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Cardenal mexicano califica de “inconcebible” separar familias en la frontera

(Entrevista del portal de noticias Crux al Card. Aguiar Retes)   -El Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de México –ahora una figura clave en la Iglesia de América Latina–, señala que es difícil creer que un presidente pueda pensar que es buena idea el separar niños de sus padres cuando intentan emigrar, como ocurrió durante […]

(Entrevista del portal de noticias Crux al Card. Aguiar Retes)

 

-El Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de México –ahora una figura clave en la Iglesia de América Latina–, señala que es difícil creer que un presidente pueda pensar que es buena idea el separar niños de sus padres cuando intentan emigrar, como ocurrió durante la última semana en la frontera entre Estados Unidos y México.

-Nombrado para dirigir la Arquidiócesis de México –que cuenta con unos nueve millones de personas–, el Cardenal dijo que cuando vio las fotografías provenientes de la frontera, sintió “lo que sienten todos, porque todos hemos sido niños”.

-“Es una desgracia lamentable esto que ha pasado –dijo Aguiar retes a Crux el lunes–. Resulta inconcebible que el presidente de un país, pero más el Presidente del país más poderos del mundo, venga con esto”. 

-La alusión fue a la política migratoria del Presidente de Estados Unidos, quien incluso ha recibido críticas de los obispos católicos estadounidenses por los resultados de separar familias.

-En otros temas, habló para Crux acerca de la situación de la Arquidiócesis, respecto a un reciente anuncio en el sentido de que la Iglesia local trabajará con la organización Survivors Network of those Abused by Pries (SNAP) a fin de luchar contra los abusos sexuales al interior de la Iglesia, y del rol de la mujer en la vida clerical.


Aguiar Retes fue creado Cardenal por el Papa Francisco en 2016, y nombrado para sustituir al Cardenal Norberto Rivera Carrera en diciembre pasado.

Aguiar Retes está en Roma esta semana para participar en el Consistorio para la creación de nuevos cardenales. Platicó con Crux la tarde del lunes. Los siguientes son extractos de la conversación:

Crux: Usted tomó posesión como cabeza de la Arquidiócesis de México hace seis meses. ¿Cuáles ve como los grandes cambios?

Aguiar: La Ciudad de México tiene aproximadamente 9 millones de habitantes. Los católicos son un poco más del 80 por ciento, abajo del promedio nacional, que es cercano al 84 por ciento. Esto contrasta más con el ambiente de donde yo provengo, que es el cinturón de la Ciudad de México, mismo que tiene una población de 14 millones, y donde los católicos integran el 85 por ciento de la población.

Señalo esto porque es uno de los retos que tenemos: ¿Por qué, si estamos en el mismo valle, el porcentaje ha descendido en la Ciudad de México, cuando alrededor no sólo no ha caído, sino que excede el promedio nacional?

Hay muchos factores que explican esta realidad. Uno de ellos es que, en el cinturón, el modelo provincial es aún un camino de vida, donde los vecinos se conocen unos a otros, donde hay una cercana relación entre los miembros de la comunidad, y esto facilita el trabajo de la Iglesia. Sin embargo, en la metrópoli, lo que pasa es comparable a otras ciudades en el mundo, donde ser anónimo es muy común, y raramente los vecinos se conocen, y las familias viven muy aparte. Esto significa que el sentido de pertenencia a la parroquia o a la comunidad –que es la clave para la vida de la Iglesia–, se ha diluido en la práctica.

El segundo reto es la organización de la Arquidiócesis. Por más de 30 años se ha buscado descentralizar, con miras a ser más cercana a la gente, y que también los obispos sean más cercanos a los sacerdotes. Hace unos 30 años, las Vicarías Episcopales fueron formadas como equipos gerenciales. Y en los pasados 25 años han sido coordinadas por un obispo auxiliar, quien responde al cardenal.

Sin embargo, ahora hay una visible fragmentación; un vicario no conoce lo que está haciendo el otro, entonces nosotros básicamente tenemos ocho mini-diócesis caminando paralelamente con el cardenal como representante oficial.

Por lo tanto, mi propósito es generar tres nuevas diócesis, y dejar sólo cinco vicarías para la Arquidiócesis de México, que tendría un tamaño más accesible, y me permitirá conocer las parroquias con sus vicarios y ministros. Pero al mismo tiempo, necesitamos generar una relación cercana con las nuevas diócesis, a fin de afrontar los retos que tenemos en común como Ciudad de México.

El tercer problema es que hoy por hoy se ha reducido el surgimiento de vocaciones sacerdotales. Un cuarto de los actuales seminaristas proviene de otras diócesis, no de nuestras parroquias. Y en el clero, un tercio es diocesano, el resto es religioso. Esto significa que no hemos sido capaces de tener un ministerio vocacional para jóvenes donde las vocaciones florezcan en la vida de la Iglesia.

Yo creo que la iniciativa de las nuevas diócesis permitirá la implementación de algunos proyectos, incluyendo un ministerio de acompañamiento vocacional. Debemos trabajar en las nuevas vocaciones antes de alcanzar un punto extremo. En este momento es manejable, pero en pocos años esto nada será suficiente.

Otro reto es que la Ciudad de México se ha convertido en una urbe de gran movilidad, donde este gran cinturón del que hablamos se ha convertido en un área residencial de gente que va a trabajar a la Ciudad de México; con una diaria movilización de millones de personas. Por lo tanto, hay gente que tarda entre dos y cuatro horas en ir y venir de su casa al trabajo. No tienen tiempo para participar en el trabajo pastoral de las parroquias. Esto ocasiona que la gente se distancie un poco de su espiritualidad católica, dejándola para momentos ocasionales.

Para encarar este reto, estamos creando cuatro parroquias personales, para llevar nuestros servicios a través de sacerdotes a las propias compañías o unidades de trabajo. Es decir, si la gente no va a la Iglesia por distintas razones, la Iglesia irá a su encuentro. Vamos a crear cuatro ya, y otras han sido solicitadas en compañías donde se irá a atender a los católicos, y a cuidar de sus niños o familiares cuando estén en hospitales; es decir, tendrán a alguien para atender sus necesidades, y así rehacer esta sinergia que la iglesia siempre ha tenido en México: la cercanía de los sacerdotes con sus feligreses.

Desde que usted se convirtió en la cabeza de la Arquidiócesis de México, la importancia que da al laicado, en particular a la mujer, es evidente, con Marilú Esponda como Directora de Comunicación. ¿A qué responde esto?

Yo siempre he creído en la necesidad de la mujer de tener un rol público, y en que hay posiciones en que la mujer ejerce mejor ese rol que el hombre. Y creo que el área de la Comunicación es una de esas. Yo conozco a Marilú desde que ella me ayudó en la Conferencia del Episcopado Mexicano como Portavoz. La primera vez yo le ofrecí la posición; ella se negó. Le dije: “Tú has terminado tus estudios en Comunicación, ahora trabaja para la Iglesia”. Pero ella se resistió, me contestó: “Soy una mujer”. Y yo le dije que eso no era un defecto, sino al contrario, una virtud.

Y ahora que fui nombrado Arzobispo, le llamé nuevamente. Pero no fui solo, sino con otra compañera que también colabora en el Equipo de Coordinación, Marimar Chapa, y ambas han comenzado a trabajar en la materia

Otro terreno que es muy importante es la participación de la mujer en la formación sacerdotal. Hicimos una introducción en este nuevo año escolar, que comenzará en septiembre, y hay una doctora en psiquiatría y psicología que acompañará el proceso de formación. Creo que la presencia femenina es muy importante en todo el proceso de formación. Y en el camino, iremos poniendo juntos los equipos para sacar adelante los grandes retos.

Desde el momento en que tomó oficialmente el cargo de Arzobispo de México, usted ha hablado muy claro acerca de la importancia de la “cero tolerancia” en casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes. ¿Qué tan grande es este reto de luchar contra los abusos sexuales al interior de la Arquidiócesis?

Yo pienso que la condición en que los sacerdotes trabajan hoy, tiene, como familia y sociedad, una tendencia más individualista, sin ese calor de la comunidad o del vecindario que una vez tuvo, y esto los afecta mucho, pues los deja más expuestos.

Tradicionalmente la iglesia fue diseñada para trabajar en pequeñas comunidades, porque la estructura de parroquia puede proporcionar a los sacerdotes el calor y la relación de comunidad cristiana. La gente conoce a su sacerdote, y él está muy cercano a las personas. Esta relación ayuda a los sacerdotes a vivir su celibato, porque hay una expresión de salud afectiva que fortalece mucho al individuo. Además, ellos proporcionan bienestar a la comunidad, porque hay una relación de confianza, de colaboración; por ejemplo, en la tarea de ayudar a un miembro de una familia o de la sociedad cuando tiene algún problema. Esto se traduce en gratitud, en relaciones amistosas, en una mayor participación en la vida y en la Misión de la Iglesia.

Pero esto es algo que en la Ciudad de México está desapareciendo, así que hay más riegos para la vida celibataria, lo cual se refleja no sólo en los desafortunados casos de pedofilia, sino también en otros tipos de relaciones sexuales que no deberían estar ocurriendo, o en abusos de otro tipo, como el alto consumo de alcohol, que es muy dañino y perjudica las capacidades de la persona. Caso contrario es el de una persona que vive en un ambiente de salud afectiva; todos esos riesgos decrecen, su espiritualidad se ve fortalecida, y el sacerdote se vuelve más fuerte y eficaz.

Tal es el riesgo del anonimato de una gran ciudad. Y frente a este reto, el propósito que tenemos es la creación de unidades pastorales, lo cual significa que los tres o cinco párrocos de una comunidad, identificados con la zona, formen un grupo con un coordinador al mando. La intención es que vivan en una casa común, donde haya calor humano y una normalidad en las relaciones diarias, que se siente a comer juntos, en lugar de hacerlo solos, para que puedan dialogar e intercambiar actividades. Yo pienso que esto ayudará mucho a mantener la espiritualidad y el celibato de nuestros sacerdotes.

Recientemente la Arquidiócesis de México anunció que trabajará con SNAP. ¿Cuál es la importancia de dar este paso?

El hombre que preside SNAP-México, Joaquín Aguilera, que es una víctima de abuso sexual, tan pronto escuchó mi propuesta inicial de luchar contra la pedofilia y a favor de la “cero tolerancia” contra este delito, se aproximó a nosotros. Diversas reuniones tuvieron lugar, y poco después de la primera, se dio el primer caso [un sacerdote fue suspendido semanas después de que el Card. Aguiar asumiera el cargo, debido a las creíbles acusaciones de abuso sexual]. Nosotros actuamos en esto, y eso convenció a Joaquín aún más de la necesidad de trabajar con nosotros.

Esto ayudó a ambas partes a descubrir que no somos enemigos, que el enemigo es otro: la pedofilia. Tenemos algo en común: el hecho de que la Iglesia no quiere pedófilos y que las víctimas no quieren que se repitan ese tipo de actos tan lamentables.

No somos partes opuestas; al contrario, tenemos el mismo deseo de terminar con un mal que nos preocupa.

En estos días vimos algunas imágenes extremadamente difíciles de la frontera de México y Estados Unidos. ¿Qué sintió usted cuando vio dichas imágenes, o cuando se enteró sobre lo que estaba pasando?

Yo sentí lo que todos sienten, porque todos hemos sido niños. Nada hace llorar a un niño más que el ser separado de sus padres, más aún cuando esto sucede en medio de extraños.

es una lamentable desgracia lo que ha ocurrido. Es inconcebible que el Presidente de cualquier país, pero más que el Presidente del país más poderoso del mundo, haga esto. Evidentemente, la presión internacional fue muy fuerte.

Providencialmente, al mismo tiempo tuvimos aquí en el Vaticano un encuentro entre México y Tierra Santa sobre inmigración, y creo que esto dio fuerza a la opinión pública y al gobierno de México para lograr lo que se logró: detener la decisión del Presidente Trump.

Gracias a Dios, eso ha terminado, pero ahora tenemos que estar atentos a esos niños que sufrieron dicho drama, que es una herida que permanecerá dentro de ellos por siempre.

Y la crisis migratoria continúa…

Sí. La crisis no se ha resuelto. Este solo punto, que es muy, pero muy doloroso, Gracias a Dios se ha resuelto, pero el problema está ahí, latente.

¿Qué tan importante es para las Iglesia de Estados Unidos y México trabajar juntas para ayudar a esa gente que está huyendo del sur hacia el norte?

Yo creo que la Iglesia es una institución que puede brindar una gran ayuda a los ciudadanos para entender que los migrantes nos son criminales que van hacia Estados Unidos porque así lo desean, sino que son personas no tienen otra opción en la vida.

Los migrantes buscan una vida digna y por lo tanto se mueven, tratando de buscar un camino para poder sostener a su familia. Creo que entre más esfuerzos haga la Iglesia desde ambos lados de la frontera, más se podrá ayudar a formar conciencia en la sociedad civil.