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Lectio Divina: ¡Velen!

Lectura del Santo Evangelio

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer, y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”. (Mc 13,33-37)


P. Julián López Amozurrutia

Lectura

¡Velen! La instrucción es precisa. Se expresa en diversas fórmulas, e incluso por medio de una parábola. Pero la indicación es la misma: no dejarse vencer por el sueño, en ninguna de las horas nocturnas. Como la guardia que protege una ciudad, a todas horas hay que estar alerta: cuando empieza la noche, a media noche, cuando el gallo canta y cuando amanece. Cada etapa tiene su propia exigencia. El objeto de la espera se señala con precisión: el momento, el tiempo preciso, la hora de Dios. El dueño de la casa, que se ha ido de viaje, puede regresar cuando menos se le espere, y él encargó al portero estar atento. Siempre hay que estar preparados, porque el dueño de la casa, el Señor, se hace presente en cualquier momento. No estar listos equivale a dejar pasar el tiempo propicio de la salvación. La vigilancia es la disposición espiritual que Jesús nos enseña y espera de nosotros.

Meditación

El Adviento llega para ejercitarnos en el espíritu. Los ritmos del tiempo a veces nos adormecen, volviéndonos descuidados. Hay diversos cansancios por los compromisos cotidianos y las demandas de la vida. Pero hay también un nivel interior en el que nunca debemos dormir. La inercia puede hacer que los momentos fundamentales de la existencia nos agarren desprevenidos. En el mismo evangelio de san Marcos, que nos acompañará en el nuevo Año Litúrgico que estamos iniciando, un primer paso de Jesús que encontró dormidos a los discípulos después de esta advertencia tuvo lugar en el Monte de los Olivos, antes de la Pasión. La Iglesia nos propone ahora este texto en referencia a la doble venida de Jesús: la que ocurrió en su nacimiento, que conmemoraremos en la Navidad, y la que esperamos al final de los tiempos. La disposición del corazón, sin embargo, es la misma: tener los ojos bien abiertos para captar su paso a nuestro lado, para descubrir su misterio entre nosotros, para acoger la salvación que nos ofrece.



Oración

¡Señor Jesús! Con distinta intensidad, la noche llega, imponiendo su oscuridad. La hora del crepúsculo es sugestiva, hermosa, pero en ella el peso del día recién terminado nos puede aplastar con sus frustraciones y pendientes. La media noche es densa, y su sopor nos desconecta de la realidad. El canto del gallo nos turba en la madrugada, un momento en el que no sabemos bien dónde nos encontramos. Al punto del alba, a veces quisiéramos prolongar el descanso, pero la inminencia del sol nos acelera. Sin importar la hora, hay que velar. Velar siempre. Porque tú estás llegando, aunque parezca incierto o inoportuno. La esperanza, que guarda silencio justamente en el momento crítico, debe ser pedida con humildad, y procurada con entereza. Abre mis ojos a tu rostro, mis oídos a tu voz, mi corazón a tu presencia. Ven, Señor, no tardes. Ven pronto, Señor.

Contemplación

Cierro los ojos, visualizando la noche. Percibo lo que puede desanimarme, lo que me acosa como sombra de tristeza y soledad. A lo lejos, capto también los pasos del amado, que se acerca. Sobreponiéndome al cansancio, mi corazón vibra. Sonrío.

Acción

Empezaré el Adviento atento al paso del Señor por mi vida. Lo descubriré en los pequeños detalles de cada día, especialmente en las oportunidades de hacer el bien.





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