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Nombres raros y ridículos, ¿qué opina la Iglesia?

6 abril, 2022
Nombres raros y ridículos, ¿qué opina la Iglesia?
Nombres raros, ¿qué opina la Iglesia?
Creatividad de Publicidad

¡Qué alegría cuando nace un nuevo hijo! Es una vida nueva que viene a añadirse a nuestra familia. Un don de dios único e irrepetible. Y ante un bebé se impone, luego luego, la pregunta: “¿Qué nombre le pondremos?

Y comienza la búsqueda con la ayuda de toda la familia, con la ayuda de esos libritos que sugieren mil y un nombres exóticos y extravagantes.

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No falta el familiar que intenta imponer con su autoridad un nombre: “Se llamará Pancracia, como mi mamá”, y ¿cómo decirle que el nombre de su mamá es horrible, y que la flamante criatura no tiene la culpa del mal gusto de sus abuelos?

Algunos papás, sobre todo las mamás, han pensado el nombre de sus hijos desde que ellos mismos eran niños: “Cuando tenga un hijo le pondré Dionisio”, y entonces las cosas ya son más fáciles.

Pero hay papás que al paso de los días y de los meses no han pensado todavía en un nombre y llaman a su nuevo hijo, simplemente, “el niño”, y no hay derecho, todo ser humano debe tener un nombre de su propiedad que le permita ser, existir, en esta sociedad.

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¿Qué nombre le pondremos?

El nombre es muy importante porque acompañará a una persona durante toda su vida. El nombre “marca” a la persona.

Un nombre ridículo o feo causará un trauma de por vida. Lo mismo dígase de un nombre extraño y difícil de escribir. Imagínese a tantas Dayanas explicando toda su vida que sus papás se equivocaron en la forma de ponerle el nombre y que en realidad son Diana, pero lo escribieron Dayana.

O a un Brian explicando que no se escribe Brayan ni Bryan y que no sabe qué significa su nombre ni por qué se lo pusieron y que no, no es gringo y ni siquiera habla inglés.

¡Pobres niños con nombres raros! Pagan toda su vida el afán de extravagante notoriedad de sus padres.

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¿Qué dice la Iglesia?

¿Hasta en esto se mete la Iglesia? Sí; porque el nombre para un cristiano es muy importante, ya que su nombre queda inscrito en el libro de la vida. De hecho, antiguamente, el nombre se imponía en el Bautismo. Hoy en día, en el registro civil, por lo menos en nuestra patria.

La Iglesia pide que el nombre no sea ridículo y que no sea ajeno al sentir cristiano.

Existía la costumbre de poner al niño el nombre del día en que nació, de tal modo que no se celebraba el cumpleaños, sino el día del santo.



Pero hay nombres de santos que son feos para el gusto de hoy y no sería justo imponerlos a ningún niño, así que esa costumbre se va perdiendo.

Pero que no se pierda la costumbre de ponerles el nombre de algún santo.

El santo patrono

Poner un nombre de santo o de algún misterio cristiano como Trinidad, Asunción, Caridad, Esperanza, Manuel, y otros muchos, compromete al bautizado a hacer honor a su nombre.

Le da un santo patrono a quien invocar como intercesor para atraer las bendiciones de Dios. Un hermano mayor muy cercano cuyo modelo de vida servirá de inspiración. Lo señalará como católico en un mundo en el que cada vez hay más religiones y posiciones ideológicas.

Si yo conozco a un Isaac, supongo que es judío o protestante; a una Carime, supongo que es musulmana; a un Lenin, supongo que es comunista, a un Sidartha, supongo que es budista.

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Made in USA

Un joven, proveniente de Nicaragua, cuando le pregunta uno su nombre, contesta: “Eisenhower Machorro, y por favor, sin comentarios”. ¡Pobre hombre! Tener que cargar toda su vida con un nombre que detesta.

Nicaragua ha estado dominada casi directamente por Estados Unidos por mucho tiempo y ha perdido mucho de su cultura.

Lo mismo nos pasa en México. No creo que nos avergoncemos de ser mexicanos, pero inconscientemente deseamos parecernos a nuestros primos del Norte, y entonces nos vestimos como ellos, cantamos como ellos, nos pintamos el pelo de rubio a pesar de nuestra tez morena ¡Y le ponemos nombres gringos a nuestros hijos con hermosos apellidos españoles y resulta algo como “Speedy González”, un “pochismo”.

Y si le van a poner nombres extranjeros, por caridad, al menos pregunten cómo se escribe correctamente para evitar nombres como “Leidi Dayana” que en realidad debería ser Lady Diana.

No sean ridículos, extravagantes y, ustedes perdonen, payasos, a costa de sus pobres hijos. Mejor cámbiense ustedes el nombre y a sus hijos pónganles nombres en glorioso español, o, también, en alguno de nuestros idiomas mexicanos para que no se pierda su memoria.

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