¿Es congruente ser cristiano y vivir deprimido?

Leer más

Lectio Divina: La entrada de Jesús en Jerusalén

Lectura del Santo Evangelio La propuesta de esta lectio va sobre el texto de la entrada de Jesús en Jerusalén. Así que el autor propone leer varias veces el texto del evangelio de San Marcos 11,1-11. Mons. Salvador Martínez   Reflexión En primer lugar, me interesa preguntarme por qué Jesús, siendo el Mesías desde el […]

Lectura del Santo Evangelio

La propuesta de esta lectio va sobre el texto de la entrada de Jesús en Jerusalén. Así que el autor propone leer varias veces el texto del evangelio de San Marcos 11,1-11.


Mons. Salvador Martínez

 

Reflexión

En primer lugar, me interesa preguntarme por qué Jesús, siendo el Mesías desde el día de su Bautismo en el Río Jordán, esperó casi hasta el final de su ministerio para hacer su entrada en Jerusalén de esta manera (momento de silencio interior…). Al reflexionar, me viene el pensar que Jesús al inicio de su ministerio se dedicó a proclamar el Evangelio de la cercanía del Reino de Dios. Esta labor de anunciar la cercanía del Reino, ocupó gran parte de sus años de ministerio y acompañó su predicación con signos poderosos de sanación, exorcismos, reconciliación de pecadores, etc… Cualquiera que hubiera tenido noticia de su actividad, podría haber entendido que era un profeta poderoso y tal vez el Mesías. Pero la entrada en Jerusalén sería como la manifestación última dentro del caminar de Jesús hacia su Pasión y Muerte. La manera en que Jesús entró, era la forma en que los reyes de Judá tomaban posesión de su cargo como reyes. Ciertamente el Reino de Jesús no tenía que ver con el poder político de su época. Más bien Jesús hace esta entrada como signo de que Dios ha cumplido sus promesas. De hecho, resulta claro que Jesús no ingresó en ningún palacio, sino que regresó aquella noche a la población de Betania, que quiere decir “Casa del pobre”.

En un segundo momento, deseo detenerme a considerar qué tanto se habrán frustrado aquéllos que lo aclamaron en su entrada a Jerusalén, si Jesús no iba con la intención de hacerse con el poder político (momento de silencio interior…). Tal vez, más de uno que vitoreó a Jesús como el hijo de David y agitó sus ramos en signo de victoria, se habrá quedado confundido al ver que Jesús no organizaba una revuelta dentro de la Ciudad Santa. No eran pocos los que esperaban la manifestación de un mesías de David, con aires militares, no solamente para acabar con los romanos, sino también con todas las malas autoridades que colaboraban con el Imperio y habían convertido el Templo de Jerusalén en una “cueva de ladrones” (cfr. Mc 11,17).

Recordemos que la primera vez que Jesús habló de su Pasión, Muerte y Resurrección recibió de Pedro una llamada de atención para que a Él no le sucediera algo así. Pero en realidad, es fundamental considerar que Jesús hizo todo lo necesario para acreditarse como Mesías de Dios, y evitó todo lo necesario para no ser manipulado y no presentarse como un mesías militar, un agitador de masas o un revolucionario violento. Esto no quiere decir que las autoridades no hayan visto en Él un peligro; claro que identificaron qué peligro traía, pues sus obras eran verdaderamente poderosas y temieron que todo el pueblo fuera tras Él. Ahora puedo hacer un esfuerzo de reflexión que actualice preguntándome: ¿yo, qué clase de mesianismo esperaría del Señor Jesús? (momento de silencio interior…). No cabe duda de que muchas veces me he visto tentado a esperar que Dios reaccionara violentamente ante situaciones adversas y sobre todo de injusticia. Pero su mesianismo no fue por allí. Al proclamar a Jesús como mi Mesías, más bien tengo que hacer el esfuerzo de poner en práctica hasta las últimas consecuencias sus criterios.

 

Contemplación

Propongo que, usando nuestra capacidad de contemplar, repitamos pausadamente y por tiempo prolongado: “Bendito el que viene en nombre del Señor” (silencio prolongado repitiendo interiormente la frase…). Podemos continuar el ejercicio con otras variantes como: “Bendito Tú que vienes, Señor”, etc…

 

Oración

Señor, aunque han pasado muchos siglos de tu entrada en Jerusalén, este mundo sigue ´profundamente necesitado de tu venida. Al mirarte entrar como Mesías; es decir, como el ungido de Dios, portador del reino de Dios, comprendo que no te ceñirás a mis expectativas ni a las expectativas de los violentos de este mundo. Acepto de todo corazón que el Reino del Padre se implanta por otros caminos, aquéllos que son propios de la misericordia y de la paz. Por eso agradezco tu venida y, junto con muchas generaciones de cristianos, me uno a las alabanzas, porque en verdad eres quien viene en nombre de Dios a redimir este mundo. Venga, pues, tu Reino, Señor. Amén.

 

Líneas de acción

Con sencillez de corazón, invito a cada lector a considerar alguna acción que exprese cómo le está haciendo vivir este evangelio que ha recibido hoy.