes etapas de nuestro crecimiento como personas y ¡qué rápido nos encontramos con que somos universitarios o estudiantes de una carrera técnica! Interesante resulta que ahora ya tenemos diferentes responsabilidades.
Además de estudiar, trabajamos, hacemos deporte, contribuimos con algo en el mantenimiento de la familia, tenemos amistades de hace años, seguimos yendo a los antros, tomamos, y por si fuera poco, seguimos enganchados en redes sociales, influencias poco ejemplares y un medio social que se deja llevar por todo lo anterior.
Probablemente ahora ya queremos tener una relación más formal, o ya llevamos tiempo saliendo con una persona o ya estamos buscando a alguien que valga la pena.
A estas alturas ya hemos experimentado en alguna ocasión lo que es tener el corazón roto, y lo que sufre uno hasta que sana. Este es el momento de analizar cuáles fueron las causas que provocaron esos sufrimientos.
Esto va a sonar muy fuerte. ¿Me dejé llevar por la pasión y luego me aburrí? ¿Usé a esa persona como objeto desechable? ¿El medio me llevó a tener ese encuentro sexual pasajero? ¿O lo hice para que no se burlaran de mí? ¿Es el sexo para mí una adicción? ¿Busqué en esa relación sólo un cuerpo?
Las expectativas, miedos, diferencias, valores, sexualidad mal ejercida y experiencia de rupturas anteriores, son factores claves para que esta relación que quieres iniciar tenga futuro. Tienes que conocerte muy bien.
Las expectativas suelen ser altas en las relaciones sentimentales, especialmente entre jóvenes que buscan el amor verdadero. Pero hay que poner los pies en la tierra, las expectativas irreales y llenas de sueños, ideales y proyectos son difíciles de cumplir y pueden llevar a la decepción y al dolor. Ambos tienen que estar conscientes de que ninguna relación es perfecta. ¡Los amores de película no existen! Por lo tanto, hay mucho que platicar en pareja sobre las diferencias en valores, creencias y estilos de vida.
¡Y por todo lo anterior es importantísimo el noviazgo, periodo en que se va conociendo mejor a la pareja y se va pasando del enamoramiento al amor!
En esta etapa especialmente, pero igual que en las anteriores, hay que usar el cerebro para analizar, contener, valorar, ordenar nuestros impulsos y pasiones. Como dicen algunos autores: el cerebro también forma parte de nuestros órganos sexuales, y es lo primero que tenemos que usar antes de lanzarnos a tener un mero encuentro de cuerpos.
San Juan Pablo II decía: “No se puede amar a prueba, acoger sólo a prueba y por un tiempo a una persona, de la misma manera que no se puede vivir solamente a prueba y no se puede probar a morir”.
Si quieres empezar a planear una vida en común, (no me refiero a organizar una boda con fiesta incluida) platica mucho con tu pareja, dialoga, escucha, opina, define proyecto de vida en común. Ningún tema es tabú. Siempre con respeto hablen de todo: ingresos económicos, relaciones con la familia política, sexualidad, hijos, como solucionar conflictos, trabajo, tiempo libre, vivencia de su fe, etc. Cuanto más tiempo inviertan en dialogar, más se conocerán y menos sorpresas se encontrarán cuando ya vivan como esposos.
Por lo tanto, en la etapa de adulto joven, lo inteligente es usar el cerebro para frenar el erotismo, sin dejar de lado las muestras físicas de cariño; jamás actuar sin pensar, no precipitarse al tomar decisiones y tampoco dejarse presionar por las circunstancias.
Habiendo vivido esta etapa con todo lo que hemos platicado, seguro ya concluida la carrera, estarás mejor preparado para iniciar el negocio más importante de tu vida: el matrimonio y la familia.
Las personas que inician una relación de pareja se crean unas expectativas románticas, idealizadas, nada reales. El resultado, con el paso del tiempo es muy distinto al imaginado. Es lo normal, porque la pareja proviene de ambientes diversos, de familias diferentes, de realidades con pocas similitudes.
Pero este poner los pies en la tierra, es una gran oportunidad. Las crisis generalmente se destapan por pequeñas diferencias. Se hace una tormenta en un vaso de agua, y hay que actuar prudentemente, pero sin dejar pasar la ocasión de solucionar el conflicto.
Estar lleno de amor significa que mi pareja me gusta tanto que debo salir de mí mismo para entregarme a ella. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “el amor debe caracterizar toda la vida de la persona y debe realizarse de un modo especialmente hondo y significativo allí donde el varón y la mujer se aman en el matrimonio.”
Lo anterior es aplicable también en los conflictos. El desafío es volver a la conquista amorosa de la pareja. Sigue siendo un ejercicio de exploración entre dos personas, marcado por sentimientos de atracción recíproca. En este periodo de recién casados, el amor no ha aparecido todavía de una forma verdadera; en realidad se está tanteando inconscientemente para ver por dónde llevar esta relación matrimonial que queremos sea exitosa.
Por eso es tan necesario conocer el “lenguaje emocional” de la pareja. Ahí empiezan los malos entendidos. Si yo me comunico con mi manera de ser, con lo que para mí son muestras de cariño, con comentarios que para mí son intrascendentes, con hábitos y actitudes que mi pareja toma a mal, ahí nace un conflicto, aunque no salga a la luz inmediatamente. Es como si yo hablo en español y mi pareja en chino: no hay manera de entendernos.
Los matrimonios jóvenes deben seguir manteniendo el diálogo y la apertura que vivieron en el periodo de su noviazgo. Es necesario conocerse a fondo en esta realidad elegida para toda la vida. Nunca se debe tener miedo de ser juzgados por la pareja. La respetuosa sinceridad es elemental.
Hay que aprender a vivir como si fuéramos libro en blanco, donde los dos vamos escribiendo una historia en común: la historia de nuestro amor. Y como en este libro aprenderán los hijos, hay que esmerarse en el crecimiento del amor, con todos los capítulos bien cimentados: el conocimiento mutuo, la sexualidad, la abnegación, la educación, los valores como pareja, las diversiones, la relación con las familias de origen, la ilusión por mantenerse unidos y todos los capítulos que sea necesario añadir.
Todo este libro se va enriqueciendo con los lenguajes del amor que se construyen con detalles: palabras asertivas, tiempo de calidad, actos de servicio, notitas cariñosas, contacto físico y una profunda entrega de toda la persona en el acto conyugal.
Y tener muy en claro lo que nos dice san Juan Pablo II de que “la sexualidad, por medio de la cual el hombre y la mujer se dan uno a otro con actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta el núcleo íntimo de la persona”.
“La sexualidad se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen entre sí.”
Los matrimonios jóvenes tienen el futuro en sus manos, porque ya no luchan individualmente, cada uno por su lado, sino que su donación física total es signo de una donación en la que está presente toda la persona.
¡Por eso, y por todo lo que se aman ahora y lo que se amarán en su camino en común, no tengan miedo! Podrá ser difícil acoplarse en su nuevo estado, pero una cosa es segura: si caminan juntos con esfuerzo, paciencia y convicción, les costará, pero ¡NO terminarán con los corazones rotos!
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