El Papa Francisco y los indígenas ataviados con plumas
El Papa Francisco ha sido visto acompañando a indígenas ataviados con coloridas plumas.
Hemos visto a través de los medios de comunicación, al Papa Francisco, en el Vaticano, acompañado de varios indígenas provenientes de los países que comparten la Amazonia, ataviados con coloridas plumas, que es como ellos visten ordinariamente en esas extensas selvas de Sudamérica, e incluso, el Santo Padre, en fechas recientes, hizo un comentario relativo a estos adornos; dijo: “Me dio pena escuchar, aquí mismo, un comentario burlón sobre ese señor piadoso que llevo las ofrendas con plumas en la cabeza. Díganme qué diferencia hay entre llevar plumas en la cabeza y el tricornio que usan algunos oficiales de nuestro dicasterio”.
El atavío con plumas tiene varias explicaciones, y para entender la primera de ellas, diremos que durante la Edad Media, los yelmos de metal que usaban los caballeros eran adornados con plumas, pues estas proporcionaban un poco de sobra que impedía que estos cascos de hierro se sobrecalentaran en perjuicio de quienes lo portaban.
Entre las comunidades indígenas ocurre lo mismo, y es que los adornos con plumas sobre la cabeza, además de que son más ligeros que un sombrero, también protegen de los rayos solares a sus portadores. Los adornos con plumas sobre la cabeza también son distintivos de jerarquía entre las tribus, y esto forma parte de su milenaria tradición y cultura.
Los indígenas americanos han usado plumas, no tan solo como adornos en su vestimenta, como es el caso de los resplandores que son como grandes abanicos que estaban presentes en ciertas ceremonias, y que también tenían por objeto dar sombra y ventilar en espacios cerrados. A la fecha, incluso, los indios huicholes de Nayarit y Jalisco usan sombreros adornados con plumas de guajolote que es un ave típicamente mexicana.
Por su belleza, las plumas también fueron usados en la antigüedad para resaltar la sacralidad de alguna deidad, o la importancia de algunos objetos rituales.
Cuando Hernán Cortés descubrió en el Palacio de Axayácatl de México Tenochtitlán, el mal llamado tesoro de Moctezuma, encontró varios objetos realizados con plumas y Bernal Díaz del Castillo resaltó su gran belleza.
Fray Bernardino de Sahagún también dedicó varias páginas de su Historia General de las cosas de Nueva España a describir el arte plumario y su simbología, y recuerda, por ejemplo, la importancia que tenía el quetzal, palabra que también denotaba belleza.
Después de 1521, en el largo proceso de evangelización, el Espíritu Santo fue representado en forma de paloma, como ocurrió en el Códice Franciscano, atendiendo al evangelio del bautismo del Señor en el Jordán. Las aves, pues, por su capacidad de volar por los aires, y elevarse al cielo, siempre han tenido una connotación sagrada.