Lectio Divina: Entrega radical
Comentario al EnvangelioLectura del santo EvangelioEn aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”. Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?”. Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la […]
Comentario al Envangelio
Lectura del santo Evangelio
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”. Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?”. Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola cosa. De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre” (…) Marcos 10, 2-16
Entrega radical
Julian López Amozurrutia
El Evangelio es buena noticia. Siempre. También cuando nos plantea desafíos. Incluso desafíos enormes. La cultura contemporánea parece haber renunciado a la buena noticia de la familia. Jesús, al afirmar que la tolerancia del divorcio de la Ley de Moisés se debía a la dureza de corazón de los hombres y no al proyecto originario de Dios, no establece un camino imposible de recorrer, sino abre nuestros ojos a la verdadera dignidad del matrimonio.
Ser una sola carne no es un acto superficial, sino una entrega radical, en la que se pone en juego algo más grande y definitivo que un encuentro pasajero. El cuerpo es signo e instrumento del alma espiritual. Toda intimidad matrimonial involucra íntegramente al hombre y a la mujer, y reclama una donación total. El amor matrimonial es don hermoso, que vincula desde lo más profundo a quienes lo viven.
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La dureza de corazón que favorece la superficialidad en las relaciones matrimoniales deja ver qué tan hondo ha calado el pecado en la naturaleza humana. Pero Cristo mismo concede al ser humano un horizonte de redención. La Iglesia anuncia con alegría esta buena noticia, y llama a los esposos cristianos a vivir su relación en la gracia y la responsabilidad. Ello incluye también la acogida gozosa de los niños como una bendición particular.
Las contradicciones de nuestro tiempo vuelven urgente presentar este mensaje con testimonios vivos, que dejen ver, a través de su historia concreta, que el amor pleno, fiel e indisoluble no sólo es deseable y posible, sino sobre todo una realidad palpable que, incluso en medio de las dificultades, garantiza la plenitud del amor humano.
El Evangelio nos invita a no conformarnos con menos, ni renunciar a la belleza del amor conforme al designio divino, que es un designio de sabiduría, armonía y felicidad.