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Homilía del Arzobispo Carlos Aguiar en la Misa Crismal 2020

"Renovemos nuestras promesas sacerdotales con plena confianza en el amor de Dios".

27 agosto, 2020
Homilía del Arzobispo Carlos Aguiar en la Misa Crismal 2020
Misa Crismal 2020. Foto: Vladimir Alcántara/ Desde la fe.

“Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”

Qué difícil es asumir estas palabras de Jesús, y afirmar, como lo hace Jesús, que a través de nuestra persona se está cumpliendo la Profecía de Isaías:

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“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la Buena Nueva, para anunciar la liberación a los cautivos, y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.

Vale la pena examinar nuestro ministerio ante las características que anuncia el Profeta y que Jesús las hizo suyas. Ciertamente el Espíritu del Señor nos ha sido transmitido para ejercer el ministerio sacerdotal, en favor del Pueblo de Dios, pero revisémonos con honestidad y humildad:

Si hemos anunciado la Buena Nueva a los pobres, es decir, si hemos hechos presente el amor y la misericordia de Dios Padre, como lo hizo Jesús a los más necesitados

Si hemos levantado el ánimo a los de corazón quebrantado, a quienes se encuentran desesperanzados ante las afrentas recibidas en su dignidad o en la dignidad de sus seres queridos

Si hemos proclamado el perdón a los cautivos en nombre del Señor, visitando a los recluidos tanto a los que justamente sufren una pena, como aquellos, que han sido encarcelados injustamente o que siendo inocentes no han recibido sentencia

Si hemos consolado a los afligidos o a los abandonados, a los desamparados o a los indigentes, a los deprimidos o los marginados – Si hemos auxiliado a los enfermos para que su tristeza y su preocupación se convierta en esperanza, que los llene de alegría.

Si hemos pregonado la gracia de Dios Padre, que a través de Jesucristo ha derramado a todos los que creemos en él, y ciertamente, la derramará a todos los que acudan a Él.

Seguramente encontraremos algunas acciones, que habrán ayudado a los miembros del Pueblo de Dios en el crecimiento de su fe, en la generación de la esperanza, y en una caridad testimonial admirable; y de ello debemos, con el corazón agradecido, alabar a Dios y dar testimonio, ante la comunidad cristiana que presidimos, de las maravillas que hace el Señor en medio de nosotros y a través de nosotros.

También aparecerán en nuestra memoria situaciones en las que no pudimos concretar una respuesta eficiente, debido a múltiples causas, que justificadamente o no, impidieron que ejerciéramos nuestro ministerio sacerdotal satisfactoriamente.



La lectura del Apocalipsis manifiesta que la plenitud del Reino de Dios será un Reino de Sacerdotes, es decir, donde todos podremos ver y hablar directamente con Dios, y recuerda que la finalidad de la misión de Jesucristo, al encarnarse es para redimir y transformar las realidades terrestres en las realidades celestiales, a las que hemos sido destinados por el amor misericordioso de Dios Padre.

El ministerio sacerdotal nos ha sido transmitido para conducir a la humanidad a su destino, no obstante, nuestras infidelidades y equivocaciones, a veces involuntarias pero reales, que van retrasando la llegada del Reino de Dios en plenitud. Sin embargo, también debemos descubrir otras muchas actividades, que hemos realizado y han servido para avanzar y pregustar las primicias del Reino.

Pidamos perdón al Señor de nuestras fallas y con gran esperanza renovemos, como lo haremos en unos momentos más, nuestras promesas sacerdotales, con plena confianza en el amor de Dios, que nos eligió para este ministerio, que conoce y que sostiene nuestra frágil condición humana.

Así juntos conmigo, Presbiterio y Obispos, realizaremos la consagración del Santo Crisma que nos permitirá transmitir la fuerza del Espíritu Santo a los bautizados en las diferentes situaciones de la vida humana, y de los Santos Oleos para preparar a los catecúmenos, y para asistir a los enfermos, especialmente en esta grave crisis ocasionada por la Pandemia.

De esta manera, con esperanza fundada podremos afirmar la acción actual y permanente del Espíritu Santo en su Iglesia, como Jesús y con Jesús, proclamando: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Amén

 

 

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