¿Quién es el Cardenal Carlos Aguiar Retes? El Arzobispo Primado de México, con motivo de sus 50 años de sacerdocio -cumplidos el 22 de abril de 2022- nos respondió a 50 preguntas rápidas y curiosas para conocer más de su historia de vida.
-Sr. Cardenal, serán 50 preguntas rápidas por sus 50 años como sacerdote. Por cierto, ¡muchas felicidades!
-Pues se los agradezco enormemente. Es una fecha impresionante para mí mismo: nunca se imagina uno que lo que empieza dure 50 años. Y ya llegamos.
-¿Le parece si comenzamos?
-¡Claro que sí! Empecemos.
C.CAR: Como nos lo dice ya el Concilio Vaticano II, y lo avizoró muy bien, se está tratando de un cambio de época, que no había sucedido desde el siglo XVI. La cultura; es decir, el estilo de vida social de los países en general (particularmente de Occidente), ya tenían un modo de conducirse con valores establecidos. Y hoy todo está en cambio. Por eso es un cambio de época como el que se realizó en el siglo XVI.
C.CAR: Bueno, cuando el sol sale yo me despierto. Aunque siempre en torno 6:30-7:00 de la mañana, habitualmente.
C.CAR: Por ser el día de hoy y todos los días: agradecerle a Dios un nuevo día. Nunca sabe uno si va a amanecer. Al amanecer: gracias, Señor.
C.CAR: Mi película favorita —no lo vas a creer— es una película que ya tiene años que pasó, pero que precisamente existe en presentar cómo se fue dando este cambio de época intergeneracional. Se llama “Memorias de Antonia”, es una película holandesa, que yo siempre la recomiendo.
C.CAR: ¿Muchísimo? Poeta y campesino. Yo creo que, no lo conoce todo mundo, pero cuando yo era seminarista era lo que siempre, en todas las fiestas, nos tocaba esa espléndida melodía. Después, pues, evidentemente, aprendí a valorar la música clásica, de manera particular la de Beethoven. ¿Quién no va a escuchar con alegría la Novena sinfonía?.
C.CAR: Actualmente estoy leyendo un libro impresionante. Es la Biografía de San Pablo VI, aquel que le dio el sentido al Concilio Vaticano II. Esa biografía es iluminadora para entender que, desde el Papa Pío XII, ya se vislumbraba la necesidad de un concilio ecuménico.
C.CAR: Yo soy licenciado y doctor en Sagrada Escritura. Pues evidentemente para mí, la Biblia es mi pasión.
C.CAR: San Agustín. Te lo digo rápido: su vida es un testimonio muy fuerte para las generaciones de hoy y se las recomiendo que la lean.
C.CAR: Pues ahí sí he recorrido mundo por todos los servicios que me han pedido dar en la Iglesia, me la pones media difícil, pero indudablemente: Tierra Santa, la Tierra del Señor.
C.CAR: Fútbol. Desde niño pertenecía a un club y formaba parte de la liga infantil de mi ciudad.
C.CAR: Lo tiene uno que decir: del América. Y ahora que estoy aquí, en la Ciudad de México, pues con mayor razón.
C.CAR: Yo nací en Tepic, Nayarit, que es costa, y que desde niño nos llevaban nuestros padres al mar. Entonces los mariscos, no hay duda.
C.CAR: Cuando celebré la Eucaristía, yo todavía era sacerdote, sin ser obispo, un año antes, en el 96, que les celebré la Eucaristía de sus 50 años de vida matrimonial. Fue una fiesta que los vi gozar a ellos como dos enamorados y a nosotros sus hijos felices de contemplarlos.
C.CAR: No me queda duda: don Adolfo Suárez Rivera. Fue un obispo de Tepic en 1971. Él me envió a estudiar la Biblia. Él estuvo siempre pendiente de nosotros y después, cuando yo ya fui llamado al episcopado, le pedí que me ordenara obispo y lo hizo con muchísimo gusto. Pero no es solamente por estos momentos, sino por su personaje, por su personalidad, por su visión de Iglesia y por su visión de la sociedad. Que era originario de San Cristóbal de las Casas, sabía perfectamente las necesidades de nuestros pueblos. Don Adolfo Suárez, cardenal de la Iglesia, que fue hasta Arzobispo de Monterrey.
C.CAR: La frase que nos decía con mucha insistencia: hay que caminar, hay que aplicar el Concilio. El Concilio es el futuro de la Iglesia. Yo, desde entonces, le hice caso. Y, para mí, la pasión es entender el Concilio Vaticano II y ponerlo en práctica en la vida de la Iglesia.
C.CAR: No tengo duda tampoco, porque desde los 11 años nos conocemos: el obispo de Mazatlán actual, Mario Espinosa. Somos amigos desde entonces. Íntimamente compartimos nuestras maneras, experiencias y hasta consejos.
Y también otro que ya está en las alturas, con el Señor, que fue otro gran amigo. Los tres éramos muy buenos amigos. El padre Manuel Olimón Nolasco, historiador, que desarrolló mucho su misión en la Universidad Pontificia de México.
C.CAR: No me lo vas a creer, pero ser más formal, porque no es lo mismo estar en el estado de Nayarit, que estar en la Ciudad de México. Ahora me encuentras un poco a la ligera, pero normalmente trato también de ser muy formal en todos mis tratos.
C.CAR: Es una pasión encontrarme con la gente. Recientemente, como lo he hecho en Texcoco, como lo he hecho en Tlalnepantla, lo estoy haciendo aquí: acercándome a las parroquias y escuchándolas, viendo su emotividad y su afecto (por un servidor y por la Iglesia).
C.CAR: Mira, yo entré al seminario desde niño y nos hicieron aprender latín y griego, y muy buen castellano, con literatura clásica. Después, yendo a estudiar a Estados Unidos, pues comencé a estudiar inglés. Posteriormente, cuando fui ya a Roma aprendí el italiano, y también por un interés personal aprendí el francés.
Y luego, como pretendía hacer algún día el doctorado, también inicié en el alemán. Porque, para el doctorado en Biblia, al menos en ese momento era indispensable poder leer el alemán.
C.CAR: No me lo vas a creer, pero aunque lo leo bastante bien, pero entender, el inglés, porque los americanos lo arrastran y hacen muchas abreviaciones del idioma. Escuchar a los ingleses es otra cosa.
C.CAR: Por la necesidad de entender lo que pasa con niños y adolescentes, por primera vez me acerco a los perritos.
C.CAR: Esa me la pones difícil, porque me he tenido que ir adaptando a muchos lugares, pero definitivamente mi país. Como México no hay dos.
C.CAR: Fundamentalmente tengo mucha admiración por los Pontífices, porque son nuestra cabeza. Admiré muchísimo a San Pablo VI, por eso me está complaciendo tanto la lectura que me regalaron de su biografía. Pero también Juan Pablo II, que fue quien me llamó para ser obispo, me encontré varias veces con él. Y también con el Papa Benedicto y ahora con el Papa Francisco, que hay una gran amistad. ¿Con quién? Con mis cabezas, que son el sucesor de Pedro en turno.
C.CAR: Eso: que tiene uno una posibilidad de entrar al corazón de la Iglesia, la Curia Vaticana. Tiene uno la posibilidad de encontrarse con el Santo Padre. Para mí eso es una gran felicidad siempre. Independientemente de los pontífices, como dije antes, la bondad y la claridad, el carisma.
C.CAR: El día que fui ordenado sacerdote, hace 50 años. ¿Por qué? Porque ahí se decidió mi vida, se decidió mi futuro, se decidió mi manera de servir. Y, evidentemente, ser sacerdote es darte a los demás, y eso me causa mucha felicidad.
C.CAR: Médico, indudablemente. Además lo puse yo cuando me hicieron las primeras preguntas, y lo hacía yo para ayudar a mi abuelita, para quienes se enfermaran, porque es doloroso ver a los enfermos, para ayudarles a sanar. Pero ahora los sano desde lo espiritual.
C.CAR: Mi recuerdo favorito de la infancia es cuando, como niños, mis hermanos los mayores (4 mayores: 2 mujeres y 2 hombres somos) jugábamos, intercambiábamos y compartimos los momentos de vacaciones.
C.CAR: Con mi hermano menor. La acabo de hacer. Me pidió si podíamos platicar un rato. Estuve con él hablando ampliamente.
C.CAR: Pescado y mariscos.
C.CAR: Una muy breve, pero que la repito siempre, todas las noches después de hacer el examen del día, y ya cuando cierro los ojos”.
“Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”, es la oración de Jesús”.
C.CAR: Hombre de palabra. Me gusta cumplir siempre. Me tardo a veces en decidir, trato de convenir con otros, los que estén implicados. Pero, lo que digo, trato de cumplir.
C.CAR: Desde que soy cardenal, han sido estos encuentros de los cardenales. Ahí, la variedad, los puntos de vista… Esta reunión que tuvimos en agosto pasado, por ejemplo, fue una experiencia muy fuerte de conocer la globalidad, las situaciones de la Iglesia, las distintas maneras en cómo estamos respondiendo a los desafíos, enriqueciéndonos con las experiencias. Y pues eso hace que uno disfrute el ser cardenal.
C.CAR: Esa es muy sencilla: a mí lo que me encantaría es con San José. Porque es un hombre muy discreto: se guardó muchos secretos y yo creo que tiene muchas experiencias que pudieran enriquecernos mucho.
C.CAR: ¿Por qué y cómo se fijó en mí para ser sacerdote?
C.CAR: Las Navidades familiares con mis papás. Con toda la familia, todos los hermanos, siempre nos reuníamos, junto a mi mamá, que es el día de su cumpleaños. Le cantábamos Las Mañanitas, ella apagaba las velitas: era un festejo muy hermoso.
C.CAR: Mi juguete favorito no lo van a entender, se los tengo que explicar. Se llamaba ‘Mecano’. Era una especie de juego para armar grúas, para armar castillos. Todo de fierro, con tornillitos. Entonces eso a mi hermana y a mí nos entretenía muchísimo y jugábamos juntos para construir nuestras ciudades, nuestras murallas.
C.CAR: Hay una frase que siempre se nos ha quedado a mis hermanos y a mí, de mi papá. Más que tenerle miedo a los demonios como lo imagina la gente, mi padre nos decía: ‘hay que domar al león que traigo dentro’. O sea, conocerme a mí mismo y poder conducirlo para que su conducta refleje lo que su pensamiento le dice que tiene que hacer.
C.CAR: Propiamente dicho como tal un exorcismo, no. Los casos que me han tocado como obispo no eran endemoniados, sino son personas con problemas que le achacan al demonio lo que están viviendo. Entonces hay que orientarlas y ayudarlas.
C.CAR: Que se conozcan a sí mismos y lo que Dios siembre en su corazón y le den cauce. Que no se quede como sueño: que se vaya haciendo realidad.
C.CAR: Primero, si Dios me los concede, estaré muy grato porque ya seré un Obispo Emérito y podría hacer un proyecto que siempre me ha parecido oportuno: dedicarlo en esos años de retiro que es recoger mi experiencia sacerdotal y episcopal, y poderla plantear desde mi tesis doctoral. Iluminarla desde el aspecto bíblico y reflejarla con lo vivido.
C.CAR: En la del tiempo de Jesús. Yo creo que sería una gracia de Dios el haber convivido en ese tiempo (con todos los condicionamientos históricos que sabemos que le tocó vivir), pero pues sí me habría gustado ser Simón. Pedro no tanto, pero un apóstol o un seguidor simplemente de Jesús.
C.CAR: Ustedes lo saben: la Basílica de Guadalupe, con nuestra Madre, la Morenita.
C.CAR: Todos los días, habitualmente, hago ejercicio entre 40-45 minutos. Hay días que no se puede por otros compromisos, pero habitualmente sí es fundamental para la salud.
C.CAR: El consejo fundamental es este: Dios ya está contigo. No lo percibes, te puedo ayudar a que lo percibas si lo quieres encontrar.
C.CAR: Hay varias. Pero les voy a contar una que fue el inicio de una relación de amistad más profunda con él. Estábamos participando en 2001, él ya como cardenal recién creado, que es cuando lo conocí, y un servidor, que entonces yo era secretario general del CELAM. Me eligieron para ir al sínodo del 2001, que entonces yo era obispo. En mi reunión de grupos, que se hace la reflexión de grupos en el sínodo, fui elegido secretario. En esa ocasión, a las 2 semanas me informan mis hermanos que mi mamá está muy grave con cáncer de páncreas ya muy avanzado, y que tenía poco para vivir. Entonces yo fui con el cardenal encargado de los sínodos y le pedí retirarme. Claro, me dijo que sí. Fui al grupo, en el cual estaba el cardenal Bergolio, y les dije la razón por la cual me retiraba y que se eligiera otro secretario, y yo le pasaba todo lo que hasta ahora se había recogido. Y al salir, todos ya se fueron, y yo salí del salón, pero a los pocos pasos sentí que alguien me jaló del brazo. Era el cardenal Bergolio y me dijo ‘Carlos, te agradezco que nos hayas dicho por qué te vas, casi siempre los obispos no compartimos lo que vivimos, y eso es muy importante. Qué bueno que nos informaste, gracias’. Y de ahí se estableció una amistad.
C.CAR: En la mañana, darle gracias a Dios. Y en la noche, revisar en qué momento sentiste que la mano de Dios te acompañaba fuertemente. Darle gracias a Dios de ese día y, como les dije: ‘Padre, en tus manos me encomiendo’.
C.CAR: Mi niñez. Fui un niño agraciado, con familia de hermanos, con papá y mamá que se amaban.
C.CAR: Los niños. Me encanta acercarme cuando la gente trae un niño de 2-4 años porque son encantadores, transparentes. Si uno les sonríe, ellos sonríen. Si uno les da una caricia, ellos se alegran. Y eso me pone muy contento.
C.CAR: Me la pones difícil. Lo he dicho ya 3 veces con esta: la entrega del espíritu al Padre que hace Jesús. “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Si estamos encomendados, vamos por buen camino”.
C.CAR: “En medio de nosotros. Estoy convencido. Es a través de nosotros y en medio de nosotros que lo encontramos. Así que animo a todos a que se den cuenta que Cristo camina entre nosotros”.
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