El Papa Francisco celebró la Santa Misa en el Santuario Nacional de Šaštin, en el marco de su Visita Apostólica a Eslovaquia. Ahí, a los pies de la Virgen de los Siete Dolores, señaló a Nuestra Señora como ejemplo de fe para todos los cristianos.
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“María es el camino que nos introduce en el Corazón de Cristo, que ha dado la vida por amor a nosotros”.
En su homilía, el Santo Padre explicó que podemos mirar a María como modelo de la fe, siguiendo estas características:
“La joven de Nazaret, apenas recibido el anuncio del Ángel, «se fue rápidamente a la región montañosa» (Lc 1,39) para ir a visitar y ayudar a Isabel, su prima. No consideró un privilegio el haber sido llamada a convertirse en Madre del Salvador (…) Al contrario, vivió el don recibido como una misión a cumplir, sintió la exigencia de abrir la puerta y salir de su casa, dio vida y cuerpo a la impaciencia con la que Dios quiere alcanzar a todos los hombres para salvarlos con su amor”.
Así como hizo la Virgen, el Papa hace un llamado a la Iglesia a seguir siempre en camino: “¡No se detengan! Y quisiera agregar algo más. Dije: “no se detengan”, porque cuando la Iglesia se detiene, se enferma; cuando los obispos se detienen, enferman a la Iglesia; cuando los sacerdotes se detienen, enferman al pueblo de Dios”.
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“Con su misma vida, la joven de Nazaret es profecía de la obra de Dios en la historia, de su obrar misericordioso que invierte la lógica del mundo, elevando a los humildes y dispersando a los soberbios (…) La profecía de Israel culmina en María, porque Ella lleva en el seno a Jesús, la Palabra de Dios hecha carne. Él realiza plena y definitivamente el designio de Dios”.
El Papa también nos invita a todos a ser profetas de la belleza del Evangelio: “Cristianos que saben mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna allí donde a menudo en la sociedad hay división y hostilidad”.
“María Dolorosa simplemente permanece al pie de la cruz. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz, con el rostro surcado por las lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte”.
El Santo Padre nos pide seguir el ejemplo de compasión de la Virgen Madre Dolorosa:
“Nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros. Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación.
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