Dijo sí a la vida y decidió ser madre adolescente: “valió la pena por mi hija”
Lianna Rebolledo quedó embarazada a los 12 años y, contra todo consejo médico, decidió no abortar.
“¿Si aborto quedo desviolada?”. Con esta pregunta, Lianna Rebolledo respondió al médico que le recomendó abortar. Ella había sufrido una violación en Los Angeles, California, a los 12 años de edad.
Semanas antes había sido secuestrada por dos hombres que la mantuvieron incomunicada y abusaron de ella. Se enteró de que estaba embarazada cuando llegó al hospital tras un intento de suicidio, un par de meses después.
“Me dijeron que era un embarazo de alto riesgo, y también me aconsejaron que abortara; me dijeron que no tenía que vivir con las consecuencias, que el producto siempre me iba a recordar esos días”.
Aunque no le enseñaron el ultrasonido, sí escuchó los latidos del feto de 13 semanas. “Ahí me quedó muy claro que yo tenía en mi vientre una personita, una vida, y que ya no iba a estar sola”.
Desoyendo los consejos de los médicos, decidió convertirse en madre adolescente y, con esfuerzo, continuó su educación. Cuando cumplió 16 años y su hija Jeannette tenía tres, se fueron a vivir solas; a la par, Lianna estudió periodismo y se convirtió en consejera y conferencista.
“Cuando conocí a mi niña me di cuenta de que todo había valido la pena con tal de tenerla a ella, porque fue la que me motivó a levantarme, a luchar, a quererle dar una vida mejor (…) sólo con verla me daba cuenta de que valía la pena luchar y trabajar hasta 16 horas al día, porque la tenía a ella. No conozco otra vida, no podría explicar si las cosas hubieran sido diferentes si no la hubiera tenido”.
“Lo que esta nena me enseñó no tiene precio: me enseñó el valor de la vida, lo que era el amor, la generosidad, la gratitud, la perseverancia, la lucha y, sobre todo, fomentar el gran valor de todos aquellos que vienen al mundo de la misma manera que ella”.
Con los años, Lianna compaginó su vida profesional con el activismo a favor de la vida y en apoyo a las mujeres embarazadas.
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“¡Si existes, sácame de aquí!”
La infancia de Lianna no fue sencilla en un entorno de alcoholismo y violencia doméstica. Cuando era pequeña, su madre se fue a Estados Unidos y, con el tiempo, se llevó con ella a sus cuatro hijos. Su familia nunca fue especialmente religiosa y, a partir del secuestro, ella no quiso saber nada de Dios. “En esos momentos yo lloraba y le gritaba a Dios ¡Si existes, sácame de aquí! Y llegué a pensar que no existía”. Conforme Jeannette fue creciendo, Lianna comenzó a vincularse con la causa provida y de apoyo a mujeres en situaciones vulnerables; así conoció a muchos hombres y mujeres de fe.
“En este camino yo tenía mucho resentimiento por estas personas (sus atacantes), hasta que un día un sacerdote me habló de Dios. Yo dije que no creía en Él porque no estuvo conmigo cuando más lo necesité”. Ese sacerdote es Juan Rivas, Legionario de Cristo, quien le ofreció asistencia espiritual para superar el trauma del secuestro.
“Yo pensaba que a estas personas las iba a odiar hasta el último día. Me dormía pensando ‘voy a crecer, y algún día no me van a reconocer’; aún tenía ese sentimiento de venganza a pesar de que estaba contenta con mi nena”.
Ante ese escenario, la acción del sacerdote fue muy importante. “Él fue para mí un padre, el padre que en esos momentos yo necesitaba. Yo decía ‘¡wow! Si esto es el amor de un padre, ¿cómo será el amor de Dios?’”.
“Fue poco a poco, no fue de la noche a la mañana, hasta que llegó un momento en que caí de rodillas y entendí el amor de Dios, pero también entendí lo que era el perdón; entendí que la única que se estaba dañando era yo y que, cuando yo pensaba que Dios no estaba conmigo el día de mi secuestro, fue al contrario, Él estuvo ahí porque, de lo contrario, yo no hubiera regresado a casa, muchas no regresan”, expresa.
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“Mamá, tienes la vida por delante”
Junto a Lianna, su hija Jeannette también conoció a Dios y se hizo devota de la Virgen de Guadalupe. Asimismo, la joven dedicó su vida al activismo, a través de la fundación In Love With Life (Enamorada de la vida), para combatir el rechazo a las madres adolescentes.
El 9 de abril de 2018, Jeannette murió por una neurofibromatosis tipo 2, una enfermedad congénita y sin cura. Lianna Rebolledo reconoce que ese acontecimiento le provocó un dolor difícil de superar.
No obstante, en 2018 aceptó el reto de convertirse en coordinadora y vocera del movimiento La Vida Por Delante, que agrupa a más de 500 organizaciones de todo México, que apoyan y asesoran a mujeres que presentan un embarazo inesperado.
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“Cuando me invitaron a ser la vocera yo dije ‘¡wow, justo cuando lo pierdo todo y siento que se acabó mi vida, llegó esta oportunidad y con este nombre’. Yo sé que ella me diría ‘¡mamá, tienes la vida por delante!, sigue adelante, no te rindas, yo sé de qué estás hecha’”.
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