El Arzobispo de Monterrey hace un llamado a amar a los migrantes
Al presidir la peregrinación de su diócesis al Tepeyac, monseñor Cabrera centró su reflexión en la importancia de amar al forastero.
Miles de regiomontanos, encabezados por su arzobispo Rogelio Cabrera, participaron en su peregrinación anual a la Basílica de Guadalupe.
Después de un trayecto de aproximadamente diez horas por carretera, decenas de autobuses se instalaron desde las primeras horas de este lunes en las inmediaciones del Tepeyac para cumplir con la tradicional entrada con danzas hasta los pies de la Virgen Morena.
Como cada año, mujeres, hombres y niños, ataviados con atractivos trajes de matachines, llenaron de colorido el Atrio de las Américas, y al ritmo de los tambores ingresaron por el pasillo central hasta el presbiterio.
Tras el recibimiento por parte del rector de la Basílica de Guadalupe, monseñor Salvador Martínez Ávila, el obispo auxiliar de Monterrey, Alfonso Miranda Guardiola pronunció las palabras de bienvenida: “venimos con gozo a abrir el corazón a nuestra Madre, a depositarle nuestros sueños, nuestros anhelos en su corazón, todo aquello que necesitamos para recibir su sonrisa, su caricia, su abrazo materno y amoroso”.
Posteriormente, el arzobispo Rogelio Cabrera centró su homilía en el amor al pobre, principalmente al migrante: “¿Recuerdan aquel pasaje de San Juan cuando Cristo dice: ‘a los pobres siempre los tendrán con ustedes’? No es porque Cristo quiera que seamos pobres, sino porque es una realidad que acompaña a la humanidad, porque donde hay egoísmos, pecado, envidia y abuso, siempre habrá pobreza”, aseveró.
Dirigiéndose a los miles de peregrinos que abarrotaron el interior del santuario, monseñor Cabrera López abundó: “Ahora, en nuestra Iglesia de Monterrey el Señor nos llama a amar a los migrantes… que no haya una persona que no sea bien recibida”.
Consideró que toda xenofóbica o racismo en el fondo es ignorancia, porque todos, de un modo u otro, nos desplazamos.
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Dijo que muchas veces las personas no saben cómo actuar, sobre todo cuando las circunstancias superan las posibilidades, pero eso se sustituye con “el cariño, la palabra bondadosa y el buen ánimo, y en esta Casita del Tepeyac hemos aprendido a aceptar al extranjero, a veces aunque sea un invasor, un colonizador o un destructor”.
“No olviden: amen al forastero, al migrante, sean ciudadanos responsables; sean ciudadanos que buscan la verdad, la justicia y la libertad. Y eso lo aprendemos sólo en el hogar, sólo en el regazo materno; en casa se aprende a ser personas de bien. Que Dios bendiga a nuestro país y nos bendiga a todos”, señaló.