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El flagelo de la trata en latinoamerica

8 septiembre, 2019
El flagelo de la trata en latinoamerica
Foto: L'Osservatore Romano

La vida de la argentina María de los Ángeles Verón, a la que todos llamaban Marita, dio un giro trágico en el 2002 cuando una red de trata de personas la secuestró a los 23 años, para esclavizarla y prostituirla. Hasta entonces regentaba una tienda y era madre de una niña de tres años. Todo cambió cuando un día alguien la golpeó con la culata de una pistola en plena calle y la introdujo a la fuerza en un coche en una ciudad del norte argentino. Desde entonces, sigue aún desaparecida. Su madre, Susana Trimarco, removió cielo y tierra hasta que, harta de no encontrar respuestas en los despachos oficiales, decidió actuar por su cuenta. Comenzó haciéndose pasar por prostituta y ganándose la confianza de las mujeres que encontraba en los prostíbulos y con el tiempo consiguió averiguar que su hija Marita fue vendida a la mafia por 2.000 euros para ser explotada sexualmente. También descubrió que en el mismo periodo, 17 jóvenes argentinas habían sido vendidas a España.

Su hallazgo hizo que tiempo después la Policía Nacional española consiguiera rescatarlas. Su peligrosa aventura duró 14 años, hasta que logró sentar en el banquillo de los acusados al proxeneta de Marita y a 12 supuestos colaboradores. El caso de Marita Veron es paradigmático y en Argentina marcó un antes y un después en la toma de conciencia sobre el drama de la trata. Hoy, hay cada vez más víctimas que denuncian y que son asistidas. Sin embargo, todavía el flagelo golpea duro y en este país sudamericano actualmente se busca a 6 mil personas desaparecidas. El mecanismo de busca se activó cuando sus familiares o alguien cercano interpuso una denuncia de averiguación de paradero, aun- que se ha demostrado que, por lo general, este dispositivo no logra dar respuestas a la gravedad a la situación de personas retenidas por redes de explotación sexual y laboral. Según datos presentados a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), entre 2002 y 2016 fueron registradas 13.166 víctimas en 14 países de la región. Además, la falta de claridad en torno a las cifras y la dificultad para recoger datos reales es tal, que el número de casos real podría ser mucho mayor. No en vano, Naciones Unidas calcula que por cada víctima de la trata de personas identificada, existen 20 más sin identificar. Es tal la gravedad de la cuestión que el Observatorio Latinoamericano Sobre Trata y Tráfico de Personas (ObservaLATrata) expresó en una audiencia ante la CIDH en Montevideo que se constituye la “industria de mayor crecimiento” en la región. México y Brasil son los países más afectados por este flagelo en Latinoamérica junto a Colombia que es el tercer país con mayor número de víctimas, explotadas tanto al interior del país como al exterior. Los principales destinos internacionales son: España, República Dominicana, China, Japón, Chile, Ecuador, México, Argentina, Panamá, Para- guay y Emiratos Árabes, según datos de Naciones Unidas.

La trata de personas en América latina se desarrolla a nivel interno, regional, intra-regional e internacional a través de diferentes formas organizativas y medios de transporte terrestre, aéreo o marítimo. En la trata de personas desde, hacia y entre países don- de se necesita transporte aéreo o marítimo, aparece un número reducido de menores de edad como víctimas. Las rutas también dependen de la realización de las políticas migratorias y de la legislación, vigentes en los países involucrados, que son bien conocidas por los traficantes, porque ellos muchas veces operan con me- dios legales para propósitos ilegales. Se sabe que las formas de captación de las víctimas van desde el secuestro forzoso hasta el engaño, en el que se utilizan promesas, por ejemplo de trabajo o de tipo personal. La trata de personas es, como indica la ONU, “un delito de alcance mundial que afecta a casi todos los países de todas las regiones”. Si bien la mayoría de las víctimas del tráfico humano son obligadas a prostituirse (del 58 al 59 por ciento) o a realizar otros trabajos forzados (del 32 al 34 por ciento), la trata de personas también es parte integral de los negocios en torno a la provisión de servicios domésticos, a las adopciones ilegales y a la mendicidad impuesta, sobre todo en América del sur. “Los países andinos reportan una proporción particularmente grande de trata de niños”, reza un segmento del Informe Global sobre Trata de Personas 2018, elaborado con base en unos 24.000 casos documentados en 2016 en 142 países. Uno de los mayores retos a los que se enfrenta el continente es el de hacer frente a la organización de las mafias y a la corrupción que se genera en torno a estas y que supone un serio obstáculo a la hora de perseguir a los criminales. Otro desafío es conseguir implementar los escasos protocolos de actuación para las autoridades y la insuficiencia mecanismos de protección con los que cuentan las víctimas de trata.



Por Silvina Pérez





Autor

L'Osservatore Romano, el periódico del Vaticano. Edición para México. 

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