Entre la soledad y la esperanza, el Día de las Madres en prisión
Internas de Tepepan participaron en la Misa por el 10 de mayo presidida por el obispo Salvador González.
Aunque Selene M. describe los ocho años y cuatro meses que ha pasado en la cárcel como un calvario, asegura que la presencia de su familia los ha hecho llevaderos; sin embargo, reconoce que muchas de sus compañeras en el Centro Femenil de Readaptación Social de Tepepan no tienen la misma suerte.
“Está más olvidada la mujer que el hombre, lo veo aquí, hay muy poquitas visitas, de las casi 150 que somos, a apenas 80 nos siguen visitando”, comenta la interna de 44 años, que este Día de las Madres tiene muy presente a su hija de 20.
Selene estuvo presente este viernes en la Misa por el Día de las Madres que presidió monseñor Salvador González, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México, en el auditorio de la cárcel y que marcó las celebraciones de este día, ya que en Tepepan no hubo visitas, ocurren el martes, jueves, sábado y domingo, sin embargo, el personal carcelario reconoce que en esta prisión, la llegada de familiares y amigos es escasa.
Durante su homilía, el obispo pidió a las asistentes mantener vivo el recuerdo de sus madres, así como – a las que tuvieron hijos- estar agradecidas por la maternidad.
“Qué importante es el encuentro con aquel que nos cambia el horizonte, con aquel que nos llena de esperanza. Al celebrar a nuestras mamás tenemos la oportunidad de recordar ese puente que nos conecta con el amor que nuestro Padre Dios nos tiene”, les dijo.
Durante la ceremonia varias de las internas se limpiaron las lágrimas. Al darse la paz varias de ellas se abrazaron.
Al término de la Misa, el obispo auxiliar entregó a cada una de las asistentes una flor que cada una pasó a recoger, algunas de ellas en silla de ruedas por lo que fueron auxiliadas por sus compañeras.
Asistencia médica
Si bien, el Centro Femenil de Readaptación Social de Tepepan, al sur de la Ciudad de México, obtuvo gran parte de la atención pública debido a que aquí estuvieron recluidas Elba Esther Gordillo y Florence Cassez, alberga también las historias de las 145 internas que actualmente lo habitan, de acuerdo con cifras del personal de seguridad de la cárcel
La mayoría son mujeres que requieren algún tipo de atención médica. 15% de ellas son pacientes que padecen enfermedades mentales y que habitan en el dormitorio-pabellón psiquiátrico.
Otras tienen problemas físicos que se atienden en la Torre Médica de esta cárcel; las necesitadas de atención especializada tienen visitas programadas a hospitales.
La pérdida de la libertad
Selene acepta contar su historia en la capilla de la cárcel, un salón adaptado con bancas en doble fila, ornamentos sencillos y con vitrinas en las que están pintados Jesús y la Virgen. De su arreglo se encargan las mismas internas.
En la expresión de Selene destacan sus ojos color miel y las pecas de su cara que le dan un aire de inocencia juvenil, la cual asegura fue la que le costó la libertad, ya que según ella, no cometió el delito de secuestro agravado por el que se le sentenció.
“Inicié con una sentencia absurda de 60 años, me bajaron a 25, no lo hice, no lo cometí, según iba a cuidar a un enfermo y cuál, no era enfermo, era una persona privada de su libertad, nada más fui dos ocasiones”.
Y asegura que esas dos veces son las que la llevaron a estar involucrada junto con otras cuatro personas en el secuestro. Ella afirma que continuará con su proceso hasta probar su inocencia, aunque tiene una mala imagen de los abogados privados, “sólo te roban el dinero”, dice desairada.
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“Dejé a mi hija de 12 años afuera, ahora ya tiene 20, tengo cinco hermanos, sobrinos, abuelas, tíos, que vienen a visitarme cada 20 o 25 días”. Asegura que su apoyo ha sido fundamental para sobrellevar la prisión, así como el Lupus que padece desde niña.
“Para mi hija yo soy su adoración. Desde que me detuvieron no he perdido contacto con ellos, eso te ayuda, te levanta mucho. A las que no las visitan les entra la depre”.
La relación con Dios
En la Ciudad de México hay 25, 698 personas privadas de su libertad, de ellas 1,350 son mujeres, la mayoría de las cuales tienen como grado máximo de estudios la secundaria, de acuerdo con cifras de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario.
Selene asegura que la espiritualidad dentro de la cárcel ayuda mucho, tanto a ella como a sus compañeras. Comenta que disfruta cantarle las mañanitas a la Virgen, asistir a Misas y a las reuniones de la Confraternidad penitenciaria.
“Cuando me sentenciaron le dije Dios: ‘tú sabes hasta dónde yo llegué, yo no me dediqué a esto, si crees que merezco esta sentencia déjamela, al año siguiente me la redujeron a 25, y yo tengo mucha fe en que me voy pronto ya’”.
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