La hermana ante el ataúd del Papa Francisco: la foto que refleja el significado de la amistad

En el marco de las exequias del Papa Francisco, una imagen conmovió a millones: una mujer de avanzada edad, vestida de azul y con una mochila al hombro, aguardaba con serenidad su momento frente al féretro del pontífice. No era una peregrina más: se trataba de Sor Genoveva Jeanningros, religiosa francesa radicada en Ostia, amiga personal del Papa Francisco y figura clave en el acompañamiento pastoral a los más olvidados.

Antes de que se habilitara el ingreso a los fieles y peregrinos, y mientras cardenales y obispos desfilaban en estricto orden protocolar para dar el último adiós, a Sor Geneveva se le permitió un acceso especial al altar de la Basílica de San Pedro. Allí, sin prisa y sin interrupciones, se detuvo en silencio frente al cuerpo del Papa Francisco, secándose las lágrimas que le caían por el rostro. Nadie se atrevió a detenerla.

A sus 81 años, esta religiosa de la orden de las Hermanitas de Jesús —una congregación que no vive en conventos sino entre los trabajadores y los marginados— ha dedicado más de cinco décadas a asistir a personas en situaciones de vulnerabilidad, especialmente a mujeres transexuales y feriantes de Ostia, en la periferia romana.

Junto con otra religiosa, Sor Anna Amelia, Sor Genoveva vive desde hace más de una década en un parque de diversiones de Lido di Ostia. Allí, además de atender dos locales de juegos, ambas monjas acompañan a los trabajadores del lugar y a los pobres de la zona, viviendo su vocación de servicio en el corazón de una de las áreas más empobrecidas del Lacio.

Una larga amistad

Sor Genoveva y el Papa Francisco se conocieron en Argentina, cuando Francisco era Arzobispo de Buenos Aires. Después de su elección como Papa en 2013, los dos se encontraron nuevamente, pero ahora en Roma.

El 3 de mayo de 2015, dos años después de su elección, el Papa Francisco hizo una visita sorpresa al parque de diversiones donde vive.

Durante la pandemia de covid-19, el Papa apoyó al parque de diversiones Lido di Ostia. A raíz de ese gesto, varias de las personas que se vieron beneficiadas con la ayuda del Papa, entre ellas un grupo de prostitutas transexuales, se reunían regularmente con el Santo Padre, al margen de la audiencia general semanal.

Su amistad era tal, que cuando la hermana Genoveva cumplió 80 años, el Papa Francisco le dio una serenata y partieron un pastel en una reunión que se llevó a cabo en el Vaticano.

“La amistad es un regalo de la vida y un don de Dios. Los amigos fieles, que están a nuestro lado en los momentos duros, son un reflejo del cariño del Señor, de su consuelo y de su presencia amable”, dijo en una el Papa Francisco en la exhortación apostólica Christus Vivit.

El momento en que Sor Genoveva se detuvo en silencio frente al féretro del Papa Francisco fue más que una despedida: fue el testimonio vivo de una amistad que supo trascender cargos, continentes y tiempos. Una amistad tejida en la sencillez, en el servicio a los más olvidados, y sostenida por una fe compartida.